Una imagen de archivo de los fuegos artificiales en Málaga.

Una imagen de archivo de los fuegos artificiales en Málaga. Diócesis de Málaga

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Otro agosto sin Feria de Málaga: felices 'no fuegos' a todos

Sin pandemia, esta noche en el paseo marítimo estaríamos más juntos que las sardinas en un espeto y veríamos cómo el mar se llena de colores a eso de la media noche, pero tendremos que esperar un año más para verlo.

13 agosto, 2021 07:18
Málaga

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Hoy me he levantado con ganas de ponerme detrás de la oreja esa flor roja que mis padres me plantaban cada inicio de feria en la cabeza. Me he levantado con ganas de ver en el portal de mi vecina de enfrente a ese grupo de jubiladas que cantan y bailan con sus trajes de flamenca en la asociación de vecinos horas antes de que comience la feria de Málaga

Estoy tan emocionada, que me he puesto mientras desayunaba en la televisión la redifusión de Procono de hace un par de años, cuando los presentadores estaban sentados muy juntos en la pequeñísima esquina de la caseta, mientras sonaba la orquesta Metrópolis, y ninguno teníamos ni idea de lo que era el dichoso coronavirus.

En 2019, una noche como la que caerá hoy, estaba sentada en una de las zonas de césped de La Malagueta. Sí, esas en las que durante el día solo tiene ovarios de sentarse la guiri cuyo tono de piel ya se asemeja al del salmonete. 

Tenía a una niña pequeña al lado que me amenizó la espera a los fuegos artificiales con sus carjadas y sus juegos tímidos. No recuerdo su nombre, pero era su primera feria y sus primeros fuegos. "¿Nos podéis hacer una foto?", nos decían a mi pareja y a mí sus padres, que babeaban con la niña vestida de gitana sin saber que la compra de aquel traje no sería la inversión más rentable de sus vidas.

Anoche estaba precisamente en esa misma playa intentado ver alguna perseida y el par que acabé viendo robaron protagonismo al resto. Tampoco había rastro de los técnicos que montaban el escenario para que el pregonero o pregonera diera el pistoletazo de salida de la feria 2021.

El chico del kiosco estaba vendiendo su último helado y un par de chavales estaban bebiéndose un litro de tinto de verano mientras arreglaban con sus palabras este mundo tan loco. Uno de ellos se lamentaba de que María le hubiese dejado. Supongo que esto es lo más cerca que estaré de ver este año a un chaval llorando en el botellón de lo borracho que va.

En mi mente, anoche, aquel "Málaga se va a dormir, en su cuna de coral, mira niña a las estrellas, que niña más bella, mecidita sobre el mar", que entonaba Alborán en mitad de su pregón. Aquel "Yo soy un loco que escapó" de Pablo López o aquel "A disfrutar, malagueños", con el que cerraba su discurso Adelfa Calvo, pregonera del año 2019.

Es curioso como ya Dani Rovira comentaba en su pregón hace nueve años que sería de "cínicos" obviar en sus palabras la crisis, el paro y el recorte de derechos fundamentales que, en sus propias palabras, "estaban agotando nuestra fuerza y mermando nuesta buena voluntad". Ay, Dani. Si tú supieras lo que iba a ocurrir casi una década despúes. Tus palabras me recuerdan a aquello que decíamos de que la pandemia nos haría mejores y un año más tarde aquí estamos todos echándonos trastos a la cabeza, pero esa es otra historia.

Esta tarde bajaré a la playa de la Misericordia parar recordar los que han sido, en realidad, la mayoría de inicios de feria de mi vida. Con la familia o con amigos, daba igual. Allí que nos íbamos a echar la tarde en la playa para que, a media noche, viésemos cómo la bahía malagueña se bañaba de colores con el reflejo de los fuegos artificiales.

No sé si se sentirán identificados aquellos de la zona oeste, pero yo, que iba con cada una de las canciones que sonarían durante el espectáculo bien estudiadas, tenía que medio adivinarlas a través de unos altavoces que en la zona dejaban mucho que desear.  Recuerdo un año que llevé una playlist con música de cantantes malagueños que reproduje durante los fuegos consiguiendo los aplausos de nuestro alrededor. A grandes problemas, grandes soluciones. ¿O no?

Y la noche de hoy la cerraré en el Parador de Málaga, donde podré reflexionar sobre la suerte que tengo de ser de Málaga viendo las maravillosas vistas que nos ofrece la altura a la que se encuentra el Castillo de Gibralfaro.

Allí me tomaré un San Francisco, siempre sin alcohol, que le pediré a Juan, un malagueño de pro que lleva años atendiéndonos con una sonrisa en la cara. Y así brindaremos por lo que está por venir, celebrando estar vivos y poder tener tantos recuerdos felices de la feria de nuestra tierra sobre los que poder charlar con los nuestros. Y con vosotros. Felices 'no' fuegos a todos.