Ilustración Pablo García Santos

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Salud

No, ni los vapers sirven para dejar de fumar, ni son inocuos para la salud: "Su consumo se está banalizando"

La doctora Doña, en el marco del curso ‘Nuevas formas de consumo de tabaco’ organizado en Málaga, alerta de esta nueva vía de entrada a la nicotina: “El consumo esporádico es una trampa mortal”. 

9 febrero, 2024 05:00

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No, ni los vapers sirven para dejar de fumar, ni son inocuos, ni son un producto óptimo para niños. Estas tres afirmaciones, que resultan obvias, siguen pareciendo insuficientes para frenar el aumento del consumo de cigarrillos electrónicos en los últimos años. Por eso, el Colegio de Médicos de Málaga ha organizado un curso que bajo el título Nuevas formas de consumo de tabaco trata de alertar de los riesgos que acarrea.

Esta jornada ha sido coordinada por la doctora Esperanza Doña, especialista en la materia, quien explica que una de las cuestiones que más preocupan a los profesionales está vinculada, precisamente, con ese aumento. Según diversos estudios a los que apunta, el consumo de cigarrillos electrónicos pasó del 16% al 20% en solo dos años (entre 2016 y 2018). 

No son las únicas cifras que han obligado a los expertos a poner el acento en esta realidad: la encuesta ESTUDES 2018-2019 recoge que prácticamente la mitad de los estudiantes de 14 a 18 años ha utilizado en alguna ocasión cigarrillos electrónicos: “Los vapers están siendo la vía de entrada en la adicción a la nicotina, un producto que a estas edades provoca muchos problemas como déficit de atención, dificultad de aprendizaje…”, explica.

Los dispositivos electrónicos están diseñados para, como su nombre indica, convertir líquidos en vapor; esto supone que lo que llega a los pulmones sean todas aquellas sustancias de las que se compone el líquido, pero degradadas. Es decir, aerosoles que contienen componentes (como propelinglicol y glicerina —cuando se degrada genera glicidiol, una sustancia potencialmente cancerígena—) muy perjudiciales para la salud: “No solo afectan al pulmón, sino que pueden incorporar metales”, apunta.

Esperanza Doña relata que el tabaquismo ha evolucionado constantemente a lo largo de su historia. Tabaco de mascar, pipa, cigarrillos de liar, industriales… Y ahora los electrónicos. Sin embargo, este último capítulo es de reciente llegada por lo que faltan más estudios y con mayor profundidad temporal para poder incidir en todas las consecuencias vinculadas a ello. 

Lo que se sabe hasta la fecha, y que a la vez resulta lo más evidente, es que produce daños en los pulmones (sobre todo de niños) y que puede agravar enfermedades pulmonares como el asma bronquial: “Hay datos que afirman que afecta a los mecanismos de defensa pulmonar, aunque son experimentales y se han obtenido mediante la exposición de estos humos a animales”, matiza. 

Del mito al hecho

La labor de los especialistas, últimamente, tiene un plus añadido: ya no solo trabajan en el campo de la salud, sino que tienen que realizar un ejercicio de educación y concienciación para con los pacientes. Una de las situaciones para recurrentes está relacionada con la mitificación que existe en torno al vaper: “Muchos dicen que no fuman, porque diferencian entre el cigarro tradicional y el electrónico. Cuando les pregunto por lo segundo, ya es cuando me dicen que sí”, destaca. 

Del mismo modo, es frecuente escuchar que vapean “para dejar de fumar”: “Lo más probable es que acaben teniendo un consumo dual, aunque no lo conciban así. Existe una falsa creencia que dice que el fin del vaper es acabar con el tabaquismo, pero no hay datos que avalen esa tesis”. 

"El consumo esporádico es una trampa mortal porque empiezan los fines de semana y luego a diario. Teniendo en cuenta la facilidad para consumir en entornos cerrados, como no va a crecer", asegura. 

Dentro de este espectro se puede hablar del atractivo que suscitan estos dispositivos entre jóvenes… y sus mayores: “En el ambiente familiar no podemos ser permisivos con esto; se está banalizando. Muchos padres dicen que mejor que el niño vapee en vez de fumar, pero es que un niño no tiene que consumir nada porque las consecuencias las estamos viendo”, añade Doña. 

Esta neumóloga del Hospital Regional subraya que todo el atrezo con el que se envuelve este producto es otro hándicap: “Son atractivos para la gente, con sabores dulces y colores llamativos. Un cigarro tradicional está malo, pero si es de sandía o gominola no. Lo mismo pasa con las pipas de agua (cachimba), que también se consumen en interiores y que generan una cantidad enorme de humo. Todo ello sin contar con que se comparten mangueras y boquillas, favoreciendo las transmisiones”.