Imagen de archivo de chicas en el baño.

Imagen de archivo de chicas en el baño. iStock

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La cara oculta de la ‘factura rosa’: 1 de cada 8 mujeres y niñas en el mundo no puede pagar productos menstruales

Se estima en 500 millones el número de afectadas que carecen de un acceso adecuado a la gestión de la higiene durante el periodo, también en España.

Más información: Damián Cardona, director de Información de la ONU: "La historia juzgará a quienes no denuncien el crimen en Gaza"

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"Solo tenía una compresa, la envolví en papel higiénico para que me durara. No podía lavarme y el dolor era terrible. Me quedé llorando en silencio hasta el final del día". Son las palabras de Fatma, que usa un pseudónimo para proteger su identidad.

Es una de los miles de niñas que viven en Gaza, que desde el 7 de octubre de 2023 ha dejado alrededor de 55.000 muertos y 2 millones de desplazados. Hay una semana cada 28 días en la que Bisan, también con nombre falso, "desearía no ser niña".

Con menos de una cuarta parte de los 10,4 millones de compresas que se necesitan mensualmente, las mujeres y niñas desplazadas por el conflicto deben improvisar. Muchas emplean ropa rota, esponjas o trapos viejos que, a menudo, no cumplen unos mínimos de higiene.

Las familias ya no saben qué hacer: "Rompí mi única camisa en pedazos para que mis hijas pudieran usarla", explica un padre de cuatro hijos desplazados de Jabalia, a cuyo testimonio, como a los anteriormente presentados, ha tenido acceso Naciones Unidas.

Las palestinas, como otras dos mil millones de mujeres en el mundo, menstrúan, pero en las zonas de guerra y/o aquellas que están en vías de desarrollo las condiciones no son las mismas.

En la actualidad, se estima que 500 millones de mujeres carecen de un acceso adecuado a la gestión de la higiene menstrual, según reporta Banco Mundial en el informe Menstrual health and hygiene: a catalyst to elevate human capital.

La salud menstrual es un estado de completo bienestar físico, mental y social en relación con el ciclo. Esto implica:

  • Acceso a información precisa y oportuna sobre menstruación y autocuidado.

  • Cuidado del cuerpo con dignidad, respetando preferencias, privacidad y seguridad.

  • Acceso a atención para molestias y trastornos menstruales.

  • Un entorno libre de estigmas y barreras.

Una mujer menstrúa, en promedio, durante 38 años y, a lo largo de ese tiempo, llega a utilizar más de 10.000 productos como compresas, tampones o copas menstruales. Las desigualdades en el acceso surgen, entre otras razones, cuando estos artículos suponen un coste elevado, muchas veces incrementado por impuestos al consumo y aranceles.

Por esta misma razón, no puede decirse que la pobreza menstrual sea un desafío exclusivo de zonas remotas, rurales o marginadas. A lo largo de los años, múltiples organizaciones han señalado que el ‘impuesto rosa’ supone una carga financiera que muchas mujeres enfrentan pese a que los artículos que compran son de primera necesidad.

Una mirada a Europa

En la Unión Europea, aunque desde 2007 los países pueden reducir los impuestos sobre los productos de higiene femenina, muchos no lo han hecho. Solamente tres de los Veintisiete aplican actualmente IVA cero: Irlanda, Chipre y Malta.

Donde más se nota este gasto en el bolsillo es en países como Hungría, que lidera la lista de los más caros para acceder a tampones, con un IVA del 27%, según datos recientes de la Comisión Europea.

Imagen de archivo de una mujer en el lineal de higiene menstrual en un supermercado.

Imagen de archivo de una mujer en el lineal de higiene menstrual en un supermercado. iStock

La siguen Dinamarca (25%) y Grecia (24%). En Alemania, el impuesto se redujo del 17% al 7% tras su inclusión en la lista de artículos de primera necesidad en 2020. Finlandia redujo su tipo impositivo del 25,5% al 14% a principios de 2025, y de forma similar, España, Polonia y Luxemburgo han tomado medidas para reducir el IVA de los tampones a entre el 3% y el 5%.

En España, la pobreza menstrual continúa siendo una problemática invisible que afecta gravemente a la juventud. Según el estudio de Metroscopia de 2024, un 18% de menores de 25 años han faltado a clase por no poder acceder a productos de higiene menstrual. Esta cifra refleja cómo la falta de recursos básicos impacta directamente en el derecho a la educación.

Además, el 22% de las mujeres jóvenes afirman haber tenido dificultades económicas para adquirir estos productos, según el Informe Equidad y Salud Sexual en España (IDIAPJGol 2023). Esta situación pone de manifiesto la urgencia de abordar la gestión menstrual desde una perspectiva de justicia social y equidad.

A raíz de esta problemática, la Ley Orgánica 1/2023 establece que los centros educativos deben garantizar el acceso gratuito a productos de higiene menstrual cuando sea necesario. Sin embargo, su aplicación efectiva sigue siendo un reto en un país donde el 20% de las mujeres se encuentran bajo el umbral de la pobreza.

En el resto del mundo

Más allá del Viejo Continente, democratizar la menstruación sigue siendo un reto vital de salud pública en muchos países de África y Asia. En muchas regiones, millones de niñas y mujeres siguen se ven obligadas a recurrir a métodos improvisados que ponen en riesgo su salud y dignidad.

Según datos recogidos por FSG en su informe An Opportunity to Address Menstrual Health and Gender Equity, en India, el 85% de las mujeres y niñas utilizan soluciones caseras para gestionar su menstruación.

La situación no es mejor en varios países del África subsahariana: en Uganda, el 90% de las mujeres urbanas en situación de pobreza no puede permitirse productos comerciales. En Sudán del Sur, el 83% de las escolares encuestadas usa telas viejas, piel de cabra o simplemente no utiliza ninguna protección.

En Zimbabue, más de la mitad (55%) recurren a trozos de textiles, y en Etiopía, un 54% usa trapos y papel higiénico. En Kenia, un 65% recurre a estos métodos como opción principal o complementaria.

Estas cifras retratan una realidad invisible: la pobreza menstrual no solo limita el acceso a productos de higiene, sino que perpetúa desigualdades, compromete la salud física y emocional de millones de mujeres y niñas y obstaculiza su derecho a la educación y a una vida digna.

A lo material se suma otro problema estructural: la escasa educación y la ausencia de condiciones mínimas en los colegios para gestionar la menstruación con dignidad. A nivel global, solo dos de cada cinco escuelas imparten lecciones sobre salud menstrual, y apenas una de cada tres dispone de papeleras en los baños para desechar los productos.

La situación se agrava en regiones como África subsahariana, donde una de cada ocho escuelas cuenta con materiales, y apenas el 11% tiene contenedores adecuados en los baños. En Asia central y meridional, el 35% de los centros dispone de papeleras para residuos menstruales, pero solo dos de cada cinco ofrecen formación específica.

Entre los 30 países analizados, los datos más accesibles a nivel nacional están relacionados con las infraestructuras básicas (22 países), seguidos por la información sobre conocimientos (19 países) y, en último lugar, por la disponibilidad de productos menstruales (15 países).

Varias mujeres sostienen productos menstruales durante una campaña de concienciación organizada por UNICEF en India, en 2022.

Varias mujeres sostienen productos menstruales durante una campaña de concienciación organizada por UNICEF en India, en 2022. Priyanka Parashar UNICEF

Esta falta de recursos no solo compromete la salud de niñas y adolescentes, sino que también perpetúa el absentismo escolar, el estigma y la desigualdad de género desde una edad temprana.

Menstruar en zonas en conflicto

La Franja se ha convertido en uno de los principales focos de preocupación de la ONU desde hace 20 meses. En Gaza, la dificultad para acceder a recursos como el agua potable o el jabón han convertido la menstruación en una forma de aislamiento, vergüenza y malestar psicológico para muchas palestinas.

"A veces necesito compresas más que comida", dice Aisha, joven desplazada. El periodo, el embarazo y el parto forman parte de la vida reproductiva de miles de mujeres. Sin embargo, experiencias que deberían ser naturales han pasado a ser "fuentes de angustia", lamenta una médica anónima instalada en el terreno.

Día a día, dice, ve la "fuerza en los ojos de las mujeres, pero también un profundo dolor y la pérdida de la dignidad". “Cuando recibimos kits de higiene, sentimos que por fin alguien nos ve”, expresa Maysa, otra palestina.

Las últimas actualizaciones de la situación humanitaria proporcionadas por la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indican que casi dos tercios de los hogares no pueden permitirse cubrir actualmente las necesidades básicas, lo que afecta en mayor medida a mujeres y niños.

En febrero de 2024, la situación era tal que un grupo de mujeres creó una fábrica de pañales en medio del campo de refugiados de Rafah, al sur de la Franja. Juntas, podían llegar a producir al día hasta 700 pañales que se vendían a un séquel (25 céntimos, frente a los 50 euros que puede costar un paquete).

A esto se suma el deterioro de la situación alimentaria. Según el Clúster de Nutrición, la desnutrición infantil aguda es casi el triple de lo que era en febrero, durante el alto el fuego. Otro grupo vulnerable es el de las mujeres en edad fértil, que necesitan tomar más nutrientes debido a los embarazos, la lactancia o la menstruación.

Si un problema en Gaza es tener la regla, el otro es no tenerla. La desnutrición, cuando es severa o prolongada, puede derivar en la falta de menstruación—lo que se conoce como amenorrea— al afectar a la producción de las hormonas sexuales y alterar la función del hipotálamo, que regula el ciclo.

Médicos Sin Fronteras alerta de una problemática agravada por la destrucción de infraestructuras. "Aunque usen paños, ¿cómo van a lavarlos, si tan siquiera tienen agua para bañarse o beber?, lamenta Isabel Grovas, coordinadora médica en la zona. Y recuerda que "otro problema es la falta de intimidad, porque todos usan las mismas carpas y letrinas de uso público".

Pese a los esfuerzos por aprovisionar a la población, la portavoz asegura que "no tenemos capacidad de llegar con seguridad a todas las zonas donde las mujeres pueden requerir estos productos. Sabemos que su falta supone una dificultad enorme para ellas, y es algo que siempre se consideró en los repartos. Pero no hay manera de distribuir de forma masiva".

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) trabaja para que la salud menstrual se integre en las iniciativas humanitarias en Gaza. Desde octubre de 2023, ha proporcionado a más de 300.000 mujeres y niñas provisiones de compresas para dos meses y ha distribuido kits posparto a más de 12.000 nuevas madres.

Una mujer palestina cuelga la ropa recogida entre los escombros de su casa en Gaza.

Una mujer palestina cuelga la ropa recogida entre los escombros de su casa en Gaza. AFP vía Getty Images

En la última década, pese a los déficits persistentes en educación, productos e infraestructuras, la cuestión de la salud menstrual ha comenzado a recibir mayor atención a nivel global. Esta ya no se considera solo un asunto de salud o higiene, sino una cuestión de derechos humanos.

En 2023, se adoptó la primera resolución internacional sobre Gestión de la Higiene Menstrual, Derechos Humanos e Igualdad de Género, lo que supuso un reconocimiento formal de esta cuestión en la agenda universal de derechos.