Maryam Blanes, junto al Guadalmedina.

Maryam Blanes, junto al Guadalmedina. Álvaro Cabrera

Málaga ciudad A TÍTULO PERSONAL

Maryam Blanes, diseñadora: "Es imposible tener una tienda a pie de calle en el Centro de Málaga; los alquileres son inalcanzables"

A título personal | Blanes es la creadora de Julieta Brand, una firma de moda malagueña nacida en 2022 que se ha convertido en una de las más populares de la provincia.

Más información: 'Julieta Brand': una nueva firma de moda nace en la Plaza de la Constitución con mucho brillibrilli

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Si alguna vez pasean por Málaga y se cruzan con una moto de mil colores, conducida por una morena de rizos que se escapan del casco y que luce una chaqueta goyesca de lentejuelas, no duden ni un segundo: es Maryam Blanes, una diseñadora malagueña que muchos creen que se llama Julieta Brand. Y no es casualidad: la fusión de energías entre ella misma y su firma es tan natural que hay quien piensa que son una misma persona.

Antes que diseñadora, Maryam es madre de Cayetana y Miranda, una amiga de las buenas (con su grupo de siempre y de las que se van sumando por el camino) y una disfrutona nata de su tierra. Lo mismo la encuentras tomando una cerveza con su marido en una terraza que vestida de gala para un evento. Lo importante es que ahí estará ella siempre para aportar una sonrisa y una buena dosis de buen rollito.

Pero ojo: aunque adore el color, la brillantina y sus amigas la definan como "un torbellino de colores", Maryam también saca su garra siempre que sea necesario. Le indigna la incompetencia política y ese mundo en el que, dice, no se les da alas a quienes de verdad se parten el lomo cada día por cumplir sus sueños.

Ese pensamiento la llevó a dar un giro radical a su vida, dejando atrás un trabajo de oficina en el que llevaba más de una década para iniciarse en la moda, siguiendo como ejemplo a figuras como Teresa Helbig o a Jacquemus. La primera, por ser un ejemplo de artesanía; y la segunda, porque nació como referente de moda en el sur de Francia y acabó siendo un icono global.

Apasionada de las buenas ideas, reconoce que su cabeza está llena de ellas, aunque a veces le falte tiempo para llevarlas a cabo en su ajetreada vida. Metódica e imaginativa, se impone metas, trabaja a diario por cumplirlas y lo hace siempre motivada. Esa energía tan suya es, precisamente, la que ha convertido a Julieta Brand en algo más que una marca: en un estado de ánimo. Hablamos con ella, a título personal, para conocerla a fondo:

¿Dónde nació y se crió Maryam Blanes? Porque aunque haya quien se crea que se llama Julieta, su nombre es Maryam.

Nací en Málaga, en el hospital, y me crié en Rincón de la Victoria. Estudié en la Universidad de Málaga. Muy joven me emancipé: con unos 25 años me fui de casa de mis padres porque entonces aún se podía. Encontré un estudio nuevecito en la calle Casas de Campos por 500 euros al mes, hoy también impensable, y empecé mi vida independiente. Siempre he sido muy de buscarme la vida por mí misma.

Estuve un mes en Nueva York haciendo un curso de inglés en el Empire State. Allí me vi independiente y pensé: “qué guay es vivir sola”. Al volver se lo dije a mis padres y me fui a aquel estudio. Por entonces acababa de empezar a trabajar en la Cámara de Comercio de Málaga, muy jovencita, tras terminar la carrera y hacer un máster.

¿Cómo recuerda sus inicios laborales?

Yo ahora estoy con esto de la moda, pero he hecho de todo. Con 18 trabajé de patinadora en Carrefour en Rincón de la Victoria.

¡Cumplió el sueño de muchas niñas malagueñas!

Totalmente. También fui azafata en palcos VIP de la ACB (no tenía ni idea de baloncesto, pero tenía idiomas), en chiringuitos, de monitora de ocio y tiempo libre, poniendo copas… Mi padre siempre me ha dicho que parecía la vecina de la "otra planta", porque yo iba a mi bola, muy autónoma. Yo quería mi propio dinero: si no me llegaba, trabajaba más horas, como fuera.

¿Por qué estudió Recursos Humanos si no tenía vocación fija?

Hice Bachillerato de Ciencias algo condicionada por mi padre (enfermero, con una residencia de mayores), aunque el ámbito de la salud, sinceramente, no era lo mío. Dudaba entre opciones hasta que un amigo, Pedro, me habló de Recursos Humanos y Relaciones Laborales. Me atrajo trabajar con personas en empresa privada: selección, entrevistas, equipos... tenía un punto coaching. Así me preparé; además de la carrera, hice un máster en Administración y Dirección de Empresas también, y entré en la Cámara de Comercio de Málaga, donde estuve 12 años.

¿Qué le llevó a cambiar de vida tras 12 años en la Cámara de Comercio?

Sentí que ya no podía crecer más profesionalmente. No quiero ser injusta, porque tuve jefes y un equipo muy bueno, pero me di cuenta que no era lo mío, estaba muy aburrida. Así que empecé a pensar un giro radical y a ir montando cosas en paralelo que compaginaba con mi trabajo. Así, poco a poco. fue naciendo Julieta Brand.

Maryam Blanes, en la plaza de Camas.

Maryam Blanes, en la plaza de Camas. Álvaro Cabrera

¿Pero siempre ha habido costura y moda en su casa desde que era pequeña? ¿Sabía de moda antes de que fundara Julieta?

Sí, claro. Mi abuela y mi tía Nieves. Mi abuela Cristina, que además era mi madrina, era modista. Hacía trajes de novia, de hecho le hizo el traje de novia a mi madre. En aquella época se decía modista o costurera, ahora se diría diseñadora. También mi tía Nieves, hermana de mi madre, cosía.

Quiero llevar a la nave nueva su máquina de coser, o al menos la mesa y el pedal, y ponerlos allí como una mesita simbólica, de orígenes. Para recordar de dónde vengo. Recuerdo momentos preciosos en casa de mi abuela: yo jugando y ella cosiendo o como un día, que cuando vino una vecina a recoger un pantalón, se metió un dedal en la boca y fingió tener un flemón para explicarle que ese era el motivo por el que no tenía hecho el encargo. Me decía 'Hoy estoy con mi nieta y no voy a coser'. Era muy mágico estar con ella en un salón lleno de telas y entretelas.

Decía que ha trabajado mucho de joven. ¿Se compró alguna primera prenda o capricho de moda que le marcara con sus primeros sueldos?

A mí me han marcado muchas prendas de joven. Amaba mis Panama Jack de color amarillo, recuerdo que me las ponía con minifalda, muy ochentera. Luego, más mayor, fui fan de Uterqüe, la amaba, pero se me iba más de presupuesto. Tenía, por ejemplo, un abrigo enorme de pelo de vaca. Siempre me gustaron las prendas especiales, con color, plumas, lentejuelas… Mis amigas decían: “eso es tan tú”, y hoy esa personalidad está en Julieta Brand.

Comenta que siempre has sido muy independiente, ¿cree que eso le empujó a emprender?

Totalmente. Siempre he admirado a la gente que tiene algo propio. Lo fácil para mí habría sido quedarme en la Cámara de Comercio o trabajar con mi padre. Pero yo pensaba: “qué bajón, con lo joven que soy y las ganas que tengo de hacer cosas”.

Mi padre tiene esa espinita de que ninguno de sus hijos ha seguido con su negocio, es decir, en el ámbito de la salud; aunque, en el fondo, los dos hemos emprendido por nuestra cuenta como hizo él. Mi hermano, por ejemplo, ha montado un restaurante en el Rincón de la Victoria que se llama Baluarte.

Y cuando por fin decidió dejar la Cámara y cambiar de vida radical, ¿cómo fue el cambio?

Fue un proceso. Yo siempre cuento que Julieta nació oficialmente en octubre de 2022, pero el cambio empezó mucho antes. Me acuerdo perfectamente de que al principio no sabía ni dónde comprar un botón, una cremallera o una entretela. Venía de otro mundo completamente distinto.

Tenía claro lo que quería, pero no cómo llegar. Al principio tuve ese síndrome del impostor, pero luego pensaba: si alguien puede montar un restaurante sin haber estudiado cocina, yo puedo montar mi marca si sé lo que quiero ofrecer. Fui aprendiendo todo desde cero: proveedores, etiquetas, materiales...

Y cuando los alumnos de San Telmo vienen a preguntarme, siempre les digo: “Tenéis una base increíble, yo empecé desde cero”. Si yo pude, cualquiera puede. Pero hay que trabajar muchísimo, el triple, porque nadie te da el camino hecho. Yo cuando me preguntan dónde consigo las etiquetas, al final, lo digo, porque soy como soy; pero en el fondo, pienso lo mucho que me ha costado a mí saber todo, me he movido tanto... Han sido tantos viajes a Oporto, por ejemplo...

¿Cuándo sintió que Julieta ya era real, que iba en serio?

Cuando lancé la tienda online en Shopify y empezaron a llegar pedidos de gente que no conocía. Recuerdo pensar: “Tía, este dinero está entrando en mi cuenta personal, esto se está vendiendo a gente que no son tus amigas ni tus primas”. Fue un momento muy fuerte.

También coincidió con el tema de la conciliación. Tenía dos niñas pequeñas, de uno y tres años, y era una locura. Ir al pediatra, ponerles una vacuna, recuperar horas en el trabajo... Dije: “necesito independencia”. Poder organizarme a mi ritmo, trabajar a las tres de la mañana si hace falta, pero estar disponible cuando mis hijas me necesitan.

Para mí eso vale oro. Ser autónoma me permite decidir. Si mi hija me pide que vaya al colegio a contar en qué trabajo, puedo ir sin pedir permiso. Estoy muy implicada en el cole: las profesoras me conocen, saben quién soy. Eso, para mí, no tiene precio.

Una imagen de Maryam durante la entrevista.

Una imagen de Maryam durante la entrevista. Álvaro Cabrera

Y además, defiende mucho el papel del autónomo en España.

Sí, porque creo que no se nos valora lo suficiente. Los autónomos creamos empleo, empresas, movimiento. Pero estamos asfixiados. En este país hay muchísimos funcionarios, que no sé cuántas personas están opositando en este momento; muchos parados, y algo más de tres millones de autónomos que sostienen como nadie el sistema. A todos —desde el bar, la firma de moda, hasta el carpintero— hay que ayudarles más. No podemos estar todos con la paguita. No podemos depender todos del Estado. Es el autónomo el que mueve la economía.

El otro día escribió en Instagram una reflexión sobre Sevilla y la comparó con la situación actual de Málaga. ¿Qué le pasó allí?

Pues fui a desayunar y me sorprendió que me costó 2,50 euros el café con pitufo y queso blanco, en pleno centro. ¿En qué cafetería del Centro de Málaga hay ese precio? Cuando estaba en Reding, si me salía más caro el desayuno pensaba que era porque es una zona más premium de Málaga. Pero es que en el Polígono Santa Teresa he pagado 4,50 euros. El bollo de pan era más grande, pero es una barbaridad la diferencia.

Luego yo, que soy muy curiosa, me puse a mirar en Idealista y vi que los alquileres en el centro de Sevilla eran de 2.000 a 4.000 euros, mientras que en Málaga son de 11.000 o 15.000 en locales minúsculos. Es imposible tener tienda a pie de calle, me encantaría haberla tenido, pero es imposible.

No sé, pienso muchas veces: ¿qué solución hay? En Sevilla, por ejemplo, ves tiendas de Carolina Herrera, Purificación García o Loewe, que en Málaga no tenemos esta última, y al mismo tiempo estas firmas conviven con pequeños talleres de artesanía. Me encantaría que en Málaga también ocurriera eso: que, aunque no estemos “tan a la última”, existiesen marcas de lujo de moda junto a proyectos locales.

En Sevilla sentí precisamente eso: que un Loewe puede estar en la misma calle que una tienda de pendientes hechos a mano por una chica joven. Y me pregunto: ¿cómo lo han conseguido? No lo sé, ni es mi trabajo averiguarlo, pero desde luego alguien lo ha hecho bien. ¿Cómo consiguen que coexistan esos dos mundos? Que una firma de lujo comparta calle con una tienda de artesanía. Los precios de los alquileres allí son altos, claro, pero no tan desorbitados como en Málaga.

Porque, mira, aquí no hay Gucci. Si quieres comprarte algo de esa marca, tienes que irte a Marbella. Y ese turista que se aloja en el Hotel Miramar, que da un paseo por el centro y quiere comprarse un bolso de Gucci o una prenda exclusiva, aquí no encuentra nada parecido. Pero tampoco encuentra una tienda artesanal, una marca local como Julieta Brand, donde llevarse algo andaluz, hecho aquí, con alma.

Y lo digo aunque lo ideal sería tener una boca prestada que lo dijera para no decirlo yo, pero a las turistas venezolanas o mexicanas, por ejemplo, les encantan nuestras prendas porque respiran Andalucía, porque respiran España. A mí me encantaría tener un ‘corner’ en el centro de Málaga, para que ese turista que busca algo auténtico y local pueda llevarse una chaqueta nuestra, una pieza con identidad.

Pero lo que veo son tiendas de souvenirs, de lockers, bares de cañas a un euro… que, oye, también son negocios y hay que respetarlos, claro. Pero pienso: ¿cómo equilibramos todo eso? ¿Cómo hacemos para que todos podamos convivir? Porque el sol sale para todos, sí, pero no deberíamos dejar que la ciudad se convierta solo en eso. Es un melón que hay que abrir y que alguien tiene que empezar a solucionar.

Faltan espacios intermedios: galerías de arte, tiendas de diseño, proyectos distintos que aporten otro tipo de oferta. No estoy en contra de ningún negocio, cada uno se lo trabaja como puede, pero echo de menos esa coexistencia entre lo local, lo artesanal y lo contemporáneo.

¿Tiene parte de culpa el turismo de masas?

Sí, claro. El turismo que llega a Málaga no tiene la calidad de antes. El turista de nivel no quiere ver lockers, ni bares que todos sean iguales. Eso no gusta a nadie. Por eso se van a Frigiliana, a Mijas, a Córdoba o a Sevilla, donde todavía hay tradición y autenticidad.

En Málaga cuesta encontrar eso. ¿Dónde comes bien en el centro? Pocos sitios, como el Mesón Ibérico, que veo ahí enfrente y que tiene solera.

Todo está muy globalizado.

Me encantan los japoneses y los lugares modernos, pero echo de menos la esencia malagueña. Y creo que ya no volverá, como no volverá la feria del centro. Es una batalla perdida, siento que lo que digo es como que hay que tirar la toalla, pero yo creo que ya no hay vuelta atrás, me temo.

Me da pena, porque pienso que ya hemos perdido esa autenticidad. Ni ganan los malagueños ni el turista. Pero me quedo con que hay gente con ganas de crear proyectos diferentes, y que si apoyamos más a los autónomos y a la artesanía local, aún se puede equilibrar, al menos un poquito.

En Julieta Brand, a raíz de todo esto que me está contando, se han tenido que mudar hasta el polígono Santa Teresa, donde cuentan ahora con el showroom y el taller, todo en un mismo edificio; pero antes han pasado por el paseo de Reding y por la mismísima plaza de la Constitución.

Yo lo veo por etapas; el primer episodio de Julieta era como, bueno, el nacimiento, el despertar de Julieta, en pleno Centro Histórico. La segunda parte, en Reding, ha sido para mí la validación de la marca. Julieta le mola a la gente, cada vez más mujeres se visten de Julieta, nos eligen, nos reciben muy bien cuando vamos a otras ciudades, como que hemos crecido en equipo, en facturación... En todo. Tenemos más músculo.

Y en esta tercera etapa en Santa Teresa es cuando me siento fuerte de verdad. Siento que Julieta está más fuerte que nunca, que tenemos un equipo súper cohesionado, que todo el mundo entiende lo que yo tenía en mi cabeza en el 2022, como que he conseguido que el equipo ya diga: “Esto a Maryam no le va a gustar”, “esto no es Julieta”, “esto sí es Julieta”. ¿Sabes? Siento que ya estamos todos en la misma línea.

Y como dices, en la nave, que viene a ser un mini edificio, va a estar todo: va a estar el taller, va a estar la confección, va a estar el showroom, va a estar la chica que lleva marketing… Vamos a estar todos allí. Esa magia y esa energía… O sea, no vamos a estar con tanta locura como antes, de que “vuelve al centro, trae las telas, lleva las telas para acá, llévalo todo al taller, sal del taller…”. Lo vamos a tener todo unificado. Y creo que vamos a ser mucho más rápidos, vamos a dar respuesta mucho más rápido a todo lo que nos pidan, que a veces hemos sido un poco lentos. Y creo que nos va a ayudar muchísimo para todo lo que viene. Ojalá que sí.

Una imagen de Maryam Blanes.

Una imagen de Maryam Blanes. Álvaro Cabrera

¿Ha cambiado su visión del mundo de la moda desde que llegó oficialmente a dedicarse a esto? ¿Tenía una visión distinta antes?

Lo veía más inaccesible. Yo la veía muy fría, inalcanzable. Y siento que a mí me daba miedo perder mi esencia o la esencia de Julieta, las dos en realidad. Porque por un lado está la mía y por el otro la de Julieta. Pero me daba miedo perderme en esa frialdad, porque yo siempre he visto la moda como muy distante y superficial, algo que detesto.

Hay mucho ego en el mundo de la moda.

Mucho ego. Y yo cuando llegué me pregunté cómo debíamos conseguir un hueco en el mundo de la moda considerándome una persona humilde, con cero ego, humana y cálida. Creo que lo he mantenido y creo que la marca también lo es, al igual que todo mi equipo. Esto último es algo clave, porque Julieta es el reflejo de todas las personas que la forman.

Además, creo que haber mantenido esas características es un factor de diferenciación con muchas otras marcas. No siempre es así, pero a nosotros nos ha pasado que todo lo que hemos dado, siempre ha vuelto. Quien siembra, recoge.

Cada vez que voy a Sevilla a unos premios que nos invitan y siento que me reciben con tanto cariño, que reciben a la marca con tanto cariño: “¡Ay, Julieta, qué guay!”. Digo, tío, ¡qué bonito! Porque siempre pensaba que iba a ser de otra manera, pensaba que iba a ser todo mucho postureo, mucho tal, mucho cual… Y digo: se puede seguir siendo una misma en otro escenario, a priori nada que ver contigo, ¿no?

A mí me llama la atención de Julieta que vemos a gente vestida de Julieta en una alfombra roja, pero también la podemos ver yendo a comprar el pan. Y lo que hemos hablado mil veces: tienen prendas “para todas las mujeres”, no un perfil concreto. ¿Tenía claro desde el minuto uno que iba a estar concebida de esta forma?

Igual desde el principio pensaba que era más una marca de invitadas. Porque como empecé con tanto…

¡Brillibrilli!

Lentejuelas, plumas… Pues claro. Pero al final tienes que tener un oído puesto en la clienta que te compra.

Y ella misma, esa clienta, me dice: “Maryam, pero es que yo trabajo en una guarde, tía, y no voy a alfombras rojas”, o “tía, es que trabajo en un banco”, o “soy camarera y no voy a alfombras rojas, pero me encanta tu marca, me quiero poner cosas de tu marca. Tienes que hacer sudaderas, tienes que hacer tal…”

Y en eso estamos trabajando, y lo quiero potenciar mucho a partir de ahora que ya estamos en la nave. Estamos preparando líneas todavía más casual y todavía más de poder llevar en el día a día.

Porque siento que Julieta, la marca, lo que te decía, se ha validado. Y que es una marca que llega, no sé cómo decirte. No pensaba que Julieta se iba a hacer tan grande en cuanto a hacer marca. Eso sí me ha sorprendido mucho. Una cosa es comprar y vender ropa, y otra cosa es hacer ropa que tenga identidad. No sé explicarlo bien.

Que si a lo mejor pasa una chica con un vestido muy bonito de alguna marca, dices: “Qué vestido más bonito”, pero si pasa con un Julieta, dices: “¡Es un Julieta!” o "Menudo Julietazo".

Exactamente. Y yo siempre he pensado que Julieta no hace ropa, hace estados de ánimo. Y lo pienso de verdad al mil por mil. Te pones una prenda de Julieta y te cambia el estado de ánimo. Y eso es lo que creo que hemos conseguido, gracias a un universo creativo que hemos creado con las clientas, que me comparten sus looks con el #Julietazo en sus stories.

Es de lo que más orgullosa estoy porque es muy difícil, la gente nos reconoce allá por donde vamos. A mí me vienen marcas de complementos como pendientes o bolsos y puedo tomarme la licencia de decidir si "esto es Julieta" o "esto no es Julieta".

O cuando me proponen vestir a una persona. Y a mí hay gente que me ha dicho: “Tía, ¿la vas a vestir?”, y digo: “Es que Julieta es guay, Julieta viste a todo el mundo; pues sí la voy a vestir”.

Hemos conseguido crear una marca muy potente y con una identidad muy clara. Y lo que tenemos preparado, es muy potente, muy chulo: ahora que tenemos el edificio, nos falta maquinar cómo hacemos todo lo que tengo en mente, pero lo conseguiremos.

Maryam Blanes posando a cámara.

Maryam Blanes posando a cámara. Álvaro Cabrera

¿Qué le inspira?

La vida, la emoción, las mujeres a las que admiro, la contradicción, la fuerza, la dulzura, lo clásico, pero también lo atrevido. De ahí nacen mis prensas, del equilibrio entre lo que somos y lo que soñamos ser.

¿Cuántas personas forman Julieta Brand ahora mismo?

Está Isabel, está Fran, está Lola, estoy yo. Y luego tenemos mucha gente freelance que trabaja para nosotros, que podemos llegar a ser diez o más. Mi comida de Navidad, ¡no te digo na'!…

Luego tengo un taller externo, que ellos tienen su propio taller, que trabajan con nosotras... Tenemos fotógrafo, modelos... Para mí todas las piezas que forman la marca son Julieta. Pero claro, no todos son de la plantilla, no soy Gucci, ya me gustaría, no puedo mantener a quince personas. Son freelance, no puedo tener una carga de personal todos los meses, al final necesito sus servicios de manera intermitente y ya, sin ningún problema, en función de nuestras necesidades.

Pero yo quiero dejar claro que no somos unas superheroínas, no somos tres. Julieta son muchas personas diferentes. Recibo una cantidad de currículums al día que yo digo: “Tía, ojalá vendiéramos tanto para yo tener un equipo tan grande”. Recibo muchos currículums de chicas que son perfiles potentes, ¿eh? Que me dicen: “He estado en Milán, he estudiado en no sé dónde, me encantaría estar en Julieta, me encanta vuestra marca”.

Y yo pienso: me encantaría, pero no puedo. También me llaman mil tiendas multimarca para contar con Julieta en sus percheros, pero no me visualizo, si soy sincera. Con todo lo que cuesta hacerla: el tejido, la costurera, los envíos, lo que cobra la tienda… Se me pierde todo. No compensa. Para eso me pongo yo un Julieta.

Y como diseñadora, ¿qué echa en falta en Málaga?

Buenas ideas. Más buenas ideas. Por ejemplo, Málaga de Moda nos da un apoyo brutal y nos pone en sitios donde no llegaríamos nosotros solos, y eso es verdad, se agradece mil. Ha dado voz y espacio al talento local y apoyo en momentos en los que abrirte camino sola parece casi imposible.

Pero luego a mí se me ocurren muchas cosas en mi día a día que me gustaría que se materializaran. ¿Por qué no usar la habitación de un hotel como rincón de Málaga de Moda cada Festival de Cine de Málaga? Que las actrices y actores que vienen sin un look definido acudan a esa habitación y se encuentren allí todo el talento malagueño y puedan probarse y elegir lo que más les guste apostando por una firma local. ¿No sería increíble?

Así tampoco nos vuelven locos a los diseñadores. Que si voy, que si vengo, que si llevo al hotel tal vestido, que si traigo del hotel tal chaqueta...

Quiero que pongan una suite guapa, decorada con gusto, que se lo curren. Estoy convencida de que seguro que acabarían llevándose algunos pendientes de Rod Almayate, algún vestido o goyesca nuestra... No sé. No solo para la alfombra roja, sino también para los pases de prensa más del día a día. Ese tipo de cosas son sencillas y ayudan muchísimo.

¿Entonces cree que hacen falta ideas sencillas, no tantos grandes planes?

Exactamente. Cosas sencillas, pero buenas. Por ejemplo, que se coja una calle donde los locales estén vacíos, que en el Centro de Málaga hay unas cuantas, estos se reacondicionen y el ayuntamiento, o la institución que sea, costee parte del alquiler. Si el alquiler está a ocho, que te lo dejen en cuatro; si está a siete, en tres y medio.

No te digo que te regalen nada, somos empresas, pero eso daría vida a la ciudad.

El otro día hablaban en redes de la calle Comedias, que está totalmente cerrada, solo queda la tienda Haití, un clásico de Málaga.

¿Cómo reimpulsas una calle así? Que se cojan esos locales, los arreglen, y los pongan a disposición de diseñadores locales.

Con iniciativas tan sencillas pueden ayudarnos a todos mogollón. Es como la Málaga Fashion Week, también se le puede dar una vuelta para que sea algo más que la pasarela más larga de Europa, que tenga más utilidades, que sirva al diseñador que se curra su proyecto y lleva allí sus diseños, modelos, etc.

Pero que detrás de toda esta reflexión, el melón lo deben abrir los políticos, que sé que tienen muchas cosas que hacer, pero que las hagan, que piensen cosas, que para eso están. Que si no tienen ideas, hagan reuniones, nos escuchen, y yo vomito en una mesa del Ayuntamiento de Málaga o donde sea todo lo que estoy comentando, pero con detalle. Y que lo recoja la concejala o el equipo que quiera para ponerse a trabajar.

Que no lo tenga que hacer yo. Eso es lo que echo en falta en Málaga: proyectos, ideas y ganas.

¿Cree que Sevilla nos lleva ventaja en este sentido?

En Sevilla tienen eventos continuamente. Yo voy mucho y siempre hay algo: premios, noches temáticas, galas… Se inventan cosas y eso genera movimiento, genera visitas, hace que gente importante vaya allí. Eso es lo que le hace falta a Málaga: no perder la identidad, estar todos más unidos y orgullosos de lo que hacemos. Porque en Málaga se hacen cosas muy guays.

Málaga está viviendo un proceso precioso, con mucha energía y empiezo a ver una escena real de moda con identidad propia.

Sí, porque al final siempre se habla de la Málaga tecnológica, de la Málaga cultural… pero poco de la Málaga de moda.

Exacto. Y hay cosas muy guays, me da coraje que el mundo se las pierda. No solo desde el punto de vista del comercio, que también, sino desde el punto de vista de la cultura.

Se trata de mirar hacia la cultura creativa. De darle valor. Yo lo vivo así porque siento tanto que Julieta es un reflejo de nuestra cultura…

De verdad, lo pienso muchísimo. No solo hacemos ropa bonita, ni compramos ropa y le ponemos nuestra etiqueta, ¿sabes? Que muchas marcas lo hacen, y me parece fenomenal, pero lo nuestro es otra cosa.

Maryam Blanes, junto al Guadalmedina.

Maryam Blanes, junto al Guadalmedina. Álvaro Cabrera

Porque la raíz está muy presente en su marca.

Súper. Totalmente. Que Julieta haya nacido en Málaga hace que la marca también sea Málaga. Ya hicimos una colaboración con Málaga Patterns donde nuestros diseños llevaban estampados de la Iglesia de San Juan y del Museo Pompidou. Y ahora estamos trabajando en algo muy gordo para el año que viene que va a gritar Málaga.

Apostamos por nuestras raíces, por lo local, por la artesanía. Lo que nos gusta en Julieta. Y queremos que se apoye al comercio local, que se aporten facilidades para que la gente pueda comprarse cosas hechas aquí. Porque, ¿cómo pretendes que un pequeño negocio pague 14.000 euros de local? Es que estamos locos.

Hay una pregunta que siempre hago en esta sección: si fuera alcaldesa por un día, ¿por dónde empezaría?

Yo empezaría por el comercio local, sin duda. Por poner en valor lo que se hace en Málaga. Rehabilitar el comercio local desde dentro, apostando por lo nuestro. Aquí, ¿a quién le interesa el pub irlandés ese, lo que hay en la Plaza de la Constitución ocupando el hueco del Central? A nadie. Ni a los malagueños ni a los que vienen de fuera.

Los turistas vienen de tomarse sus pintas en Irlanda, no quieren ver más de lo mismo aquí. Yo lo veo así.

Cuando usted abrió en la Constitución, todavía estaba el Café Central.

Sí, claro, estaba el Café Central. ¿Sabes? Yo quiero churrerías, tía. No quiero Guinness. Autenticidad. Volver a la autenticidad. Volver a lo de siempre. Al pescaíto frito bueno de verdad, que ya hasta es difícil comérselo. No sé, es hora de apostar a hacer cosas chulas con Victoria o San Miguel, con cervezas artesanales que se hacen en pueblos de Málaga.

No soy política, eso es trabajo de ellos. Pero si lo hiciera, empezaría por ahí. Si no nos miramos a nosotros, ¿quién nos va a mirar?

Maryam Blanes.

Maryam Blanes. Álvaro Cabrera

¿Cómo definiría a Málaga en una prenda?

En una prenda... Málaga sería un vestido de ondas, que es el mar. Málaga es el mar, es el sol, es la luz. Sería un vestido de lentejuela, porque brilla. Sería un vestido de ondas y sería blanco, seguramente. Con una manga jamón, ¿no? Con una manga fruncida aquí, en el brazo.

Sería brillo, sería glamour, sería luz. Pero las ondas, para mí, son el mar de Málaga también. En realidad, Málaga podría ser cualquier Julieta. Nosotros, desde el minuto uno, buscamos la inspiración en el azul del mar, su arquitectura, los azulejos, el hierro forjado, sus palmeras o las flores de biznaga. Además, que todo lo que rodea a Málaga tiene color, como nuestros modelos de Julieta.

¿Y Julieta dentro de cinco años?

A mí me gustaría que siguiésemos existiendo, eso lo primero. Que Julieta siguiera siendo lo que es, pero creciendo. Obviamente, me encantaría que fuésemos una marca consolidada, con una estructura más grande, más equipo, más capacidad de producción. Pero sin perder lo que somos.

Porque lo que más miedo me da es perder esa esencia, esa cercanía. Que la gente deje de sentir que cuando compra una prenda de Julieta, está comprando algo hecho con cariño, con alma, con historia. Quiero que sigamos creciendo, que lleguemos más lejos, pero sin dejar de ser Julieta. Sin dejar de ser nosotras.