Vistas de Hinojares (Jaén).
Es cero turístico, pero se come de maravilla en este pueblo de 300 habitantes en Jaén: "Cocina casera en un entorno natural"
Aquí triunfan los guisos caseros, las migas hechas como antes, la carne de caza y los tallarines serranos.
Más información: El restaurante de carretera en Málaga conocido por su "mega fuente" de patatas fritas caseras: sirven más de 90 kilos al día
Con poco más de 300 habitantes y una tranquilidad difícil de encontrar en otros rincones, un pequeño municipio jiennense conserva intacta la esencia de los pueblos serranos: calles estrechas, casas blancas, balcones con flores y un paisaje que combina barrancos, pinares y olivares.
A pesar de su tamaño y de lo poco conocido que es, Hinojares esconde grandes atractivos y una buena gastronomía.
Parte de esa fama se debe al Restaurante Valle del Turrilla, un establecimiento familiar situado a la entrada del pueblo que se ha convertido en parada obligatoria para senderistas, viajeros y amantes de la cocina tradicional.
Su propuesta es sencilla y honesta: platos serranos elaborados con producto local, recetas heredadas de generaciones y raciones generosas. Aquí triunfan los guisos caseros, las migas hechas como antes, la carne de caza y los tallarines serranos, sin olvidar los postres artesanales que ponen el broche final perfecto.
Aunque pequeño, Hinojares ofrece varios rincones que merecen ser descubiertos. Pasear por el Barrio Alto y el Barrio Bajo es adentrarse en la arquitectura tradicional del municipio, con casas encaladas y calles que conservan la autenticidad del pasado.
Una de las señas de identidad del pueblo son sus casas-cueva, viviendas excavadas en la roca que aún hoy se utilizan y que muestran una forma de vida única en la zona.
Desde el Mirador del Cerro se obtiene una panorámica espectacular del valle del río Turrilla, especialmente al atardecer. La Iglesia de San Marcos, aunque sencilla, representa el corazón del pueblo y uno de sus espacios con más historia.
El entorno natural que rodea Hinojares es otro de sus grandes tesoros. Las rutas que bordean el río Turrilla, los senderos entre pinares y olivares y los barrancos que se abren paso entre las montañas ofrecen un escenario perfecto para quienes buscan naturaleza en estado puro.
En verano incluso es posible encontrar pequeñas zonas de baño naturales donde refrescarse. Todo ello convierte al pueblo en un refugio ideal para senderistas, fotógrafos y viajeros que ansían desconectar del ruido.