Bagel, el gato de Erin Sharoni.

Bagel, el gato de Erin Sharoni.

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Bagel, el gato que cambió la vida de la investigadora Erin Sharoni: "Pasó 4 años en un laboratorio de toxicidad"

Bagel creció en cautividad, no tenía nombre, era el número 698 y formaba parte de un grupo de más de 200 animales utilizados en experimentos.

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Antes de ser Bagel, era el número 698. Pasó cuatro años y medio de su vida en un laboratorio de pruebas de toxicidad en Oklahoma antes de ser rescatado por Erin.

El gato no tenía nombre; formaba parte de un grupo de más de 200 animales utilizados en experimentos. Ahora ha encontrado un hogar en la costa. "Ya no es un número, ahora es parte de mi familia", cuenta Erin Sharoni, investigadora asociada en la Escuela de Medicina de Harvard.

En el momento en que la joven decidió adoptarlo, su vida cambió por completo. Trabajaba en un proyecto para promover tecnologías de pruebas sin animales y, desde entonces, se ha convertido en su misión vital.

Una vida enjaulada

"La vida de Bagel estaba marcada por la privación, a pesar de que los trabajadores del laboratorio socializaban a los gatos para que fueran más fáciles de manejar durante los experimentos", relata.

Para mantenerlos dóciles y cooperativos, los animales eran sometidos a privaciones de alimento. "Un gato hambriento es, por lo general, un animal motivado", explica Sharoni.

Su existencia se limitaba a una jaula, sin ningún tipo de estímulo ni confort. Creció en cautividad, bajo la severidad de un confinamiento, sin enriquecimiento, sin juguetes, sin árboles, sin nada. La única vez que lo sacaban de su jaula era exclusivamente para experimentar con él.

El destino de Bagel cambió gracias a la organización sin fines de lucro Beagle Freedom Project, que logró una hazaña sin precedentes: compraron el laboratorio y lo transformaron en un santuario, poniendo fin a las pruebas y salvando a los 200 perros y gatos.

Estos animales necesitaban urgentemente hogares. Erin, quien buscaba adoptar tras el reciente fallecimiento de su amado perro Bod y su gata Lentil, viajó a Oklahoma. El encuentro fue inmediato y profundo.

La desesperación palpable

Recuerda la desesperación palpable en los animales, la tristeza que reinaba en las jaulas: "Solo estaban esperando amor y afecto". Al conocer a Bagel, supo que había encontrado a su nuevo compañero. "Mi perro me lo había enviado para sanar mi corazón, porque era la cosa más dulce". Añade con certeza: "Simplemente supe que era mi gatito y que tenía que llevarlo a casa".

El viaje de regreso en avión fue una prueba para ambos. Erin estaba nerviosa, ya que la única experiencia previa de Bagel fuera de su jaula había sido durante los experimentos.

La segunda etapa del vuelo fue particularmente difícil: la frecuencia respiratoria del pequeño felino estaba muy alta, lo que dejó a su tutora muy preocupada. Afortunadamente, tan pronto como llegaron a casa, la respiración del gato comenzó a calmarse.

Los primeros días en su nuevo hogar, ubicado junto a la playa, fueron de extrema cautela. El gato se mostró temeroso; tardó en salir del baño e ingresar al dormitorio. "Todo era nuevo, interesante y emocionante para él".

Poco a poco, descubrió las alegrías de ser un gato y de recibir amor. Un día, cuenta Erin, Bagel se revolcó en una cesta de juguetes y simplemente se acostó sobre ellos. Fue en ese momento cuando supieron que estaba descubriendo lo que significa divertirse.

Al principio, se quedaba sentado en el fregadero mirando el grifo durante días, mostrando una inocencia única ante las cosas simples. "Doy muchas cosas por sentado. Aquí está este pequeño gato, tan feliz de tener incluso agua corriente".

El lenguaje del amor

Inicialmente, Bagel demostró una gran necesidad de afecto durante las primeras semanas. Erin cree que se debía al miedo de perder la seguridad que había encontrado. "Aunque ahora está más tranquilo, sigue siendo extremadamente cariñoso".

Sin embargo, la experiencia del laboratorio dejó cicatrices. Tras su primera visita al veterinario, no interactuó con Erin durante un día entero; se alejaba y huía de ella. "Probablemente, esa experiencia fue como volver al laboratorio. Tuvo una reacción traumática".

El pequeño no está acostumbrado a usar su voz. Tiene un maullido muy suave, casi un susurro, pero su principal forma de comunicarse es amasando. "Es su lenguaje de amor, la forma en la que me despierta por las mañanas".

Cuando Erin no está en casa, la ansiedad de Bagel se manifiesta. "Se sienta allí y mira fijamente a la puerta durante mucho tiempo". Por eso, planea conseguirle un compañero para que tenga compañía en su ausencia.

Su vínculo es profundo, trasciende el tiempo y la experiencia. Erin sentía que estaría unida a ese pequeño felino incluso antes de conocerlo. "Está en mi corazón de muchas maneras: está en mi trabajo, en lo que escribo y en lo que pienso a diario".