Alguien se ha dejado el grifo abierto, y ya no tiene gracia. Ayer, la Diputación provincial presentó los primeros resultados de un estudio que viene a determinar algo que por otra parte parecía previsible: Málaga, una de las provincias que más carencia de agua tiene en toda España es, actualmente una botella sin tapón y con base de colador, en un contexto en el que yano vale con aplicar medidas-parche, ante una problemática de tal dimensión.

Se nos escapa el agua por tuberías y elementos de saneamiento descuidados con el tiempo, a los que los ayuntamientos no han dedicado el interés suficiente, tal vez porque sus responsables ven más conversión de voto en el arreglo de una calle, el asfaltado de otra... o el "reparto de jamones", que recordaba esta semana el presidente de la Diputación. Jamones como inversión… inversión en votos, se entiende. Mal vamos si eso ocurre (ha pasado) en alguno de nuestros ayuntamientos. No estaría de más conocer, además del pecado, al pecador. Ayudaría a conocer más a quienes nos gobiernan y cómo espantarlos… por sabroso que estuviera ese loncheado.

No puede ser. No. Me niego a pensar que esto esté pasando y me niego a pensar que, ahora que lo sabemos, no se actúe con la mayor rapidez posible. Eso del grifo abierto y el niño mirando el televisor. Esa sensación de tristeza, por tanto litro desaprovechado, pero magnificado y multiplicado por miles y miles de onzas. ¿Sabían que con 7 hectómetros cúbicos (la cantidad de agua que se estima se está tirando en Málaga) podría abastecerse a 64 municipios de la provincia? Por si no tienen calculadora a mano, les ayudo: siete mil millones de litros tirados por un agujero… perdidos. Siete mil millones de litros al año, uno detrás de otro. Y si no lo solucionamos; si no lo solucionan, el año que viene, otra vez igual. Si los adultos no somos capaces de entender la gravedad del asunto, tal vez deberíamos acudir a un aula cualquiera de uno de nuestros colegios, a explicar a los escolares la tropelía. Lo captarían a la primera.

Agua que se pierde y campos secos. Paradójico, tanto o más como el desequilibrio histórico que existe en materia hídrica en este país. Comunidades que la tiran por tenerla en exceso y otras, a tiro de piedra, rezando a todos los santos para implorar por unas nubes que no llegan, cuando le hemos gastado ya un mes al otoño. Porque, a 20 de octubre, solo la temperatura en la calle y el ‘fondo de armario’ del paseante malagueño nos impiden recordar que estamos rematando el año, algo que por cierto hace a lo grande una Málaga que este jueves carga su agenda de actos, con la intensidad de la que ya no es una capital cualquiera.

Y viene esto, tras unos días de tormenta política con acento sevillano y un avión de por medio. Y es que ha pasado ya más de una semana desde que United Airlines anunciase que elige Málaga para establecer una conexión directa con Nueva York y algunos siguen empeñados en vestir de injusticia y agravio lo que simplemente es una decisión empresarial basada por cierto en la solidez de un destino líder. El  tercer aeropuerto más importante de la península. El mismo que ya acogía hasta 2019 un vuelo directo con la ciudad de la Gran Manzana. El foco del turismo del sur de Europa y el más claro exponente del crecimiento económico y social, refrendado con la decisión de alguna de las principales multinacionales tecnológicas del mundo, que eligen esta y no otra como ciudad en la que asentarse. “No hay más preguntas, señoría”, pero el ataque de cuernos no cesa.