Antonio, en el suelo tras ser reducido por la Policía.

Antonio, en el suelo tras ser reducido por la Policía.

Málaga ciudad

Tres años después, así es la vida de María: su pareja le asestó 28 puñaladas

El agresor fue condenado a 12 años de prisión y a indemnizar a la vícitima con 420.000 euros, de los que "no ha recibido ni un céntimo".

7 enero, 2022 05:00

Estaba atardeciendo y María, natural de Málaga, salía de su lugar de trabajo. Al doblar la esquina de la Plaza del Triunfo de Granada, un puñetazo la sorprendió y la tiró al suelo. Tenía la mandíbula rota y un fuerte golpe en un oído como consecuencia de la caída, pero logró sobreponerse. Instantes después, Antonio le asestaría 28 puñaladas con un cuchillo de nueve centímetros de hoja. Era 16 de mayo de 2018.

María y Antonio, vecino del pueblo granadino de Monachil, fueron novios durante apenas cinco meses y sólo se veían los fines de semana. Un día, ella decidió cortar la relación por no sentirse cómoda con su pareja. Desde entonces, Antonio estuvo "más de tres meses" planeando el ataque. Ella, por aquel entonces, residía en un centro para mujeres maltratadas de la ciudad de la Alhambra por haber interpuesto dos denuncias de violencia de género anteriormente.

A María le encanta bailar y le apasiona la música, una actividad que solía compaginar con su trabajo en un local de peluquería y estética, aunque "en apenas dos semanas" iba a abrir su propio negocio, reconoce. Aquel día le truncaron el sueño de su vida a base navajazos. Una vida que volvería más de un año después, cuando María abrió los ojos en el hospital Virgen de las Nieves.

Tiene tibios recuerdos, que se vienen a la mente cuando se mira los brazos, marcados para siempre de cicatrices. En el momento en el que Antonio comenzó a clavarle el cuchillo, María sólo pensaba en que algún momento tenía que parar. Las piernas le fallaban y sólo podía emplear las manos para defenderse. De hecho, ha perdido toda la sensibilidad en los brazos por la perforación que sufrió en los tendones de estas extremidades: "Mis brazos ahora son como un chicle", relata.

Pero María no iba sola aquella tarde: una amiga y sus tres hijas menores -9, 10 y 12 años- le acompañaban. En el momento de la agresión, las niñas salieron corriendo, aunque Antonio intentó atacar a la más pequeña y a su madre, según relata la propia María. Ella estaba "en shock" y sí rememora aquel momento con mucha "desesperación" que es lo que afirma sentir: "Como siga me va a dejar en el sitio porque no puedo más", pensaba.

Cuando su cuerpo ya había recibido más de la mitad de las puñaladas, María recuperó "algo" la conciencia y observó como su agresor se alejaba. Pero volvió. Ella yacía desangrada en el suelo. Antonio se cortó un dedo fruto del forcejo y fue a una fuente cercana a lavarse las manos. La víctima decidió hacerse "la muerta" para evitar más ensañamiento, pero los nueve centímetros de cuchillo volverían a tocar sus órganos.

Un hombre se acercó a la escena de los hechos y se encaró con Antonio, que estaba de rodillas a los pies de María. El testigo lo apartó y comenzó a taponar las heridas principales. Mientras, el agresor le dedicaba amenazas de muerte, con el arma en la mano, pero él sabía que tenía que resistir para intentar salvar una vida. Y resistió. Aunque agradecida, María cuenta que dejó su sello en el brazo de aquel hombre en forma de pellizcos por lo que le dolían las heridas en el momento que recuperaba cierta conciencia: "Quítate y no me tapones más que no puedo, déjame como estoy", le decía.

Hoy María tiene 35 años, pero no los ha podido vivir enteros. También cuenta con cicatrices por toda la piel fruto de las más de doce operaciones a las que se ha sometido, además de la pérdida completa de la visión en el ojo izquierdo como consecuencia de una de las puñaladas, que le "reventó" el nervio óptico. Ella misma confiesa que los médicos "han hecho malabares" para mantenerla con vida, pero María tiene claro que si hoy está contando lo que recuerda de aquella tarde es por su hija Ainara, de nueve años.

¿Qué le dirías a Antonio?

"Sólo le preguntaría qué le motivó a hacerme eso. Es lo que siempre he pensado desde aquel día"

Ahora ha aprendido a andar de nuevo. También a comer y a hablar debido a la traqueotomía que la tenía intubada en el hospital. Ha perdido "un montón" de peso y arrastra terribles secuelas psicológicas de las que todavía intenta recuperarse. A María le han arrebatado el sueño de ser dueña de su propio negocio y le han impedido hacer vida con Ainara, que ahora vive con Pablo y Maribel, sus abuelos. Mientras, con un sueldo de 700 euros mensuales, María se recupera de las secuelas en un piso compartido con otras compañeras en Málaga.

A pesar de haber rozado la muerte con la yema de los dedos, a esta malagueña Antonio no le ha podido matar el sentido del humor, ese "espíritu tan guasón" que la define: "Lo poco que recuerdo es que cuando iba en la ambulancia de camino al hospital le pedí un cigarro al conductor". Igualmente, en un esfuerzo por recordar aquella triste tarde de mayo, lamenta que "en vez de que me invitasen a una cerveza, estuvieron a punto de matarme". 

La sentencia

"Como no me ha matado, parece que no ha sido grave", denuncia María. La sentencia de este caso dictó que Antonio debía cumplir 12 años de prisión, de los que su víctima está segura de que "saldrá antes de tiempo". Esa es su mayor queja. Y su mayor miedo: "Cuando él salga de la cárcel me dará miedo hasta pasear con mi hija". María cuenta que dejó a Antonio porque "ya veía cosas raras", pero nunca podría llegar a imaginarse que llegase "hasta ese punto" de asestarle 28 puñaladas. "Si no era para él, no era para nadie", dice.

Igualmente, el acusado debe indemnizar a la víctima con un total de 420.000 euros, como expone la sentencia. Sin embargo, María no ha visto "ni un céntimo" de esa cantidad. Antonio, según expone la propia María, tuvo problemas con la droga cuando apenas había alcanzado la mayor de edad -"con los porros"- y pasó por la asociación Proyecto Hombre de Granada, lo que sirvió a su abogado para rebajar la pena de cárcel. Pero en el momento de los hechos, siguiendo el relato de la denunciante, su agresor "sabía perfectamente lo que hacía". No estaba afectado por ninguna sustancia, como indican las posteriores analíticas que se le realizaron.

María recrimina que los hechos probados en la sentencia no se corresponden con la pena que le ha caído a Antonio. Además de no recibir el dinero pertinente de la indemnización, no le han facilitado una vivienda "donde rehacer la vida con mi hija Ainara", subraya. Por tanto, debido a la incapacidad que presenta, catalogada como "accidente laboral" por estar saliendo del local, María ha solicitado trabajar en la ONCE.

Tres años después de aquella tarde de mayo, sigue recuperando sensaciones de lo que estar viva. Ella cree que hay muchas diferencias entre la María de antes del ataque de Antonio y la de ahora, pero asegura que está "contenta" de poder contarlo. Eso es lo único que tiene claro. Le han destrozado la vida pero no la sonrisa, que se dibuja en su cara cuando saborea el café que una camarera acaba de traerle. Es diciembre de 2021.