La Feria de Abril y las elecciones autonómicas, eje del nuevo thriller de Sergio Sarria: solo ha pasado tres veces

La Feria de Abril y las elecciones autonómicas, eje del nuevo thriller de Sergio Sarria: solo ha pasado tres veces

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Sergio Sarria, autor de 'Cuando nadie nos ve': "La Semana Santa tiene algo de thriller: empieza en luz y acaba en oscuridad"

El malagueño publicará a finales de este año la tercera parte de Cuando nadie nos ve, cuya adaptación es número 1 en Max.

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Carmen Barainca
Publicada

Del éxito de El Intermedio a conquistar el New York Times con una serie basada en su propia novela: Sergio Sarria vive un momento clave en su carrera. El escritor malagueño acaba de ver cómo Cuando nadie nos ve, un thriller que mezcla Semana Santa, bases militares americanas y el humor andaluz, se ha convertido en el fenómeno de HBO Max.

Ahora prepara el cierre de la trilogía con una nueva novela ambientada en la Feria de Abril de Sevilla. Asegura que a su protagonista, Lucía Gutiérrez, le quedan momentos felices por vivir. Un regalo tras tanta tristeza.

El autor sueña con contar algún día una historia que toca muy de cerca: La Desbandá. Un trágico episodio que vivió su ciudad natal y pocos se han atrevido a reencarnar. En EL ESPAÑOL de Málaga hablamos con él para conocer más sobre su último éxito.

¿Por qué la novela se titula Cuando nadie nos ve?

Aunque pueda parecer la canción de Alejandro Sanz, la titulé así porque conectaba con todos los personajes. Me interesaba la diferencia entre la imagen que damos a los demás y la imagen real de quiénes somos. El título refleja eso: la fragilidad, la vulnerabilidad, todo lo que intentamos no mostrar.

Muchos thrillers giran en torno a lo que se ve. Sin embargo, tú apuestas por lo que no se ve. ¿Qué sensación quieres generar en el lector?

Me gusta la idea de que el thriller sea una excusa para hablar de temas que me preocupan: conflictos personales, realidades sociales como la inmigración, la soledad de los ancianos, el alzheimer... Todo eso va por debajo del crimen o el policíaco. Pero son temas que están, aunque no en primer plano.

¿Qué parte de verdad hay en Cuando nadie nos ve?

Casi todo. Todo lo que viven los personajes podría haber ocurrido. La realidad de las bases americanas es poco tratada y muy potente. Por ejemplo, durante la guerra de Afganistán, los aviones que iban a Guantánamo paraban en Morón de la Frontera. Simplemente esa realidad ya tiene interés. La parte de procesos judiciales o burocráticos está ficcionada por exigencias del ritmo narrativo, pero todo lo demás está documentado.

¿Hay algo de tu vida personal en la novela?

La Semana Santa siempre me ha fascinado y he querido plasmar la visión que tenía desde pequeño. En los agradecimientos hablo de eso. Para mí y para muchos andaluces, la Semana Santa es casi un rito iniciático. Es la primera vez que tus padres te dejan salir solo, el primer helado del año, las camisas nuevas... Todo eso está en la novela. Incluso la escribí escuchando música de Semana Santa, que me recordaba a mi abuela.

¿Cómo se te ocurrió mezclar la Semana Santa, la base militar estadounidense y el harakiri?

Para generar contraste, un choque cultural fuerte. En un mismo pueblo andaluz conviven tradiciones muy arraigadas con una base americana donde ocurren cosas “raras” para ese entorno. Eso ya pasaba en los años 50-60. La influencia cultural de las bases fue enorme, y quería marcar esa diferencia. Por eso la mezcla.

¿Por qué decidiste estructurar la historia según los días de la Semana Santa?

Porque la propia Semana de Pasión ya tiene un componente de thriller. Empieza en la luz del Domingo de Ramos y se va oscureciendo con el paso de los días. Eso acompasa la evolución de los personajes, que también se van revelando poco a poco hasta que los ves de verdad.

¿Cómo surge tu inspiración para desarrollar a los personajes?

Tenía claro que quería evitar el típico perfil de policía torturado. Me interesaba poner al frente a dos mujeres, eso ya genera un conflicto en sí mismo. Una mujer de la Guardia Civil o en el ejército de EE. UU. tiene que luchar mucho más que un hombre para llegar a posiciones de poder.

Además, quería mostrar algo que no se ve en las novelas policíacas o series con protagonistas masculinos: las mujeres no solo se obsesionan con un caso, sino que tienen que lidiar con otros problemas, como una suegra con alzheimer o una hija adolescente con dificultades. Me parecía mucho más interesante desde el punto de vista dramático.

¿Tenías clara la personalidad de Lucía Gutiérrez desde el principio?

Desde el principio no. Pero quería que Lucía tuviese sentido del humor, algo que tiene que ver con mi propia trayectoria. Quería que fuera irónica. No todo podía ser triste. Además, como la historia se desarrolla en Andalucía, pensé que un thriller que sucediera aquí no podía ser igual que uno sueco.

Por ejemplo, yo viví en Sevilla durante la Madrugá del pánico en el año 2000. La gente salió corriendo pensando que había un tiroteo o una bomba. Pero recuerdo una pareja que, en medio de la huida, se miraron y él le dijo: “Cuando lleguemos a Plaza de Armas compramos churros, para evitar una baja de tensión”. Eso me fascinó, cómo podemos enfrentar situaciones de pánico con un toque de humor.

Si Lucía Gutiérrez, la protagonista, pudiera salir del libro y sentarse contigo, ¿qué crees que te diría?

Me diría: “¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no me das ni una escena un poco alegre?”. Y tendría razón. Yo le respondería que sin conflicto no hay ficción. Pero sí, creo que me lo reprocharía. De hecho, en la última novela de la trilogía, que saldrá en invierno de 2025, me propuse darle algunos momentos felices. Sentí que ya le había dado demasiados conflictos y que merecía un pequeño regalo. Así que, si me la encontrara, le diría: “Ten paciencia, que lo bueno está por llegar”.

¿Tienes pensada la evolución de los personajes antes de escribirla o surge mientras vas escribiendo?

Yo escribo novelas como desarrollo las series. Necesito saber absolutamente todo lo que va a pasar. No soy de esos escritores que improvisan página a página. Yo trabajo con una escaleta, capítulo por capítulo, día por día, y personaje por personaje. No solo a nivel de trama, sino también a nivel emocional.

¿Qué investigación hiciste para conocer sobre la base militar estadounidense?

Esto es curioso. Cuando trabajaba en El Intermedio, el director en ese momento, Emilio Sánchez Romero, era de Morón, y me contaba muchas historias relacionadas con la base militar. Eso despertó mi interés. Luego, contacté con gente que trabajaba allí y fui adquiriendo ciertos conocimientos.

Sin embargo, como la realidad supera la ficción, traté de que la base tuviera apariencia de verosimilitud. Pero no es completamente realista, porque los protocolos allí son muy estrictos. Si te ajustas demasiado a eso, se pierde tensión narrativa.

¿Cuál ha sido la parte más difícil de escribir de la novela? ¿Y la que más has disfrutado?

Sin duda, el final. Los finales son complejos, sobre todo en novelas de más de 400 páginas. Cuando llevas tanto tiempo acompañando al lector, tienes miedo de decepcionarlo al final. Intento que la última parte esté a la altura del resto y me pongo más concentrado, tenso. Pero al mismo tiempo, por ese mismo motivo, lo acabo disfrutando. Lo afronto con una mezcla de miedo y respeto.

Cuando nadie nos ve HBO Max

Cuando nadie nos ve HBO Max

Tu novela ha dado el salto a la pantalla y ha conquistado a la crítica del New York Times. ¿Cómo has vivido todo ese proceso?

La verdad, te deja un poco descolocado. Pero lo vivo con tranquilidad, mi día a día sigue igual. Me levanto, saco a los perros, me pongo a escribir... eso no cambia. Como dice Eduard Solà, para los guionistas o novelistas, la visibilidad no es tanto por aparecer en medios o fotos, sino porque te da margen de negociación, bien sea con una editorial o una productora. En ese sentido, claro que hace ilusión: es un escalón más que te permite estar en una posición distinta el día de mañana. Pero no te cambia tanto.

¿Qué papel tienes en la serie?

En esta ocasión, ninguno más allá de ser el autor de la novela. Para mí sí era importante que los guionistas fueran andaluces. En este caso, el creador, Dani Corpas, junto a Isa Sánchez y Germán Aparicio, son todos malagueños. Eso era clave, porque muchas veces, cuando nos cuentan desde fuera —me refiero a los andaluces— nuestras tradiciones o nuestras pasiones, lo hacen con cierto clasicismo, con una visión estereotipada en la que parece que aquí todo el mundo es fundamentalista. Y no es así.

¿Cuán afín consideras la obra con la serie?

Bastante. En esta serie encuentro muchas similitudes. Aunque las tramas no sean exactamente las mismas y vayan por caminos distintos, comparten un objetivo común. Los personajes, aunque recorren trayectos diferentes, acaban enfrentándose a los mismos conflictos.

En ese sentido la adaptación funciona muy bien. Yo sigo viendo en pantalla lo que ya estaba en el libro, esa idea del choque cultural. Por ejemplo, hay un plano donde se ve una levantá de un paso que parece llegar al cielo, y justo aparece un avión aterrizando de la base americana, que te conecta con un teniente de esa base. Eso condensa lo que yo quería transmitir en la novela. Y lo logran en apenas un minuto. Está muy bien conseguido.

¿Cuál es el cambio que más te ha sorprendido?

El que más me ha sorprendido, para bien, es el personaje Andrew Taylor. Lo han desarrollado por otro camino. De hecho, el capítulo cinco me parece un capitulazo. Ahí está la mayor diferencia con respecto a la novela, y eso me gusta mucho. Porque, como decía, aunque el enfoque sea distinto, está contando lo mismo. Y para mí, eso es precisamente lo que define una buena adaptación.

¿Crees que fue un acierto estrenar la serie cerca de Semana Santa?

Totalmente. De hecho, te cuento una anécdota. Durante el rodaje, dos semanas antes había sido Semana Santa, y como llovió, casi no salieron cofradías. Pero en el rodaje salieron todas. Fue muy bonito, porque la gente pudo disfrutar de una Semana Santa que se habían perdido. Me parece un acierto. Entonces, que puedas tener una pequeña dosis de procesiones por si las echas en falta, me parece maravilloso.

¿Las personas del pueblo eran parte del rodaje?

Prácticamente todo el mundo estuvo implicado en la serie: como extras, como actores, cediendo material… Las cofradías, los enseres, los pasos… todo lo que aparece es original. Lo prestaron. No fue una serie que llegó desde fuera a imponer algo. Fue una producción que llegó, escuchó al pueblo, y se creó una simbiosis real. Se han nutrido mutuamente. La gente la ha sentido suya, no como algo ajeno.

Incluso se modificó lo que en Málaga es el Recorrido Oficial —que en Sevilla, en Morón, se llama Carrera Oficial— para favorecer el tiro de cámara. Y cuando la gente lo vio en pantalla, les gustó tanto que se planteó en el Ayuntamiento una votación para mantener ese nuevo recorrido en la vida real. Es una muestra de cómo la serie ha calado, pero también de cómo el pueblo ha recogido y valorado esa visión.

Después del éxito de Cuando nadie nos ve, ¿sientes más presión o más libertad para escribir tu próxima novela?

¿Presión? No. Lo que sí siento es que ahora, cuando me pongo a escribir a Lucía Gutiérrez, la veo con el rostro de Maribel Verdú. Eso sí me influye. Sobre todo en cosas que no estaban en la novela. No lo siento como una presión, sino como una oportunidad. No pueden ser compartimentos estancos. Hay ideas que han incorporado que me parecen interesantes. Me sirve de inspiración, y lo tengo en cuenta.

Portada novela 'Cuando nadie nos ve'

Portada novela 'Cuando nadie nos ve'

¿Puedes adelantarnos algo sobre tu próxima novela?

Se desarrollará en Sevilla. En 2019 ocurrió algo muy particular que solo ha pasado tres veces en la historia de la ciudad: coincidieron la Feria de Abril y las elecciones locales y autonómicas. Me parece un escenario ideal para un thriller, con ese ambiente de fiesta mezclado con la tensión de una campaña electoral.

Además, me gusta estructurar las historias en torno a bloques de tiempo definidos. En Cuando nadie nos ve era la Semana Santa, una semana exacta; en El Terral, también eran cinco o seis días. En esta próxima entrega serán cinco días de Feria. Estará disponible en invierno de 2025.

¿Hay alguna historia que lleves tiempo queriendo contar?

Como malagueño, la historia que más me gustaría contar es la de La Desbandá. Una historia que en Málaga ya empieza a conocerse, pero fuera no es demasiado conocida, y es profundamente dolorosa. Al igual que Picasso —también malagueño— pintó el Guernica, creo que esta historia merece tener su propio relato, ya sea en forma de largometraje, serie o novela. Necesita lo visual, porque lo que ocurrió fue catastrófico.

Dramáticamente es muy potente: niños y madres caminando hasta Almería bajo bombardeos por tierra, mar y aire. Es uno de los episodios más crueles de la Guerra Civil, y también de los menos contados. Por eso mismo, porque fue especialmente duro y mal gestionado por parte del Gobierno republicano, y extremadamente brutal por parte del bando franquista. Es otra de esas historias del sur —como pasó también en Extremadura o Badajoz— donde la represión fue salvaje, y que no tienen el mismo nivel de difusión que, por ejemplo, el bombardeo en Guernica.

¿Cuál ha sido el momento más gratificante de tu carrera?

Diría que cuando El Intermedio alcanzó los tres millones de espectadores. Yo empecé allí cuando apenas tenía audiencia, en los inicios de La Sexta, y ver cómo creció fue algo muy emocionante. Es como empezar a jugar un videojuego con el Recreativo de Huelva y terminar ganando la Champions. Otro gran momento fue cuando Movistar dio luz verde a Cerna, la adaptación de mi novela. Fue muy especial por ser mi primera adaptación literaria. Y luego, con Cuando nadie nos ve, también viví una etapa muy feliz. Esos serían mis tres momentos más significativos.