Eva Ramos, exdirectiva de publicidad y hoy gestora del bienestar canino del Barrio Salamanca, junto a dos de los perros de su "manada premium". Su agenda está completa hasta 2030.
Lo dejó todo para pasear perros de lujo: Eva Ramos, la nueva gestora del bienestar canino del Barrio de Salamanca
Exsupervisora de Cuentas en publicidad, dejó el sueldo fijo para ser autónoma y montar su propia empresa para cuidar perros.
Más información: Eva, veterinaria, da la clave para decorar la casa de forma segura para tus animales: "Estos 3 objetos provocan lesiones"
Entre sus clientes hay familias muy conocidas del Barrio de Salamanca y El Viso, muchas de ellas con títulos nobiliarios o pertenecientes a la nobleza. "Sí, también me contactó el perro de una persona muy conocida, pero ya no me daba la agenda", reconoce, medio disculpándose.
Eva Ramos dice esta frase con la misma naturalidad con la que cruza Serrano rodeada de schnauzers mini, bichones bien peinados y un par de teckels que parecen conocer perfectamente el camino a Hermosilla. "Te compras un piso en el Barrio de Salamanca… y viene con tekel".
Exsupervisora de Cuentas en publicidad, acostumbrada a grandes campañas y jornadas intensas, un día escuchó algo que lo cambió todo: "Mi marido me dijo: 'No te veo feliz'. Y tenía razón".
Ahora se ha convertido en una figura imprescindible del lujo urbano: la paseadora de perros premium cuya agenda es hoy más codiciada que la de algunos dermatólogos de renombre.
Del lanzamiento del iPhone… a lanzar The Walking dog
Antes de tener lista de espera, Ramos vivía entre briefings, deadlines y el vértigo del sector: "Había trabajado en campañas enormes, incluso en el lanzamiento del iPhone. Pero el ritmo era inhumano. No quería acostarme porque sabía que al despertarme me esperaba otro día de 20 horas".
Ese agotamiento acumulado, sumado a la sensación de haber perdido el sentido de su trabajo, la llevó a plantearse un giro radical. Lo que no imaginaba es que acabaría encontrando su lugar en el campo, rodeada de perros, bajo la lluvia o el sol, y sin jefes.
"No me creía capaz de ser tan valiente", confiesa ahora. "Dejar un sueldo fijo para ser autónoma… mis amigos alucinaron, pero ahora soy mi propia jefa con The Walking dog y soy feliz". Una agenda llena hasta 2030 y lista de espera "como un cirujano plástico".
En su web y en sus paseos por el campo se ve claramente por qué su "manada" es deseada: paseos de calidad, mañanas enteras en la naturaleza, socialización real, ejercicio y cero parques cerrados. "Tengo precios muy ajustados para el tipo de servicio que ofrezco, pero no tengo hueco desde hace años", explica.
Las mañanas de Eva transcurren en el campo, donde sus perros disfrutan de socialización real y ejercicio de calidad.
"El bienestar canino no se consigue en un parque vallado", asegura. No acepta paseos esporádicos ni "chapuzas" caninas: quienes entran en su grupo, se quedan. "Llevo más de diez años con algunos. Solo dejo sitio si alguien se muda… o si el perro fallece".
Entre sus clientes están las hermanas Fitz-James Stuart y otras familias conocidas del Barrio de Salamanca y El Viso. "Sí, también me contactó el perro de Vicky Martín Berrocal, pero ya no me daba la agenda", reconoce, medio disculpándose.
"Perrihijos": el fenómeno que más problemas de conducta está creando
Ramos, además de paseadora, es adiestradora canina formada y observa una tendencia clara: "Humanizar al perro es el mayor error. Ahora hay un acordeón enorme entre quienes saben que es un perro… y quienes lo tienen como un bebé.
Eso genera problemas que antes no existían". La frase es demoledora: "Quitarle su identidad a un perro es lo peor que puedes hacer con él".
Detecta cataratas, tristeza o estrés: la gestora del bienestar canino
El término "paseadora" se queda corto. Ella lo explica mejor: "Soy gestora del bienestar canino". Y lo demuestra con ejemplos. "A una perra le detecté un velito en el ojo y les dije: esto son cataratas. Los dueños ni lo habían visto. Y sí, eran cataratas".
Lleva botiquín, hace primeros auxilios, llama al veterinario si hace falta y detecta cambios emocionales. "Si están más tristes o nerviosos, siempre hay un motivo. Lo hablo con la familia y lo sacamos", afirma.
Y añade: "Lo que funciona es que me vean con la manada. Ven a los perros felices… y quieren lo mismo para los suyos".
La felicidad que no tenía en la publicidad
El mayor cambio no ha sido económico —"Aquí trabajas más, ganas más; trabajas menos, ganas menos"— sino vital. "Soy infinitamente más feliz. Los perros nunca te fallan, nunca te juzgan".
Y añade un matiz hermoso: "Recogerlos por la mañana y ver cómo me reciben… eso no lo cambio por nada". Llueva, nieve u haga sol. Ella sale igual. "El campo es mi oficina".
El lujo ya no son bolsos: son horas de calidad para el perro
En un barrio donde hay "más perros que niños", como dice Ramos, los paseadores premium se han convertido en un símbolo de estatus silencioso: quien consigue una plaza, demuestra que forma parte de esa élite urbana donde el animal es prioridad absoluta.
"Lo que funciona es que me vean con la manada. Ven a los perros felices… y quieren lo mismo para los suyos". Ella, por su parte, ya no piensa volver a la publicidad. Ni a un despacho. Ni a un horario que le robe la vida.
Su oficina ahora es un campo, una correa y una manada fiel. Y su frase más repetida se ha convertido casi en sociología urbana: "Son modas… te compras un piso en el Barrio Salamanca y viene con tekel".