Un gato con los ojos cerrados.

Un gato con los ojos cerrados. Istock

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¿Por qué tu gato te muerde al acariciarlo? Un adiestrador lo aclara: "Ignorar sus señales solo empeora la reacción"

El problema no es que tienen un carácter difícil o una mala educación, sino que no sabemos interpretar correctamente su lenguaje corporal.

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Muchos tutores se preguntan por qué, en ocasiones, su gato pasa de un estado relajado a lanzar un zarpazo o incluso dar un mordisco mientras lo acarician.

La explicación no está en un carácter difícil o mala educación, sino en que muchas veces no interpretamos correctamente sus señales o desconocemos sus preferencias.

"Comprender su naturaleza, aprender a leer su lenguaje corporal y respetar sus límites es esencial para construir una relación de confianza y bienestar", afirma un experto en animales en un vídeo de YouTube.

Aprender dónde, cómo y cuándo acariciar a tu felino no solo mejora los momentos de convivencia, sino que fortalece el vínculo de confianza. Acariciar bien es dar cariño, respetar su naturaleza, leer su lenguaje corporal y permitir que marque los límites.

Siguiendo estas pautas, cada caricia podrá ser una experiencia positiva tanto para él como para ti.

Entender su lenguaje

Este animal conserva rasgos de su herencia solitaria, aunque la domesticación haya potenciado su faceta social. Su grado de aceptación a las caricias dependerá de factores como la genética, la socialización y las experiencias previas.

Según expone el educador, es fundamental aprender a interpretar su lenguaje corporal para saber cuándo está receptivo. Un gato que quiere interactuar muestra señales claras:

  • Postura relajada.

  • Orejas erguidas, cabeza y cola levantadas.

  • Andar confiado, a veces con la cola vibrando de emoción.

"Si observas estas conductas, sabrás que es un buen momento para acercarte". La interacción debe desarrollarse en un entorno tranquilo, con un tono de voz agudo y suave y una aproximación lenta.

Hay que dejar siempre que sea el gato quien tome la iniciativa y que termine la sesión cuando él quiera.

La técnica correcta

No solo importa el lugar en el que acaricias a tu mascota, sino también la forma en que lo haces. El experto recomienda movimientos largos, suaves y a favor del pelo, nunca a contrapelo.

Es importante evitar palmadas, golpes ligeros o pellizcos, aunque sean con intención cariñosa. Si tu objetivo es que se relaje profundamente, incluso hasta dormirse, puedes acompañar la sesión con música tranquila.

Además, intercalar periodos de contacto con pausas cada vez más largas para que el cuerpo deje de estar estimulado y empiece a descansar. La suavidad, la calma y el respeto a su ritmo son la clave.

Zonas favoritas

Conocer qué zonas disfruta tu felino y cuáles prefiere evitar es indispensable para prevenir una mala experiencia. Estas son las zonas recomendadas:

Cabeza y nuca. Peinar con las yemas de los dedos, la parte superior de la cabeza y de la nuca.

Espalda superior y media. Desde las escápulas hasta antes de la zona lumbar.

Mejillas y barbilla. Pequeños rascados suaves suelen resultar muy placenteros.

Partes prohibidas

El experto señala claramente que debemos evitar acariciar la barriga, la cola, las patas o las almohadillas. Estas áreas son muy sensibles y tocarlas puede provocar una reacción inmediata de defensa.

Si el animal comienza a mostrar señales como orejas hacia atrás, cola golpeando o cuerpo tenso, lo más adecuado es detener de inmediato la interacción. "Ignorarlas solo llevará a que suba la intensidad de las advertencias, como un arañazo o un mordisco", apunta.

Si no quieren contacto

Algunos felinos no disfrutan del contacto físico, al menos de entrada. En estos casos, los ingredientes esenciales son paciencia, respeto y el uso del refuerzo positivo. Nunca debemos castigar ni forzar a un gato, ya que eso solo alimentará el miedo o la agresividad.

Si notas que tu compañero antes aceptaba las caricias, pero ahora las rechaza, se muestra asustado o agresivo, conviene descartar problemas de salud o estrés acudiendo al veterinario.

Para los gatos más tímidos o sensibles, la estrategia ideal es una manipulación suave, positiva y gradual, asociando la experiencia al refuerzo verbal, como decirle "muy bien" con voz calmada u ofrecerle pequeñas golosinas.