Para saber el futuro solo hay que mirar lo que dice China que va a hacer. En los últimos planes quinquenales han hecho exactamente lo que han dicho. También conviene leer The Atlantic, Politico, The Economist y los informes de la Corporación Rand, especialmente los de National Security. Estos también han ido anticipando todas las barbaridades que los EE.UU. han ido cometiendo en geopolítica.

De todas formas, tómense a la prensa con pinzas porque en los 90 The Economist publicó varias notas que pronosticaban el colapso económico de China debido a su sistema político autoritario y falta de reformas de mercado.

Sin embargo, China no solo evitó el colapso, sino que se convirtió en la segunda economía mundial (hoy la primera en paridad de compra) y líder en innovación tecnológica.

También en 2016 The Economist consideró improbable que Trump ganara la presidencia de EE.UU. y subestimó su impacto geopolítico. No solo ganó, sino que redefinió la política exterior estadounidense y desestabilizó alianzas clave, como la OTAN y el acuerdo climático de París.

Europa parece que no tenga otra obsesión que el flanco Este y la guerra de Ucrania. La Comisaria del Asunto Exterior es de un país báltico y está bastante marcada por los rusos. Con enormes minorías eslavas, ortodoxas, ruso parlantes, en su país, mejor se aplican a convivir e integrarlos democrática y socialmente o, como se les ocurra seguir el camino del apartheid que se produjo en el Este de Ucrania tras el Maidan que derivó en una guerra civil abierta y la final intervención de Rusia, tienen motivos para estar preocupados.

Rusia está pactando con EE. UU un nuevo orden mundial. China no se dobla en sus aspiraciones estratégicas y, cuando ha cerrado el grifo de las tierras raras, Trump ha cedido, a cambio de vender soja y obtener los preciados elementos para la industria militar, los semiconductores y la propia electrificación. No se pueden hacer imanes de alta magnetización sin neodimio, no se pueden hacer amplificadores de banda k sin germanio o galio, o, al menos, no se pueden hacer con coste enorme, económico, energético y ocupando un gran volumen.

Europa, que lo mismo dice que los semiconductores son estratégicos cuando se da cuenta en el Covid que se habían dejado de fabricar millones de coches por falta de chips, y dota un plan millonario (47.000 millones de euros) que permite que Holanda nacionalice Nexperia a pesar de que buena parte de sus chips eran versiones tecnológicamente maduras y low cost para la industria del automóvil que se ha vuelto a parar, esta vez no por TSMC y la falta de chips, por falta de inversión en nodos maduros.

Sino porque Europa es el ejército de Pancho Villa con todos mis respetos para los revolucionarios mejicanos. Unos pidiendo que se aflojen, otra vez, los objetivos de descarbonización para evitar que la electrificación sea a los coches lo que fue a los paneles fotovoltaicos.

Si quemamos toda la industria en la pira de la descarbonización, seremos un desierto industrial y compraremos solo coches chinos. Si no al tiempo. Si no apretamos en descarbonización, nos cargamos el planeta. Hoy, la verdad es que todo el bloque occidental no supone apenas el 40% de PIB y mucho menos (en torno al 10%) de la población mundial.

Por mucho que el 5.5% de la población mundial no produzca ni un gramo de CO2, incluso regenere, no podemos, tener 0 emisiones a base de traerlo todo de China. Es evidente que necesitamos acuerdos internacionales, proteger y exigir que nuestra industria se ponga las pilas, como han hecho los chinos con la suya y tener a alguien que mire por Europa, que está a punto de quedarse “colgando de la brocha”, otra vez, pagando la guerra de Ucrania, sin peso en industria energética por no tener acceso a energía barata, como el gas ruso, sin industria de semiconductores, si no tiene acceso a las tierras raras.

El papelón del secretario general de la OTAN, que había sido primer ministro de Holanda, no tiene parangón. Mientras tanto el impacto de la nacionalización de Nexperia no se ha calibrado bien en la maltrecha industria automovilística europea.

La nacionalización de Nexperia refuerza la seguridad tecnológica europea a corto plazo, pero agrava la confrontación geopolítica con China, genera riesgos de interrupciones en el suministro y sienta un precedente para futuras intervenciones estatales en compañías estratégicas en Europa.

Un año de tregua han pactado China y EE. UU en Busan. Demasiado poco si EEUU piensa que va a tener alternativas en ese plazo, la industria de refino de tierras raras es muy intensiva en capital, altamente tecnológica y tienen un enorme impacto ambiental que pocos están dispuestos a asumir.

La iniciativa acordada por el G7 para potenciar la industria de las tierras raras es un tanto de Antoñita la fantástica. Veremos en qué queda. Léanse los acuerdos e iniciativas del G7 de los últimos 20 años y verán en qué suelen acabar.

Repetidamente, el G7 ha lanzado acuerdos para combatir el cambio climático, pero carecieron de mecanismos robustos y de cumplimiento. Por ejemplo, el pacto climático de Glasgow de 2021 no logró recortes relevantes ni detuvo el incremento de emisiones globales, con muchos miembros incumpliendo sus propios compromisos.

Otras iniciativas, por ejemplo, fueron los repetidos acuerdos sobre reforma de instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial que no implementaron cambios sustanciales ni democratizaron la gobernanza global, quedando en meros anuncios sin efecto significativo.

Pero ahora van a triunfar con el Germanio, el Galio, el Gadolinio, el Neodimio… Lean ustedes la Agenda de Lisboa de una UE que hace mucho tiempo que no hace lo que dice ni dice lo que hace.

El primer objetivo era convertir la UE en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo para 2010. Han pasado 15 añitos más y ya se ve que esto no va a pasar. Confundieron fines con medios y fijaron la inversión del 3% del PIB en I+D como objetivo.

La UE no alcanzó el 3% del PIB en I+D (se quedó cerca del 2% en 2010 y alrededor del 2,2% en 2024), por detrás de EEUU, Japón y Corea. La Estrategia de Lisboa fracasó en sus ambiciones centrales: liderazgo de competitividad, creación de empleo de calidad, incremento sustancial en I+D, cohesión social avanzada y transición digital puntera.

Estos resultados llevaron a una profunda revisión y una nueva estrategia Europa 2020. Hoy la estrategia del 2020 también pinchó. El mayor déficit de la estrategia estuvo en cohesión social, generación de empleo e insuficiente inversión en I+D, aún no llegamos al 3%, frente a las metas planteadas.​

El plan Draghi está en un cajón, la Europa sostenible, inclusiva y resiliente, duerme el sueño de los justos. La soberanía estratégica y tecnológica la mandamos a paseo en cuanto hay que comprar cazas de última generación a EE UU, como ha hecho Alemania en lugar de desarrollar el nuevo FCAS, el programa para un caza europeo. Boeing, Lockheed Martin suben como la espuma mientras Airbus, que podría estar recibiendo el empujón y los pedidos, tiene la cartera atragantada y los proveedores asfixiados.

En sus planes quinquenales China es otro cantar. Objetivos 2001-2005: crecimiento anual promedio del 7%, PIB de 12.500 mil millones de yuanes, control del desempleo urbano al 5%, equilibrar sectores económico y social, aumentar inversión en I+D a más del 1,5% del PIB, elevar la urbanización y sostenibilidad social. Logró el crecimiento económico previsto, control del desempleo, avances en urbanización y estructura industrial, aunque la inversión en I+D quedó cercana, pero sin superar el 1,5%.​

China ha mantenido un alto grado de cumplimiento en todos sus planes quinquenales, logrando metas de crecimiento, desarrollo social y tecnológico. Los mayores desafíos han sido la transición ecológica y lograr la autosuficiencia tecnológica plena, con resultados aún en mejora, pero reconocidos como polos de atención en los planes recientes.

Carlos Tavares, que fue CEO de Stellantis y responsable en buena medida de cómo está ahora la empresa, ha avisado, como si él no hubiera estado ahí, del riesgo de que se rompa en tres unidades, la italiana, francesa y americana. Tenemos plantas en Vigo, en Zaragoza, en Madrid, que emplean directa e indirectamente a miles de trabajadores y a proveedores de primer nivel. ¿Han oído ustedes algo de esto en los telediarios? Pan y circo seguro que sí, pero cosas serias pocas.

Ni de la quiebra de First Brands, un proveedor norteamericano de la industria del automóvil que está poco a poco evidenciando que los bancos han estado dando crédito a las empresas “a cascoporro” sin mucho control y vendiéndolo a inversores institucionales.

Algo así como lo de las hipotecas basura que se metían a trozos con otros activos mejores para camuflar el riesgo y pasárselo a otro. Eso sí, los bancos europeos y en particular los españoles, en lugar de sanear y reforzar balances, han dado resultados espectaculares y se han puesto a intentar concentrarse más para reducir la oferta y la competencia.

Atentos al plan quinquenal 2026–2030 de China, que prioriza la soberanía tecnológica en sectores clave como semiconductores, IA, 6G, energía de fusión, biotecnología y software básico. Esta estrategia se apoya en la consolidación de sus principales hubs de innovación: Shenzhen–Hong Kong–Guangzhou, Beijing, Shanghai–Suzhou, y nuevos polos emergentes como Ningbo, Chengdu y Xi’an.