Me van a disculpar ustedes, pero en esta ocasión abandono el tono formal con el que abordo los temas urbanos. Voy a contar algo importante, pero con el tono que suelo usar con compañeros, amigos y hasta en las conferencias que aún me invitan a dar.
Miren ustedes, yo estoy en plena menopausia, tengo sofocos, duermo mal y de vez en cuando tengo ganas de asesinar a alguien. No tengo preferencia por nadie, me vale el primero que me lleve la contraria. Pero también tengo muy claros los problemas que afectan a mi profesión, que, por ser holística, son los problemas que nos afectan a todos.
Aunque soy arquitecta, hace tres vidas que no echo una raya para hacer un edificio. Me gusta el urbanismo porque toca todos los palos, porque es una práctica profesional compleja que no admite las certezas, y porque me permite desarrollar mi auténtica pasión: la antropología cultural.
Porque sí, te tiene que gustar mucho entender el mundo, a las personas y el contexto desde el que te hablan, informan un expediente, o te encargan un proyecto, para disfrutar de esta profesión.
Llevo varios años muy activa en Linkedin y debo decir que he aprendido muchísimo con las publicaciones de personas con gran experiencia, inteligencia y formación, acerca del problema de la vivienda que a todos nos preocupa. Pero ya no voy a leer ninguna publicación más. Estoy saturada.
Esto es insufrible, estamos en un círculo vicioso del que no salimos porque, además, como cualquier otra cuestión en este mundo que hemos creado, todo está politizado. Ya no puedes decir que lo que está pasando en Gaza es una barbaridad humanitaria, porque se supone que eso implica un posicionamiento en la política local. ¡Como si la velocidad tuviera algo que ver con el tocino!
Pero vamos a lo que importa. Como experta en la materia (no por nada, sino porque llevo la friolera de 25 años trabajando en lo mismo y al final algo se queda), como observadora de los ángulos muertos (que son los más interesantes), y como curiosa compulsiva a la que no le da vergüenza preguntar a todo lo que se mueve si tengo dudas, debo decir que veo varios temas que me preocupan más que la causa de la crisis de vivienda y las posibles soluciones que se están planteando.
Con el permiso de ustedes (y si no me lo dan, pues también), ahí va una lista de temas que no entiendo cómo no están en la mesa, junto con las tesis doctorales que se publican diariamente sobre cómo construir muchas viviendas en poco tiempo y sobre todo, como financiarlas:
1. Hay quien ha cuantificado que hacen falta 600.000 nuevas viviendas de aquí al 2030. Pero digo yo, ¿alguien ha pensado que en breve habrá muchos boomers que la van a palmar? Porque verán ustedes, el hecho de que nuestra cultura haya hecho de la muerte un tabú, no la hace desaparecer. Y sí, muchos se van a ir muriendo. Esta es la única certeza que tenemos.
Si observamos la pirámide de la población, para mí que va a empezar a haber viviendas vacías por un tubo. ¿Alguien ha cruzado la esperanza de vida de los propietarios, con la necesidad de vivienda de los jóvenes y migrantes, y el tiempo medio que va a tardar el sistema en construir las 600.000 viviendas?
A ver si nos vamos a poner a construir viviendas en las ciudades tensionadas (porque ojo, en Teruel no tienen mucho problema de falta de vivienda…), y de aquí a 10 años empezamos a tener un ingreso constante en la casilla del Excel de viviendas disponibles. Cuando la pirámide de población empiece a decir “¡vamos con las defunciones!”, esto va a ser un empezar y no parar.
2. Yo soy “senior” (que es la manera elegante de llamar a los que peinamos canas), y creo que muchos de los que me lean, también lo serán (principalmente porque la mayoría de los jóvenes no leen).
¿Nos hemos parado a pensar qué pasará con nuestras pensiones? Si las de nuestros padres no tengo claro que estén aseguradas tal y como las conocemos ahora, ¡imagínense las nuestras! O sea, que tendremos que vender nuestra vivienda para pagar nuestro tiempo económicamente improductivo. Vamos a ir olvidándonos entonces, de dejar algo a nuestros hijos.
3. ¿Alguien ha pensado quien nos cuidará? No hacemos más que criticar a los migrantes como la causa de la pérdida de nuestros trabajos, y del aumento de demanda de vivienda. Si no estuvieran aquí, viviríamos mejor. Venga, vale. Pero insisto, ¿quién nos va a cuidar?
Un gran porcentaje de jóvenes patrios son universitarios, y no veo yo que tengan muchas ganas de lavar viejos. Y síiiiii…..ya lo sé. Los robots nos van a cuidar. Pero mire usted, los robots que cuiden a los pobres, a mí que me cuide una persona “normal” (eso excluye a las migrantes, porque los cuidados son mayoritariamente precarios y femeninos).
4. No sé si nos hemos parado a pensar que cuando se nos caiga el ratón de la mano y ya no podamos seguir trabajando, dejaremos de tener estrés, ansiedad, y muchas llamadas de teléfono pidiéndonos un proyecto o un informe.
A cambio tendremos muuuuuucho tiempo (y no mucho dinero para viajar, si damos por hecho que el sistema de pensiones no lo va a soportar durante mucho tiempo). Y como estaremos un poquitín impedidos, igual lo que más ilusión nos hace después de llevar todo el día hablando con nuestro robot-cuidador, es salir a la calle a dar un paseíto, a ver si la anciana del edificio de enfrente todavía nos reconoce cuando la saludamos.
Pues que sepan ustedes que cuando salgan se van a torrar, porque el cambio climático (que, por supuesto es una invención de los ecologistas, ¡nadie lo duda!) va a obligar a poner un horario a las calles: “Prohibido usar entre las 12 pm y las 18 pm”.
5. Me encantan los que dicen que limitar el uso del coche es atentar contra SU LIBERTAD (como si la libertad en un sistema superpoblado como el nuestro, pudiera ser autista). Y me gustan aún más los que dicen que para qué hay que invertir en transporte público metropolitano, si total la gente va en coche.
Pues bien, invertir en movilidad metropolitana de calidad consigue dos cosas: primero, incorporar al mercado residencial un montón de viviendas vacías y existentes en el hinterland de las grandes ciudades.
¿Alguien ha calculado los costes de la inversión en transporte público y en hacer viviendas subvencionadas? ¿Y el tiempo de cada modelo y su repercusión en la vida de las personas? Con estos datos igual se podrían tomar decisiones más estratégicas.
Segundo, cuando tengamos que vender nuestra casa de la ciudad para pagar nuestro robot-cuidador, y nos veamos obligados a ir a una vivienda más barata en la periferia, esa inversión en autobuses y trenes de media distancia nos permitirá ir a la ciudad a ver al médico, a nuestros hijos, al teatro, o a dar un paseo por aquello que un día fue nuestro espacio emocional urbano (insisto en que lo de una jubilación que dé para estar viajando como si no hubiera un mañana, no hay economía que lo soporte con la pirámide que tenemos).
Es muy inteligente empezar a pedir a nuestros políticos que inviertan en transporte público, y que se dejen de echar las culpas unos a otros en función de si están en la administración local, autonómica o estatal, que son las tres administraciones que tienen competencias en infraestructuras de la movilidad y transporte público.
6. Por mucho que lo neguemos, no va a desaparecer el problema de las playas. No se trata de que el nivel del mar suba un par de centimetrillos de nada por el calentamiento global (no puedo más con las tonterías que dicen los que no quieren ver lo evidente). Es que el calentamiento de los mares está alterando los movimientos de los vientos planetarios, provocando más tormentas, tempestades y tifones que se llevan la arena de las playas.
El litoral es la base de nuestra economía turística. ¿De verdad nadie se da cuenta de que esto es imparable? ¿Cómo podemos felicitarnos cada año por la afluencia de turistas, sin pensar que eso tiene los días contados? Ah, por cierto, cuando dejen de venir, habrá más viviendas vacantes en el mercado, que lo sepan.
7. No hay mano de obra. Ya está, no la hay. Entérense. ¿Alguno de sus hijos o sobrinas estudia o quiere estudiar para albañil? No ¿verdad? Pues eso. Claaaaaro, la industrialización vendrá a salvarnos. Ya “se harán” casas con una impresora 3D y las construirán las máquinas. No les quepa duda de que eso será así.
El problema es que para que “se hagan” (como si de un ente abstracto se tratase), una empresa tiene que invertir en innovación, y para eso hay que darles un poco de cariño (léase, facilidades fiscales, normativa que lo facilite, compromiso de las promotoras para comprar lo que salga de su innovación, impulso de un ecosistema industrial que se relacione, retroalimente y tenga una universidad enfocada a esa industria). En la actualidad quien apuesta por esto es un outsider. Para considerar que esto sea real en un futuro, hay que invertir mucho tiempo y dinero, y yo no veo que se esté haciendo.
Seguro que han caído en la cuenta de que el dinero no se reproduce (bueno, en realidad sí y así nos va, pero no voy a entrar en eso porque si no, no acabo). Pero para lo que quiero decir, vale la frase: el dinero no se reproduce (¡me entra la risa cada vez que lo escribo!). Así que tendremos que tener claro qué queremos hacer con nuestros impuestos.
Igual sale más barato invertir en la industria de la prefabricación de componentes para la construcción de viviendas, que en subvencionar “viviendas asequibles” (que nadie sabe lo que son).
Y así, de paso, nos hacemos con un pedazo del pastel de la innovación global, porque no veo yo que vayamos a competir con EEUU y China en IA o en chips de última generación. Tenemos que conocer nuestras posibilidades y aprovechar los espacios vacantes antes de que los coja otro. Somos una potencia en la industria de la construcción. O innovamos nosotros y les vendemos casas prefabricadas a toda Europa e Iberoamérica, o lo harán los chinos y nos las venderán a nosotros (vean aquí lo que escribí al respecto).
También sale más barato establecer un plan de integración territorial invirtiendo en líneas de autobuses (aunque al principio vayan vacías), mientras se hacen las inversiones necesarias en la mejora y ampliación de la red de cercanías y media distancia, que lleva su tiempo.
Y claro, también sale más barato plantar árboles que pagar ambulancias para socorrer golpes de calor a los mayores, o ataques de asma a los más pequeños. Y a la larga, protegemos los desaguisados de los ríos cuando corren aguas abajo destrozando las playas a las que vienen los turistas a tumbarse al sol, y que hay que arreglar todos los años empleando una cantidad ingente de impuestos pagados por todos.
Bueno, y esto sin entrar en el hecho de que la integración territorial (o más bien la falta de ella) nos sale cara. El Ayuntamiento de Morille (Salamanca) ha contratado “animales bombero”, para que vayan por las calles y los alrededores del pueblo limpiando rastrojos inflamables. Sale más barato invertir en prevención que en mitigación, eso lo tenemos claro. ¿O aún no?
Aviso a los románticos de la mesta y de aquel tiempo pasado que fue mejor: no es que no haya pastores porque los ecologistas hayan promovido leyes para el bienestar de los animales. ¡No hay pastores porque en el campo no hay cobertura! Y esto es una metáfora, porque sí la hay.
España es el país con más cobertura de internet de Europa. Lo que no hay es cobertura cultural, profesional, de ocio y de negocio. ¡Y no la hay porque no hay TRANSPORTE PÚBLICO DE CALIDAD! Me duele la boca de decirlo…
Invierta usted en transporte público, aunque no haya nadie que lo coja, y ya verá usted cómo empieza la gente a moverse y a inventar. Que todos somos creativos cuando se dan las condiciones y la LIBERTAD para serlo. Usted permita que una familia de jóvenes, en la que una de las partes puede teletrabajar y acudir a la ciudad un par de veces a la semana, se asiente en un pueblo. A la otra parte ya se le está ocurriendo montar una empresa de cabras bomberas. Pero sin autobús, cercanías o media distancia, no es posible.
Y bueno, dejo de escribir que estoy con los sofocos y no puedo teclear y sostener el abanico a la vez. Tendré que comprarme un ventilador de esos de menopáusica para poder trabajar y darme aire. Qué pena me doy…
Prometo volver a mi tono habitual en el próximo artículo, si es que mi editor decide publicármelo.