Imagen de archivo de la ONG malagueña EducaGuinea.

Imagen de archivo de la ONG malagueña EducaGuinea. Cedida

Educación

Estas malagueñas crearon su propia ONG para construir colegios en Guinea E.: "Tenemos allí una familia"

EducaGuinea, fundada en 2019 por cuatro veinteañeras, celebra el próximo sábado una comida solidaria en la paleña peña El Palustre: "Cada día encontramos a alguien diferente que nos anima un poquito más"

21 noviembre, 2021 08:27

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Estaban en el último año de carrera y tenían ganas de salir al extranjero, pero no sabían cuánto iba a cambiarles la vida ese impulso. Laura Ortega, Paloma Sierra, Ana Blanc y Candela Díaz son amigas y, desde hace dos años, llevan adelante EducaGuinea, una oenegé que para ayudar al desarrollo de dos localidades en Guinea Ecuatorial, a las que vuelven los veranos y para las que planifican y recaudan durante su tiempo libre el resto del año.

El próximo sábado 27 de noviembre celebran una comida solidaria en la peña El Palustre del barrio de El Palo, Málaga, con la que recaudar fondos para sus proyectos educativos y sociales en la antigua colonia española. Un compromiso que adquirieron después de un primer viaje que les cambiaría la vida en 2019.

"Mi hermana trabajaba con el cura de los jesuitas de Carranque, que se iba algunos veranos a ayudar allí. Lo planificamos en cuestión de tres meses. Compramos vuelos y para alante. Fuimos para conocer el país y echar una mano en el colegio que hay allí", recuerda Ortega, secretaria general de Educaguinea, a EL ESPAÑOL de Málaga sobre esa expedición inicial de hace dos años.

El desencadenante de esta iniciativa es el sacerdote Crisanto Ebang, ese cura de los jesuitas de Carranque que volvía los veranos a Mebere, su pueblo natal en Guinea Ecuatorial, y cuyo entusiasmo terminó por contagiarles.

"Ese primer año estuvimos dando clases, conocimos el país de arriba a abajo y, cuando vinimos aquí, nos pegamos una panzá de llorar que no veas. Dijimos: Esto no se puede quedar aquí. El 31 de agosto llegamos y el 1 de septiembre ya estábamos montando el papeleo para constituirnos como asociación", rememora Laura Ortega, que cuenta que los niños más pequeños "lloraban al ver una carita blanca por primera vez".

Uno de los ejemplos de su trabajo es el colegio de Mebere, que solo contaba con el suelo y unos pilares cuando llegaron aquel año. Se propusieron terminar de construirlo al año siguiente. "Este año 2021, cuando llegamos vimos que un hombre había puesto las paredes. Nosotros hemos puesto los techos, hemos pintado y hemos puesto el mobiliario", cuenta Ortega. Su próximo objetivo es renovar las cubiertas de varios edificios, que quedan muy dañados por las lluvias torrenciales.

La pandemia de la Covid-19 les impidió volver en el verano de 2020 y en 2021, pese a que en un principio esperaban poder ir con diez voluntarios, finalmente solo pudo volver el núcleo duro de EducaGuinea. Esperan que en 2022 sea diferente y puedan continuar con la evolución de Mebere.

"Este año nos han ayudado un montón los jóvenes del pueblo", relata Ortega con entusiasmo. Además de la educación de los más pequeños, ofrecer una salida alternativa al alcoholismo o los embarazos precoces a los adolescentes y veinteañeros se ha convertido en otro de los focos de EducaGuinea: "Este año los hemos reenganchado con la pintura y venían al cole".

Con las mujeres del municipio dan talleres de alfabetización -el idioma español como nexo común ha sido fundamental para el voluntariado-, al que el pasado verano sumaron un taller de costura que resultó un éxito. Las voluntarias malagueñas sueñan con quizás ayudarlas a constituirse como empresa social: "La mujer allí está todo el día metida en la finca, es algo diferente que les ayude a desarrollarse. Es muy importante que los niños vean a sus madres allí trabajando", dice.

Respuesta solidaria en Málaga

Desde que volvieron y hasta la actualidad, las voluntarias han convertido Educaguinea en una de sus prioridades vitales. Además de la comida en la peña -para la que casi todas las entradas ya han sido vendidas, pero animan a seguir participando a través de la fila cero-, forman parte de la campaña de sensibilización y recaudación de El Pimpi Soles de Málaga y preparan un concierto con un cuarteto de cuerda en Madrid.

"La reacción ha sido buenísima, tanto a la hora de ayudarnos como a la de querer venirse con nosotras. Pero ya no solo gente de Málaga: gracias a las redes sociales, todo el mundo tiene acceso a nuestra ONG. Pusimos la búsqueda de voluntarios por allí y nos vino gente de Córdoba, Madrid, Canarias...", cuenta Laura Ortega.

Hacen hincapié, para futuros voluntarios, en que es "un país difícil" en el que hay que "trabajar con codo" e ir "con ganas de venir a ayudar, no a pasearse". "El que vaya, tiene que comer mono", dice la secretaria general riendo: un compromiso que ellas mantienen desde España pese a trabajar o estudiar e incluso vivir ahora en ciudades distintas.

"Todo es cuestión de prioridades. A nosotros esto nos encanta, nos mueve por dentro, y dedicamos lo que haga falta porque al final nos apasiona. Queremos que sea parte de nuestro futuro, no es una cosa de dos años, sabemos que va para alante", justifica.

"Yo me lleno mucho haciendo esto, me encanta y no me pesa nada. Nos encontramos un montón de gente que nos quiere ayudar y eso nos motiva muchísimo. Cada día encontramos a alguien diferente que nos anima un poquito más. Por la familia se hace lo que sea, ¿no? Pues nosotras allí tenemos una familia, y las cosas que hemos visto hay que cambiarlas, hay que mejorarlas", sentencia Ortega.