¡Hielo, por favor! Porque sin él, no hay quien soporte más de cinco minutos un vaso de refresco. Porque sin él, y con estas temperaturas, no hay quien aguante un vermú de grifo en condiciones. En cubito grueso, en formato rectangular… pero hielo.

La última de esta crisis inacabable y donde puede que lo de menos sea si el camarero nos sirve un cristal con más o menos de esos benditos cubos bajo cero, es precisamente la carencia de éstos. Cuentan que el precio del plástico para su embalaje, el alza del combustible utilizado para su transporte, y el de la luz, provocan la falta de existencias de algo que es al verano, como sombrilla en la playa o canción pachanguera en local nocturno. ¡Vaya añitos preciosos nos están quedando!

Lo del hielo, como digo, es probablemente lo de menos, pero reflejo de que, cuando la perrita empieza a cazar mal, algo pasa. Y así van dos años y medio, en los que nos ha dado tiempo a vivir una pandemia, superarla (los que han podio) y salir de ella cojeando, para transitar ahora por un periodo en el que lo malo no es aquello, sino lo que arrastra a Europa la guerra de Ucrania, con una crisis de suministros que hace “temblar” al continente, incluso antes de que llegue el invierno.

Pero tiempo al tiempo, en pleno agosto, la Málaga de siempre piensa en su Feria. Un punto de encuentro de dos trayectorias (la del centro y la del Real) que precisamente por aquello de estos dos años ‘tontorrones’ se convierte en objetivo primordial del malagueño más agarrado a sus tradiciones. Dicen que no hay dos sin tres: pasó con el Carnaval, ocurrió con la Semana Santa y volverá a pasar con la fiesta del mes de agosto. ¡Viva Málaga y vivan sus costumbres, aunque solo sea por agarrarse con fuerza a lo que es esencia!

Dice el malagueño de siempre que una feria sin centro, no es feria. Y nadie le va a quitar (de momento) esa opción de bailar, compartir y reír en plena almendra del centro histórico, pero la tendencia (y quién sabe si la lógica) va poco a poco empujándonos a todos a pensar en un recinto apropiado para estas lides, por delante incluso de esa fiesta en plena calle Larios. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Esa es la pregunta.

Dos semanas aún para el inicio, la ‘Peláe’ ya preparada para contarnos bien bonito que lo que empieza es sinónimo de alegría, la portada a punto de iluminar de frente al marqués de Larios (no hay plan de ahorro energético que apague ese mural) y el termómetro, acorde a unas fechas en las que somos de abanico y camisa fresca. Sin corbata, como le gusta a Sánchez. Sin hielo… aunque eso no guste a nadie.