La sala de las máquinas.

La sala de las máquinas. A.R.

Málaga ciudad

Un bocadillo frío o pasta envasada: ¿cuánto vale comer y beber en Parcemasa tras el cierre de su cafetería?

El jueves, 31 de julio, fue el último día del establecimiento en activo. Muchos malagueños se muestran indignados por la falta de humanidad en un lugar tan inhóspito como es un tanatorio.

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Hasta hace unos meses, tomarse una cerveza o un café en el tanatorio de Parcemasa, en Málaga, era casi un gesto de consuelo. Hay un ritual pequeño pero importante que todo malagueño ha hecho alguna vez en la vida: acompañar a un amigo o familiar que atraviesa uno de los peores días de su vida hasta la cafetería para hacerlo salir un momento de la sala, cruzar unas palabras con el camarero o simplemente dejar que el murmullo de la barra inundara su cabeza tras pasar horas derramando lágrimas. Incluso los azucarillos ayudaban en este proceso: llevaban mensajes positivos que, a más de uno, le sacaban una sonrisa.

Desde el 31 de julio, ese gesto se ha vuelto imposible. La cafetería de Parcemasa cerró sus puertas este verano y, en su lugar, el Ayuntamiento decidió habilitar una sala con máquinas expendedoras. El espacio, que antes no se utilizaba, cuenta ahora con varios dispensadores automáticos de bocadillos, ensaladas, chocolatinas y bebidas calientes o frías, así como unas cuantas mesas, sillas y un microondas.

El cambio ha sido recibido con críticas por parte de muchos malagueños. “Es algo muy triste, inentendible”, lamenta David, que acaba de perder a un familiar. “No cuesta tanto tener un lugar donde sentarte, tomar algo caliente y hablar con alguien. En un momento así, ese café ayuda más de lo que parece; sales de lo triste que es estar en el sofá de una sala”, añade.

Los seguros funerarios, explica, entregan ahora a los familiares una ficha con saldo —en función de lo contratado— para introducir en las máquinas y gastar el equivalente a los antiguos tickets que antes servían para los menús y cafés de la cafetería.

La sala dispone de un microondas para calentar los alimentos, pero las posibilidades son limitadas. “No hay ni sandwichera, por ejemplo, para calentar el bocadillo que sale frío de la máquina”, comenta Susana, otra malagueña que se encuentra en el cementerio. “Es una pena. Antes podías tomarte un café en taza y comer algo calentito, porque aquí en invierno hace dos o tres grados menos que en el resto de Málaga y en verano al revés. A eso hay que sumar que ahora todo es más impersonal”.

Las críticas apuntan no solo a la frialdad del espacio, sino también a la pérdida del trato humano que ofrecía el personal de la cafetería, un punto de encuentro habitual para familiares y amigos de fallecidos y los propios trabajadores del camposanto.

Los precios de las máquinas no son especialmente altos, pero la experiencia dista mucho de la de antes. Un bocadillo mixto de pan con tortilla cuesta dos euros, mientras que un sándwich frío básico sale por 1,50, o 2,40 euros si se opta por una versión que aparenta mejor calidad.

Las ensaladas oscilan entre los dos y los 3,30 euros, según sean de atún, ligeras o de pasta. También hay Donetes por 1,55 euros, patatas Lays por 1,30, bifrutas por 1,30, M&M's por 1,10, gominolas Haribo por 1,30, botellas de agua a 0,75 o Coca-Cola a un euro, además de cubiertos de plástico que se cobran a 30 céntimos, un detalle de lo más llamativo. La pasta carbonara también figura en la máquina, aunque no permitía ver el precio en nuestra visita. Eso sí, las cantidades son escasas.

Según se recoge en las reseñas aún visibles en Google de la anterior cafetería, en su última etapa, el precio del menú era de once euros con bebida y pan incluidos. Si bien, había quien denunciaba que la limpieza del establecimiento no era la adecuada, "con moscas muertas en las lámparas", veían caros sus precios y reseñaban que los trabajadores no eran del todo simpáticos.

“Uno no viene aquí a disfrutar, eso está claro; pero sí a acompañar. Y esos pequeños detalles ayudan”, dice David, antes de volver a la sala donde vela a un ser querido. En sus manos, una botella de agua de 75 céntimos y un paquete de Donetes para su hija que, precisamente, no lleva ningún mensaje positivo en el envoltorio.