Dos adolescentes usan sus teléfonos móviles.

Dos adolescentes usan sus teléfonos móviles.

Tecnología La cantera periodística de la UMA

El teléfono móvil, casi un órgano más del cuerpo humano para los adolescentes malagueños

Los padres compran a sus hijos móviles a una edad cada vez más temprana y eso está generando tensiones y desinterés en los estudios. 

17 abril, 2023 05:00

Un restaurante. Un matrimonio mayor espera la comida junto a sus nietos. No hay conversación, solo resignación. Los ojos de los niños pendientes de sus pantallas. Se les agota el tiempo y no son conscientes de ello. Levantad la mirada y disfrutad. El tiempo no vuelve y es oro.

Una habitación con la puerta cerrada. Un padre la abre y observa perplejo a su hija de 12 años mirándose al espejo, móvil en mano. Poses y morritos en la cara.

—Pero bueno, ¿qué haces con el móvil? Deberías estar estudiando.

—Paso.

Los ojos de los niños y niñas de entre 11 y 12 años al parecer se casan con las pantallas de los teléfonos móviles y no podrían pasar ni un minuto divorciados. Dan prioridad al dispositivo y viven de espaldas a todo lo demás. “Le dimos un móvil para estar tranquilos en sus primeras salidas y cuando iba a sus actividades extraescolares, pero esa fue nuestra perdición”, palabras en boca de Manuel, un padre arrepentido y desesperado por la actitud de su hija Claudia.

Era una niña cariñosa, estudiosa y tenía muchos intereses como la música pop, dibujar o ver series infantiles propias de su edad. En su colegio de primaria todos los profesores hablaban maravillas de ella. Desde que entró en el instituto todo ha cambiado. No tiene interés por nada. Suspende. Es contestona. Solo su móvil. “Es desesperante y estoy preocupado… ya no me da abrazos”, reflexiona Manuel con pesar. “Qué fácil es sustituir a un padre”, sentencia con ironía e incluso bromeando a pesar de su cara desencajada.

Desde la experiencia de Inma, monitora de tiempo libre y madre entregada, también ha ido observando un cambio notorio en su hijo de 12 años, Álvaro, cuya personalidad se iba tornando más agresiva a medida que iba pasando el tiempo. “Él intenta imponer su idea y nos pregunta intensamente que ‘¿por qué actuamos así? ¿Por qué le decimos esto?’, es esa rebeldía totalmente característica de un adolescente”, cuenta Inma. “Es totalmente lógico, pero también es muy agotador tener que darle tantas explicaciones”, añade.

Para Laura, madre de otro niño de 11 años, la sociedad pretende ir demasiado rápido, haciendo a los niños mayores. Esto les genera cambios en la conducta, como en el caso de su hijo Juan Diego que ha pasado del colegio al instituto con niños y niñas nuevos. Su mayor temor: él no estaba preparado. “Se les está dando una independencia en cuanto al móvil o al propio método de estudio y creo que es demasiado pronto para enfrentarlos a eso”, confiesa Laura. “Ellos se ven mayores cuando realmente todavía no tienen las bases afianzadas”, detalla.

Gema, que también dedica su tiempo libre a la actividad con niños, piensa que la cúpula en la que están encerrados los niños, a consecuencia de los móviles, deriva en que se crean cada vez más “mayorcitos” y estén “muy adelantados” para la edad que tienen. Sigue habiendo niños en estas edades que son todavía muy infantiles pero otros, en cambio, ya están “por encima de muchas cosas”, aclara Gema. “Los padres tenemos que intentar controlar que ni se adelanten ni se queden estancados en la infancia, pero educar es complicado”, explica.

Los jóvenes de hoy en día, que nacen con los móviles en las manos en vez de hacer sonar un sonajero, tienen cada vez más una preocupación extrema por la imagen, la cual va por encima de todo lo demás, incluso antes que los estudios. El ejercicio de saber cómo posar en las redes sociales se ha vuelto un deporte muy común entre los adolescentes. El objetivo: ser aceptados o, incluso, admirados por el resto en busca de likes.

—Mis padres me han quitado muchas veces el móvil por llegar tarde al instituto, pero necesito mi tiempo para arreglarme y rizarme las pestañas, que eso es muy importante— reivindica Claudia.

Inma revela que su hijo Álvaro también se preocupa ahora más por su aspecto físico ya que le llaman más la atención las chicas y lo que le interesa es “gustar a las chicas”, dice con una sonrisa pícara mientras guiña el ojo.

Las redes sociales se han convertido en una bomba nuclear que ha estallado en la preocupación de los padres por la influencia que tiene en sus hijos que se esconden detrás de una imagen “distorsionada” y con tantos filtros. Eso les influye a vestirse, arreglarse y sociabilizar como si fueran más mayores. Además, ven a tantos influencers y youtubers que muchos acaban queriendo parecerse a ellos y eso hace que su imagen y forma de actuar cambie. Comienzan a verse como no son realmente y, al final, los adolescentes están normalizando aplicar filtros en su imagen porque para ellos “es algo muy normal”.

Las salidas familiares son otro aspecto que empieza a resentirse en estas edades. Prefieren construir su vida en un mundo virtual en vez de vivirla en la realidad. A muchos les cuesta cada vez más salir a jugar y estar con otros niños de su edad en la calle. “Hay niños que los tienes que obligar e incluso puede llegar a ser casi una pelea”, señala Inma. La desgana y el pasotismo se apodera de ellos.

“Antes me acompañaba a todo lados sin importar a donde fuera y ahora, como dice ella, pasa”, lamenta Manuel, padre de Claudia.

Para Gema los niños de hoy en día están “más espabilados y pasan de que se les regañe”. Evidentemente, todo esto depende del niño pues hay otros que son menos rebeldes y en cuanto se les llama la atención por alguna mala contestación o por algún incidente muestran arrepentimiento.

Catalina, profesora de la ESO, cuenta que en este curso 2022/23 en particular “ha sido horroroso”, debido a que prácticamente a todos los niños que han pasado a primero de la ESO sus padres les han comprado un móvil. “Ha sido un bombardeo con todos los niños con los móviles”. Ella no es partidaria de que tengan el móvil muy temprano, ya que les puede afectar en el aprendizaje y, además, se pueden entretener y dejar a un lado sus obligaciones. “El móvil tiene sus ventajas e inconvenientes. En mi opinión, no habría que prohibirlo, sino enseñar a utilizarlo. De todas maneras, los niños no necesitan realmente el móvil tan temprano”.

En lo que sí coinciden los padres es que hay cierto enganche al teléfono móvil. Pasan con él demasiadas horas, se ponen más agresivos, más irascibles, y se genera ansiedad. “Hemos tenido que recurrir a quitarle los aparatos electrónicos, hacer como una cura intensiva de decir ‘tenéis que pasar unos días sin los videojuegos, tablets y todo’”, resopla Inma.

Pero no todos los adolescentes son iguales. Jorge, Victoria, Blanca y Mateo, todos niños de 12 años, están reunidos un sábado por la tarde en un parque cercano a sus casas. Discuten abiertamente sobre el tema. Ellos son conscientes de que no deben usar el móvil y tampoco les interesa mucho. Son chicos obedientes y saben que entre semana, no lo deben utilizar. Únicamente, por necesidad, si es para un asunto relacionado con su colegio. En su tiempo libre salen a la calle y si están en casa, no están “tirados con el móvil”.

—Yo en mi tiempo libre salgo, no estoy con el móvil, y cuando no estoy con el móvil y no salgo, estoy en el sofá jugando al FIFA porque la Champions no se juega sola jajaja— bromea Jorge.

Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Es educacional? ¿Son los padres? ¿Depende del grado de rebeldía del adolescente? ¿Es la sociedad?

En muchos casos, los padres se ven obligados a comprar un móvil a sus hijos antes de lo que hubieran deseado empujados, en cierta medida, por el entorno de sus vástagos. Cuando las amistades tienen todas móviles, el que no lo tiene se siente excluido e incluso “un bicho raro”. En la clase de Claudia, todo el mundo tiene móvil excepto su amiga Raquel, “pero es que sus padres son muy estrictos”, exclama con sorna.

Lo más preocupante es que, desde hace ya un tiempo, a los niños de primaria les están regalando móviles cuando hacen la Primera Comunión. Esto nos lleva a pensar que puede que pronto la adolescencia se adelante aún más.

Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte:

—Mamá, papá, ¿si me lavo los dientes todos los días, ayudo a poner y recoger la mesa, me daríais una paga?— pregunta Alejandro, de 8 años y hermano de Claudia.

—Y, ¿cuánto quieres de paga?— pregunta su madre riendo.

—Dos euros, pero no me tenéis que dar dos monedas, me los podéis dar en céntimos— aclara Alejandro muy serio.

—Bueno, ¿y qué vas a hacer con el dinero?— pregunta su padre con curiosidad.

—Ahorrar para comprarme un iPhone— contesta Alejandro.

Manuel cuenta esta conversación como una anécdota graciosa entre toda la preocupación que tiene por su hija Claudia. Quiere creer que es una etapa que “pasará” y que volverá a ser una chica que muestra interés por las cosas más allá del móvil y las redes sociales.

“Y si no cambia, te la vendo”, ríe abiertamente Manuel.

Natalia Baena Moreno es estudiante de la facultad de Periodismo en la Universidad de Málaga y participa en la sección La cantera periodística de la UMA a través de la cual EL ESPAÑOL de Málaga da su primera oportunidad a los jóvenes talentos.