Lodewijk, cabecilla de Craxi Queso.

Lodewijk, cabecilla de Craxi Queso. Alba Rosado

Gastronomía

Lodewijk, el chaval holandés que se ha ganado al mercado de Huelin y al de La Merced con sus quesos: "Aquí soy 'el Luis'"

Tras meses en las cocinas de la Marina de su país, tras la pandemia dio un cambio de vida y fundó en Málaga Craxi Queso, una empresa en la que vende quesos de pequeñas granjas de su país.

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Mercado de Huelin a media mañana. Para andar por sus estrechas calles hay que ir esquivando a personas que aguardan colas en diversos puestos, sobre todo, de pescado y marisco. “Ponme un par de kilillos de gambas, hijo, que hoy viene mi gente”, dice una señora, con gracia y acento andaluz, a uno de los pescaderos. A unos metros, otro puesto llama la atención de todo el que pasa por lo llamativo de su producto principal: el queso.

Grandes y coloridas piezas decoran todo el establecimiento generando una sensación estética muy agradable y poco tradicional en un mercado municipal de toda la vida. Más curioso es todo si cabe cuando escuchas hablar en clave guiri, pero con un regustillo andaluz, al encargado del puesto, un holandés de 24 años llamado Lodewijk, un nombre bastante difícil de pronunciar para los clientes del mercado, quienes lo han apodado como ‘el Luis’.

A Lodewijk le brillan los ojos cuando habla de queso. No es una pasión heredada, ni una tradición familiar. De hecho, él mismo lo resume con una sonrisa: “No tengo familia en quesos, no sé cómo he acabado dedicándome a esto, solo sé que me encanta. I love it!”.

Este chaval, con unas ganas de trabajar tremendas y con una confianza brutal en su proyecto, llamado Craxi Queso, se ha metido en el bolsillo al público del mercado de Huelin, pero también al del mercado de la Merced, muy diferente uno de otro. Allí tiene otro puesto donde también vende quesos artesanales importados directamente de pequeñas granjas de su país natal. Su historia es la de alguien que llegó a Málaga sin un plan claro y que, en apenas tres años, ha creado una marca reconocible que levanta pasiones.

Antes de aterrizar en la capital malagueña, Lodewijk trabajaba en las cocinas dentro del servicio militar en Holanda. Fue entonces cuando descubrió que, más que cocinar, lo suyo era el trato directo con la gente y el producto. Sus abuelos, ya fallecidos, vivían en el norte de España —en Cataluña— y esa pequeña conexión con el país terminó de empujarle tras la pandemia a cambiar de aires. “Llegué sin ideas, sin nada. Trabajé un poco y luego abrí una tienda de quesos en el Mercado de la Merced”, dice, algo escueto, pero con una sonrisa.

Aquel primer puesto nació con una visión muy concreta: vender a turistas y a holandeses residentes. Pero pronto se dio cuenta de que quienes más valoraban sus productos eran los propios malagueños. “Aquí hay mucho queso de cabra y de oveja, pero poco de vaca. Cuando lo prueban, dicen ‘¡guau, qué bueno!’”, cuenta.

Una imagen del puesto en Huelin.

Una imagen del puesto en Huelin.

Aunque su primer contacto fue con el céntrico Mercado de la Merced, Lodewijk apostó después por un ambiente más local: el Mercado de Huelin. “La Merced tiene más turistas, pero Huelin es el mejor mercado para la gente de aquí”.

Estar en un mercado también tiene para él un valor emocional. “En Holanda los mercados son en la calle, muy vivos. Yo quería traer un poco de esa idea aquí, donde los mercados son cubiertos, pero igual de importantes”. Y así lo vive cada día. “Aquí la gente no solo compra, también viene a hablar, a conversar, sobre todo los mayores. Me encanta que vuelvan siempre, yo les diga ‘hola Pepi’ y me llamen Luis, porque Lodewijk es muy difícil de pronunciar”, confiesa entre risas.

Lodewijk abrió Craxi Queso con solo 22 años. Hoy emplea a cuatro personas, incluida su hermana, que vivió con él durante un tiempo en Málaga y volverá pronto desde Holanda para seguir ayudando. Aunque sus puestos físicos están en Málaga, el negocio no se queda ahí: venden queso a través de su web, www.craxiqueso.com, para que tanto españoles como extranjeros puedan comprar online sus productos.

Algunas de las trabajadoras de Craxi Queso.

Algunas de las trabajadoras de Craxi Queso.

La vida en Málaga: dificultades, contrastes y mucho aprendizaje

Llegar a Málaga no fue fácil. “Al principio no hablaba español y nadie respondía a los correos en los que les pedía alquilar su casa. Aquí hay que llamar, hablar. Eso fue muy complicado para mí”. Con el tiempo, y sobre todo gracias al contacto diario en el mercado, ha aprendido el idioma de forma autodidacta. “Nunca he hecho un curso. A mí me sirve más hablar con la gente. Aunque mi gramática es muy mala”, reconoce.

Aun así, ha conseguido adaptarse. Vive de alquiler, conoce a sus vecinos y ha hecho amistades con otros comerciantes del mercado. “La gente aquí es muy feliz, muy divertida. Siempre con energía, incluso a las cinco de la mañana”, confiesa entre risas.

Pese a ser ‘guiri’, es crítico con uno de los grandes problemas que afecta a Málaga: la vivienda, pues ha vivido esta problemática en sus propias carnes: “Conocí a una pareja holandesa que compró una casa junto al Mercado de la Merced solo para el verano. El resto del año está vacía. Ese es el problema, y pasa también en Holanda”.

Craxi Queso trabaja con ocho granjas familiares holandesas, algunas con más de 150 años de historia. Lodewijk defiende su negocio a través de un modelo basado en la calidad: “No vendo quesos industriales. Solo productos de granja, auténticos. Algunos vienen de explotaciones muy pequeñas, con solo diez vacas. Eso es lo que marca la diferencia. Yo sabía que había venta de queso en Málaga, pero no este tipo”.

Para Lodewijk, el futuro pasa por seguir haciendo crecer la marca, pero sin perder el alma del proyecto: el contacto con la gente. “Lo importante no es solo vender, es crear una relación. Aquí la gente vuelve porque se siente bien. Y eso es lo más bonito del mercado. Invito a todos a venirnos a visitar, a que lo prueben. Los que lo prueban suelen repetir y nunca he recibido quejas, además vendemos online a otros países del mundo”.