Imagen de archivo de mujeres caminando en una calle de Andalucía.

Imagen de archivo de mujeres caminando en una calle de Andalucía. Europa Press

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España afianza su avance hacia la igualdad de género: cuarto puesto y 7,5 puntos por encima de la media de la UE

Se sitúa solamente por detrás de Suecia, Francia y Dinamarca, mientras que Chipre ocupa la última posición en la lista.

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La Unión Europea sigue avanzando, aunque no al ritmo que se requiere para hablar de paridad plena. Así lo confirman los datos del nuevo Índice Europeo de Igualdad de Género, que pone nota a la situación en la que se encuentran los países del bloque comunitario y pone de manifiesto sus progresos y retos persistentes en esta materia.

La puntuación media de la UE se sitúa en 63,4 puntos sobre 100. En los últimos 15 años, la región ha crecido en 10,5 puntos y, de acuerdo a las tendencias y a las conclusiones del propio informe, al ritmo actual, harán falta al menos 50 años para cerrar las brechas entre mujeres y hombres.

El indicador, elaborado por el Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE), dibuja una radiografía detallada de las desigualdades en seis ámbitos clave: trabajo, dinero, conocimiento, tiempo, poder y salud. En ese mapa, España aparece con 70,9 puntos, 7,5 por encima del promedio europeo y entre los países con mejores resultados del bloque.

En la serie histórica reconstruida desde 2010, el país destaca por su ritmo de mejora. En 15 años ha sumado 15,4 puntos y 5,2 de ellos sólo desde 2020. El EIGE sitúa al país entre los Estados miembros que más han progresado en la última década, junto a Irlanda y Malta. Por encima de ella, sólo tres: Suecia (73,4), Francia (73,4) y Dinamarca (71,8).

Donde más destaca es en el indicador de dominio del poder, que mide la presencia de mujeres en los espacios de decisión política, económica y social. España alcanza aquí 66,6 puntos y se sitúa entre los tres mejores resultados de la UE en este ámbito, frente a una media europea de 40,5 puntos.

Tanto en este apartado como en el de tiempo —que mide la distribución de cuidados, tareas domésticas y ocio—, los resultados nacionales se sitúan por encima de la media comunitaria. En el último, la nota es de 74,1 puntos, por debajo de Dinamarca (81,1), Bélgica (76,3), Países Bajos (74,8) y Estonia (74,8). No hay ningún país que alcance el sobresaliente.

El informe relaciona esto con la afirmación de que la “brecha de cuidados” sigue siendo uno de los grandes motores de la desigualdad: las mujeres continúan asumiendo la mayor parte de los cuidados intensivos, lo que limita sus oportunidades laborales, formativas y de participación social.

La mejor nota para España llega en salud: 86,2 puntos, la misma puntuación que registra la media de la UE en este dominio, aunque hay 14 países con notas más generosas. En este sentido, Irlanda (93,8), Suecia (91,2) y Países Bajos (89,1) son los tres Estados que más han cerrado la brecha en este apartado.

Las asignaturas pendientes se concentran en dinero y conocimiento. En ambos, España queda por debajo del promedio europeo. En el ámbito económico, la fotografía europea muestra que las mujeres ganan un 77% de los ingresos anuales de los hombres, y dentro de las parejas ellas ingresan alrededor de un 30% menos, brecha que se arrastra hasta las pensiones.

Según el informe del EIGE, hay una amplia distancia entre España (73,3) y los países más igualitarios en ingresos y recursos económicos, que son, por orden decreciente, Eslovenia (86,2), Bulgaria (83,8) y Eslovaquia (83,6). La media europea se sitúa en los 73,9 puntos.

El dominio del conocimiento es el único en el que el país retrocede respecto a 2020: pierde 3,6 puntos. El informe mide aquí la participación y el nivel educativo, así como la segregación por campos de estudio. España reproduce una paradoja que se detecta en toda la UE.

Más mujeres que hombres completan estudios superiores, pero su éxito académico no se traduce en las mismas oportunidades laborales ni salariales. La explicación estaría en la división por disciplinas, unida a los estereotipos de género que condicionan las elecciones educativas, lo que puede lastrar durante años el avance de la igualdad en empleo y salarios.