Dice mi querido y admirado Paco Marín que sólo hay un camino. Más Europa. Otro viejo y querido amigo, desde Holanda, amante de su tierra y de la nuestra, casado con una sevillana que le cambió la vida, dice que no se trata de más Europa sino de mejor Europa.
Áurea Rodríguez lleva tiempo dándome claves, ayudándome de manera generosa. Dice, citando a Mark Twain, que se empieza comenzando. Me recordó a Mao y su Larga Marcha, que empezaba, como todo, con un primer paso.
Escribo esto desde Gales, miro las ropas de las mujeres de finales del XIX en fotos y grabados de la época, en un local muy cerca del castillo de Cardiff. Podrían, si les quitas el sombrero de copa, algo que no es muy tradicional ni celta, llevarlas a la ofrenda a la Virgen del 15 de agosto en Huesca. Faldas, medias, refajos, delantal, pañoleta, pendientes, encajes…
En el barco de Brittanny Ferries que nos llevaba, uniendo las costas celtas, desde Santander a Plymouth, había posters con anuncios de los festivales celtas de 1970 en Normandía y Bretaña, festivales druídicos, ponía, con grupos musicales y folclóricos de Escocia, Gales, Bretaña. Las ropas de todos, con pequeños matices, podrían ser las tradicionales gallegas, o asturianas, o de Echo, Ansó, Chistau, en el Alto Aragón…
Donde hay gaitas hay celtas. Pensé. Y donde hay sidra y gentes tan ligadas a su tierra como dispuestas a echarse al mar. El festival de luthieres de Boltaña cada vez atrae a artesanos que confeccionan gaitas, violines o flautas de más lugares de Europa.
El sueño envenenado del Estado Nación, alentado por el Reino Unido y los Estados Unidos del simpático de Wilson, dejó a muchos pueblos frustrados sin estado. Roma no lo fue para los pueblos del Norte. La cristiandad, hasta la Reforma, alumbró con los Carolingios, el Sacro Imperio, y su versión tardía, europeísta y erasmista de Maximiliano hasta su nieto Carlos V.
Fernando de Castilla, el nuevo emperador, se reparte la cosa con el hermano. No era fácil. Oriente y Occidente. América, Flandes, Francisco I y los que le siguen en Francia, el cambio de la alianza con los Lancaster, el matrimonio con los Estuardo y el divorcio con los Tudor, de la más íntima alianza al odio eterno.
Ligures, etruscos, latinos, íberos, lusitanos, griegos… todos bañados por el mediterráneo, con siglos de comercio e intercambio, con colonias desde el Egeo a la Magna Grecia en Sicilia, o Tracia, Macedonia… Estos pueblos habían estado bebiendo civilización proveniente de Oriente Medio, de Mesopotamia y Egipto, desde Gilgamesh babilónico hasta las leyendas del diluvio que calaron en los pueblos tras el final de la última glaciación.
Los pueblos se mezclan, se cruzan, comercian, se enfrentan, vencen y son vencidos. El Sur de Europa vierte al Mediterráneo. Los dacios se sumaron luego, los turcos nunca fueron. Roma llegó a sitios que consiguió integrar y otros que nunca se romanizaron de verdad. Ni Judea, ni Siria, ni Partia, ni Arabia Félix, ni Egipto… Tenían potentes huellas civilizatorias previas.
Mientras César hacía su carrera militar antes de completar la política a costa de los celtas, hace una escabechina en la Galia. Los que resisten se van a los límites, o a las montañas, a los bosques, a los valles más altos del Pirineo, de los Alpes, los Helvetii, a las costas de acantilados sin valor ni agrícola, ni naval, ni comercial.
Estos celtas son otra Europa. Celosos de su libertad individual, gustan vivir separados, cerca pero no tan juntos, en su casa, caseríos, en el campo, en el monte, en el bosque. Valientes en la guerra, nos han dejado demasiado poco registro histórico, demasiado tiempo en la protohistoria.
Los historiadores romanos y griegos nos contaron algunas cosas, filtradas por su sesgo de superioridad civilizatoria. Hay un punto de libertad individual, de apego a la tradición ancestral, a la patria que contrasta con su capacidad de echarse al mar sin dejar nunca de ser de Galicia, de Gales, de Galia, de Bretaña, Escocia, Asturias, Cantabria.
Poblaron el Atlántico Norte, en sus dos costas, fueron valientes balleneros en Terranova, se emplearon como mercenarios, marineros, soldados… Sus capitales, como seres poco gregarios son Dublín, Cardiff, Brest, Caen, Berna… Los godos del Volga, otro pueblo que se establecen unos en Suecia, otros en el norte de Italia, expulsados por los lombardos, se establecen en el sur de Francia, la presión de los francos los empuja de Toulouse a Toledo, pasando brevemente por Barcelona.
Normandos, Sajones, Vikingos, Celtas, Fenno-Hungaros, Anglos, Lombardos, Burgundios, Lusitanos… Los hijos de Odín, de Thor, los que tienen duendes, trols, los inspiradores de Tolkien, de los Nibelungos… Hay tres Europas, la del Norte, bañada por el Báltico, el mar del Norte, al norte del Rin, el Danubio y el muro de Adriano, la del Sur desde Cádiz a Atenas, y la del Este, heredera de Constantinopla, que escribe en cirílico, que rodea el mar Muerto, contiene a los turcos y a los tártaros, se refugia en el Rus de Kiev y crea el Rus de Moscú. Hasta los Urales.
La Dra. Eva Tobalina, en su serie de conferencias sobre los orígenes de Europa, nos cita antes que a Roma, a los pueblos extranjeros que la ocupan cuando implosiona. Nos habla de persas, de partos, de dacios, de seleúcidas, de nabateos, de judíos, de egipcios, de turcos celestiales…. Nos habla de los pueblos del mar, que invaden y arrasan oriente medio cuando implosiona la civilización micénica.
¿Puede Europa superar el Estado Nación, el cáncer que la ha metido en innumerables guerras y en particular en dos mundiales? ¿Puede ser ese sueño de Erasmo y Carlos V, la Cristiandad, ¿en aquel momento?
¿Cuáles son los orígenes de Europa? Solo puedes cuidar aquello que amas. Sólo puedes amar aquello que conoces. Nos lo enseñó el gran Jacques Cousteau.
Para avanzar en más Europa, necesitamos muchos más europeos viajando. No me refiero al turismo. Me refiero al viaje, al que se interesa por el otro, por su cultura, por su vida, por aprender. En el turismo el centro eres tú, en el viaje el foco es el otro. Uno es para descansar, disfrutar y gastar, otro es para aprender y enriquecerse.
Necesitamos becas Erasmus reforzadas, bien dotadas para que los que menos tienen, que son muchas veces los que menos han viajado, puedan aprender y viajar en Europa.
Necesitamos un servicio civil y/o militar europeo que obligue a vivir y trabajar para la comunidad, a gastos pagados, en un país de Europa distinto del tuyo.
Necesitamos que los funcionarios se homologuen y puedan realmente trabajar y hacer estancias, los municipales en ayuntamientos de otros países, los de fuerzas y seguridad del estado lo mismo, los militares, los maestros, los médicos, las enfermeras, los bomberos. ¿Para cuándo un título único de maestro de primaria y de profesor de secundaria europeo? ¿Se imaginan ustedes que cuando sus hijos van al instituto tienen profesores franceses, ingleses, suizos, alemanes, austriacos, italianos, catalanes, vascos, gallegos, bretones, corsos, suecos, finlandeses, letones, rusos, polacos, griegos…? ¿No estaría bien que por fin un castellano pudiera dar Historia de Europa en un instituto en Ámsterdam?
Más Europa es más cultura, es que las universidades de Europa formen parte, como los son en nuestro mayor competidor, China, de un sistema universitario realmente integrado y coordinado.
Más Europa sería que CEA, Leti, Fraunhofer, CSIC, y los cientos de centros tecnológicos y científicos de Europa se unieran y se coordinaran sumando uno de los mayores presupuestos del mundo en ciencia y tecnología.
Más Europa sería un sistema fiscal único, coherente, realmente progresivo y que no permitiera ni paraísos fiscales, ni dumping fiscal ni que operara ni un solo banco ni entidad que tuviera directa o indirectamente presencia en ningún paraíso fiscal (lugares en los que muchos ricos, algunos políticos, sin vergüenza, ni pudor, nos roban).
Más Europa sería integrar hasta los Urales, no solo Ucrania. Más Europa sería un ejército unido, compartido y pertrechado con material diseñado y fabricado en Europa.
Más Europa sería hacer un Airbus de la construcción naval, un Seabus, y uno del espacio, Spacebus, más allá de la ESA.
Más Europa sería asegurar la autonomía energética europea con una agencia bien dotada y con el mandato de 0 importaciones netas de energía en el territorio UE.
Más Europa sería obligar a nuestros bancos a invertir los fondos en nuestra economía o hacerles pagar fiscalmente y en coste de capital por ello. ¿Por qué aplicamos a las telecomunicaciones criterios que aplican a los bancos europeos? ¿Acaso cobrar una comisión por transferencias entre bancos de distintos países no es una barrera?
¿Para cuándo un servicio diplomático potente, unido? ¿Para cuándo unos servicios de inteligencia comunes y potentes? No debería haber ningún ciudadano europeo que no tuviera las mismas oportunidades que otro, ni una pyme, ni una empresa mediana. No debería haber territorios de primera, ni pueblos, ni naciones ni lugares de segunda.
Esa Europa, de 400 millones de ciudadanos bien formados, solidarios, que conocen y aman su tierra y su historia, sin triunfalismos, sin chovinismos, conscientes del progreso y del daño que unos y otros hemos traído y soñando con un mundo más vivible para nuestros hijos y los de los que quieran venir a vivir y trabajar en paz integrándose con todos los pueblos que la constituimos, esa, me gusta y vale la pena luchar por ella.
Hay otra Europa que, de momento, parece que va ganando fuerza, la de Estados Nación que se ven como competencia entre ellos, que aún ni se conocen ni se reconocen, que tienen servicios secretos que compiten y se espían entre ellos y que colaboran con potencias extranjeras en contra de intereses de otros estados miembro.
Hay una Europa que intrigó en nuestro fatal 11M, que refuerza a Marruecos como aliado privilegiado en contra de nuestros agricultores y pescadores, que intrigó en Rumania, en el Maidan, que no tiene pudor en arrastrarnos a la guerra, ni en taparse la nariz ante Gaza o un Mediterráneo lleno de ahogados. De esa otra Europa, me bajo.