Napoleon Hill, Jim Rohn, Simon Sinek, George S. Clason e incluso el archiconocido Tony Robbins, los tipos que mejor han escrito sobre el emprendimiento y sus ramificaciones y variables, tienen algo en común a pesar de sus diferencias: los momentos de soledad puntuales o sostenidos a los que se enfrenta aquel que quiere conseguir sus metas de manera clara, decidida y sin concesiones. Y, aunque también se repite desde la metafísica, lo cierto es que la cuestión alude a la más sencilla de las lógicas: cuando una persona decide emprender el camino hacia su objetivo y toma la disciplina, el aprendizaje y el esfuerzo como razón de su existencia, lo primero que experimenta es el alejamiento de muchos de sus seres más cercanos, en una dolorosa y común realidad que parece repetirse en la mayoría de casos. 

La desidia y los patrones rutinarios y repetitivos con los que vive la mayoría de la población no casan con los sueños ni las ambiciones, con lo que ese alejamiento se produce de manera orgánica, progresiva y previsible. Es más cool levantarse tarde, también lo es tener una pantalla de televisión más grande que la estantería que sostiene los libros, aunque -en el fondo- es una normalización del desinterés, de la inapetencia y de llamar "vivir el momento" a lo que suele ser no tener una razón clara, profunda, definida e interiorizada para levantarse. Por supuesto, los dos caminos son respetables, pero se me antoja como una vida de pesadilla esa en la que cada día se apaga el despertador con desgana y uno pasa los minutos, las horas y los días esperando al viernes. Como si no fuese a llegar un nuevo lunes, con lo que estamos ante una desazón maquillada de existencia, una estancia en la tierra en la que interpretamos a los zombies de la mitología de George A. Romero día tras día. Una postura respetable, sí, pero también carente de sentido tal como nos alejamos y la observamos con el más mínimo espíritu crítico y analítico.

Tampoco hace falta empaparse de los clásicos del emprendimiento y de la neurolingüística para ver este ejemplo, también está presente en la cultura pop o mainstream. En The Pursuit of Happyness, En busca de la felicidad en España, Chris Gardner (Will Smith en el largometraje de Gabriele Muccino) es abandonado por su esposa mientras intenta vender escáneres portátiles de densidad ósea y formarse a la vez para ser corredor de bolsa. Gardner acaba durmiendo en unos baños públicos junto a su hijo (que era un bebé en la historia real, aunque en la película se trate de Jaden Smith) hasta que finalmente logra su sueño. Hoy Chris Gardner posee una fortuna de 70 millones de dólares. 

Esta cabezonería innegociable que hace que muchos persigan sus metas como un guepardo persigue a una gacela es vista por muchos como una frivolidad, reducida de manera injusta a una cuestión de superficialidad económica, de búsqueda de un status más material. Sin embargo, muchos especialistas como Jordan Peterson, el popular y polémico psicólogo clínico canadiense, parecen tener claro que ese ambicioso objetivo es esencial para arrancar y sostener el motor de la felicidad. Peterson incluso cree que lo primero que uno debe hacer si está inmerso en una depresión es intentar salir y buscar trabajo: la realización personal, las relaciones sociales y la tranquilidad económica se ocuparán en gran medida de sacarte del agujero.

Curiosamente, hay otro fenómeno repetido en todos estos casos que los expertos del emprendimiento señalan, y es que todas esas personas que un día se alejaron acaban volviendo cuando la meta y el objetivo son un hecho notorio y constatado. De momento, el teléfono comienza a sonar, la mensajería instantánea a iluminarse y los planes e invitaciones son tantos que no hay días en el año para complacer a todo el que llama a la puerta. La mayoría parece condescendiente con la disciplina y el sobresfuerzo, pero todos y cada uno quieren apropiarse del valor agregado de la culminación del éxito y sus variables. Doble razón para vivir con determinación: por un lado, te acerca a muchas de las cosas con las que soñabas y, por otro, sirve de notable filtro para el amor y la amistad. Todo en su sitio.