Un montaje con una imagen del pueblo de Cervantes y el propio Miguel de Cervantes.
El pueblo a 14.000 kilómetros de la Costa del Sol donde Málaga y Picasso tienen una calle: con increíbles playas vírgenes
Con apenas medio millar de habitantes, Cervantes parece un pedazo de España perdido entre dunas y playas vírgenes.
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A más de 14.000 kilómetros de la Costa del Sol, en plena costa oeste australiana, hay un pueblo que parece rendir homenaje a España en el que su himno debería llevar la música de una artista como Rosalía, las letras de Pablo Alborán y el soniquete de una copla de carnaval. Se llama Cervantes, como el autor del Quijote, y aunque sus habitantes son pescadores y guías turísticos australianos, sus calles suenan a Mediterráneo: Málaga, Valencia, Cádiz, Almería o Picasso aparecen en las señales de tráfico de este remoto enclave junto al océano Índico.
El nombre no es casual. Cervantes debe su topónimo al barco estadounidense Cervantes, que naufragó frente a estas costas en 1844. A su vez, el navío había sido bautizado en honor al escritor español Miguel de Cervantes Saavedra. Más de un siglo después, en 1962, el gobierno de Australia Occidental decidió fundar un pequeño asentamiento pesquero y conservar el nombre, sin sospechar que acabaría convirtiéndose en un rincón que años después tendría acento español.
Con apenas medio millar de habitantes, Cervantes parece un pedazo de España perdido entre dunas y playas vírgenes. Sus calles se llaman Valencia, Toledo, León, Aragón o Sevilla, pero también Málaga, y hasta una de sus plazas está dedicada a Picasso.
Cuando el pueblo fue oficialmente fundado, el origen de su curioso nombre se fue difuminando entre los nuevos habitantes y planificadores urbanos. Muchos asumieron que todo se trataba de un tributo al célebre autor de 'Don Quijote', y, guiados por eso, buscaron reforzar el carácter hispánico de la localidad.
“Cuando se diseñó el plano urbano, los primeros colonos quisieron seguir la inspiración de su nombre”, explican desde el Shire of Dandaragan, el gobierno local. El resultado es un pueblo donde los rótulos de las esquinas parecen sacados de cualquier ciudad española, pero enmarcados por el azul del Índico y el polvo del desierto.
Durante décadas, Cervantes vivió de la pesca de la langosta, una de las más apreciadas de Australia Occidental. En la actualidad combina aquella tradición con el turismo, ya que es la puerta de entrada al Nambung National Park, famoso por su desierto de pináculos, un paisaje de miles de pilares de piedra caliza que emergen del suelo y que generan un escenario digno de película.
Un cartel de la calle Picasso.
Aunque pueda dar la sensación de que en Cervantes deben aprovechar bien el marketing por el nombre de sus calles, la realidad es que no. No hay bares de tapeo, ni tablaos flamencos. Con solo echar un vistazo por Google Maps, uno se encuentra principalmente casas unifamiliares, con jardines muy verdes. Muchas de estas viviendas cuentan con embarcaciones sobre remolques (signo de pueblo pesquero) y en algunas incluso hay carteles donde venden huevos camperos. Es como dar una vuelta hacia el pasado.