Uno de los cambios más notables de las universidades en los últimos veinticinco años ha sido su adaptación para posibilitar la transferencia del conocimiento e incorporar la tercera misión a las clásicas de la docencia y la investigación. Las OTRI’s, hoy Oficinas de Transferencia del Conocimiento (OTC’s), comenzaron a crearse en nuestro sistema universitario a finales de los años noventa para facilitar la comercialización de los resultados de la investigación.

A principios del actual siglo se extiende la práctica de crear empresas de base tecnológica desde las universidades como forma de transferencia de los resultados de la investigación. La irrupción de Internet y los nuevos modelos de negocio que permitían la digitalización ampliaron el ámbito de actuación de las universidades en materia de emprendimiento para promover la iniciativa de los estudiantes y la creación de startups en los campus.

Los espacios de incubación y aceleración de proyectos empresariales se han sumado a las infraestructuras disponibles en las universidades. No obstante, existe aún escasa experiencia en la implementación y gestión de las aceleradoras universitarias. Su evolución muestra una gran heterogeneidad de modelos ejecutados y mucha diferencia entre universidades en cuanto al nivel de maduración de los proyectos desarrollados. Cuando ocurren estas circunstancias es conveniente observar qué están haciendo las universidades que están consiguiendo los mejores resultados. Podemos encontrar iniciativas en contextos geográficos diferentes que muestran la dimensión que puede alcanzar la actividad empresarial generada en contextos académicos.

Oxford University Innovation es la aceleradora de la Universidad de Oxford. Desde 1987 ha facilitado la creación de más de 200 empresas basadas en la explotación de resultados de la investigación. Estas empresas han captado más de 2500 millones de libras esterlinas de inversión desde 2010. Por su parte, la Universidad de Columbia, a través de Lab to Market coordina una red de aceleradoras propias. Desde su creación, Lab to Market ha recibido más de 1700 solicitudes de creación de spinoffs y ha acogido a casi cuatrocientas iniciativas. Hasta la fecha, más de noventa proyectos comerciales han tenido éxito, obteniendo en conjunto más de 285 millones de dólares en financiación externa. Auckland UniServices es la aceleradora de la Universidad de Auckland. Desde su fundación, UniServices ha invertido en más de 75 empresas y ha concedido licencias para más de 540 patentes. En 2023, UniServices duplicó su fondo de inversión en nuevas spinoffs de 20 a 40 millones de dólares.

Es evidente que en los tres casos mencionados tanto el ecosistema de innovación en el que se ubican, como la marca de la institución y la reputación y producción científica de sus académicos son activos que permiten resultados diferenciales. El valor de la marca de la Universidad es uno de los activos que posibilitan el acceso al mercado y la atracción de inversión. Las universidades que están bien posicionadas en los rankings debido a su capacidad científica tienen menos barreras de entrada en la industria y mayores posibilidades de conseguir socios industriales y financieros.

Sin embargo, sus modelos de gestión de las aceleradoras también ayudan a explicar su nivel de éxito. Un análisis de los casos mencionados permite identificar rasgos comunes que pueden servir para aprender. En primer lugar, estas aceleradoras asumen una diversidad de roles añadidos al propio de un “venture accelerator”. Significan la mejor capacidad de interlocución con la industria, son el proveedor de redes de colaboración más útil para academia, captan recursos para la financiación de proyectos, y estimulan la cultura de la innovación en el campus.

Estas aceleradoras se caracterizan por su nivel de autonomía en la toma de decisiones. Si bien están alineadas con la misión y la estrategia de la institución académica, gozan de una independencia jurídica que les permite mayor agilidad y certidumbre en su gestión. Otra característica relevante es la apertura de la gobernanza de estas unidades y la participación de los stakeholders en los órganos de decisión y control. Esto les permite a las aceleradoras universitarias sumar perspectivas y ganar legitimidad. Por último, es interesante la orientación hacia su independencia financiera. Son estructuras universitarias que desarrollan una orientación al mercado y una capacidad de tomar decisiones de inversión que debe garantizar su viabilidad económica.

Hace diez años, el 24 de abril de 2015, la Universidad de Málaga inauguraba los espacios que acogerían el proyecto institucional para la incubación y aceleración de proyectos basados en el conocimiento generado en la Universidad. Link by UMA nacía con la misión de impulsar la cultura de la innovación y el emprendimiento entre la comunidad universitaria. El proyecto surgía aprovechando la oportunidad de la nueva presencia del Parque Tecnológico Malaga TechPark en el campus, mediante la construcción de edificio The Green Ray, y su concepción como espacio de cohabitación para la empresa y la Universidad.

El modelo de aceleradora de la Universidad de Málaga fundamentó el paper que cito en esta ocasión. En el año 2020 publicaba, junto a las profesoras Quero-Gervilla y Díaz-Méndez, el trabajo “The role of institutions in achieving radical innovation” en la revista Marketing Intelligence & Planning. ¿En qué consiste generar la innovación desde un contexto institucional? Básicamente, es la práctica de lo que Lawrence y Suddaby describieron como “institutional work” en su libro “Institutions and Institutional Work” (2006). El concepto se define como las acciones deliberadas y orientadas a influir en las normas, valores y creencias que condicionan el comportamiento en un ámbito organizado. Es la práctica contraria al “siempre se ha hecho así”. Es la tarea más compleja de la función directiva.

Link By UMA se analiza en el trabajo publicado como un modelo validado y definido por su naturaleza colaborativa, abierto al ecosistema y que se aproxima al concepto de living-lab. Este modelo sumó durante los primeros ocho años de vida la colaboración de más de 170 entidades externas a la Universidad. El aspecto más interesante de su naturaleza colaborativo es la posibilidad de contar con recursos y capacidades externas para sumar a los propios. El modelo de incubación de alta rotación, con acceso a espacios de trabajo, mentorización y formación, permite la experimentación y validación de las hipótesis que sostienen cualquier proyecto empresarial.

La singularidad del proyecto nos permitió una publicación científica basada en un único caso de estudio. Esta circunstancia solo es posible cuando aporta nuevo conocimiento útil desde el punto de vista teórico y práctico. El carácter innovador del modelo ejecutado ha permitido obtener también el reconocimiento nacional e internacional. En el año 2018/19 ocupaba el quinto puesto a nivel nacional en el ranking de espacios de incubación publicado por la Fundación FUNCAS. En el año 2022 obtenía el segundo premio en la categoría “Innovative and Collaborative Space of the Year 2022” de la convocatoria europea de los Triple E Awards. No obstante, el aprendizaje que se puede extraer de las experiencias de otras universidades puede contribuir a mejorar y continuar cambiando el modelo actual.

Durante la Conferencia Anual de la University Industry Innovation Network (UIIN) celebrada en 2018, escuché a un ponente decir que las universidades no solo acelerábamos proyectos, sino también somos aceleradoras de personas. Esta afirmación, que considero cierta, señala la necesidad de diseñar nuevos programas para conseguir un efecto palanca sobre las competencias que reciben nuestros egresados en la formación reglada. También expresa la conveniencia de ponerles cara a todas las personas que dan sentido a la ejecución de una universidad más emprendedora y que, como egresados de la Universidad, desempeñan un rol crítico en el ecosistema emprendedor de la ciudad.