Los Herrero, en una imagen junto a su Cristo.

Los Herrero, en una imagen junto a su Cristo. Alba Rosado Iglesia de San Juan de Málaga

Cofradías

Los Herrero, padre e hijo con baja visibilidad: "Si lo portan con los ojos vendados, ¿por qué no íbamos a poder llevarlo?

Rafael Herrero y su hijo padecen cataratas congénitas hereditarias, pero sus problemas de visión no les impiden ser hombres de trono cada Miércoles Santo al Cristo de Ánimas de Ciegos de Fusionadas.

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En la vida de Rafael Herrero y su hijo, del mismo nombre, la fe no se ve: se siente. Es habitual que los cofrades, cuando la vida aprieta, se aferren al rostro de su Cristo o Virgen. Pero Rafael y su hijo casi nisiquiera se lo ponen al suyo. El motivo es que ambos padecen cataratas congénitas hereditarias, una condición visual severa que afecta a varias generaciones de su familia.

“Mi padre la tenía, yo la heredé de él y ahora también la tiene mi hijo”, explica el mayor de los Rafaeles, que apenas conserva un 0,05% de visión en el ojo derecho. Su hijo, algo más afortunado, aún puede leer, aunque con dificultad, si un texto está lo suficientemente ampliado, gracias también a las ayudas técnicas que ofrece su móvil.

"Pero nació ciego", dice su madre, Esperanza, que le pidió por activa y por pasiva al Cristo de Ánimas de Ciegos para que al menos le dejara un poquito de visión para hacer su vida. "Y lo hizo, lo hizo", comenta emocionada. Su hijo lleva colocada una chapa de grandes dimensiones en la correa de su bolso donde se lee 'Tengo baja visión' y ella prometió acompañar siempre al Señor de Ánimas de Ciegos.

La historia de vinculación de esta familia con las Reales Cofradías Fusionadas comienza casi por casualidad. Corría el año 1984 cuando Rafael padre, tras terminar de trabajar vendiendo cupones en calle Granada, pasó con unos amigos por la zona de San Juan. “Venía ya de hacer la devolución y dijimos: vamos a ver si hay sitio. Y entramos”, recuerda con una sonrisa. Así, sin planearlo, se convirtió en hermano de Fusionadas. Desde entonces, no ha faltado un solo año.

 “Nos tallábamos en el pasillo al lado de la iglesia, no había casa de hermandad”, rememora. Reconoce que aquel primer año fue un gran afortunado: había huecos en el trono, algo que no suele ser habitual hoy en día. Desde entonces, comenzó su trayectoria como hombre de trono en Fusionadas, donde la ONCE es institución hermana mayor honoraria.

Rafael hijo es cofrade desde que tiene uso de razón. Se "muere" por su Cristo y la Semana Santa de Málaga. Su madre asiente con la cabeza y se emociona: "Es una pasión que los dos comparten. Lo único que les gusta", añade. Su hijo siempre decía que quería salir con el Cristo de Ánimas, hasta que lo logró. Primero lo hizo desde la banda de música: tocaba el bombo, porque no necesita leer partituras. Pero su ilusión era estar bajo el trono, como su padre. Y también lo consiguió. En 2017, al cumplir la mayoría de edad, se estrenó como portador del Cristo. “Fue cumplir los 18 y ya estaba en los tallajes”, recuerda.

Padre e hijo, junto al Cristo de Ánimas de Ciegos.

Padre e hijo, junto al Cristo de Ánimas de Ciegos. Alba Rosado

Para alguien con baja visión, ser hombre de trono es un reto doble. “Al principio fue complicado”, reconoce Rafael padre. Al ir bajo el varal interior, y ser de baja estatura, sufría constantes roces con los elementos de la estructura. “O me daba en el hombro con los picos de la mesa o podía pillarme la pierna con las patas del trono”. Poco a poco fue ganando experiencia y desplazándose hacia el exterior. Ahora va en el varal F, en el lado derecho. Su padre va justo delante, en el E. No pueden ir juntos porque la disposición se organiza por antigüedad.

A lo largo del recorrido procesional, se van encontrando diferentes 'obstáculos' que complican su caminar en el varal. La potente voz del capataz es más que una guía para ellos. Ambos tienen identificadas las zonas más difíciles. La salida de la Catedral, por ejemplo, es una de las que más temen. “Tiene un escalón muy grande, y ya cuesta con poca visión. Si encima hay desniveles…”, lamenta Rafael hijo. También los bordillos o las rampas pueden convertirse en un peligro para ellos.

Pero no solo el terreno presenta complicaciones. “Si me toca al lado un paracaidista con esas hachas o armas que llevan colgando, con tanto movimiento se les descuelgan, y alguna vez me han rozado. Yo pensaba: como eso esté afilado… Verás”, confiesa entre risas Rafael padre. 

Padre e hijo, junto al Cristo de Ánimas de Ciegos.

Padre e hijo, junto al Cristo de Ánimas de Ciegos. Alba Rosado

Pese a las dificultades, ninguno se plantea dejar de salir. “Aquí no hay edad de jubilación”, bromea el mayor. “Hasta que el cuerpo aguante”. Es más, su deseo es ver a su hijo ocupar algún día su hueco en el varal: “Ese sería el relevo ideal y mi sueño”. Por su parte, su hijo, asegura que todo le va un poco mejor desde que forma parte de los varales del trono de Ánimas. "A mí me ha reforzado la fe, sin duda", reconoce.

Ambos son los únicos hombres de trono con discapacidad visual afiliados a la ONCE en Fusionadas. “No sé si habrá alguno en otra cofradía, pero aquí somos nosotros dos”, asegura el padre. No se sienten especiales, pero sí orgullosos de demostrar que las barreras no siempre son muros inalcanzables.

“Si hay personas que salen con los ojos vendados por promesa, ¿cómo no vamos a poder nosotros?”, sueltan ambos al aire, invitando a todas las personas invidentes y cofrades que se animen a formar parte de los cortejos ya que a ellos siempre les tendieron la mano: "Aquí no metes el ojo, metes el hombro".

El panel de Ánimas de Ciegos.

El panel de Ánimas de Ciegos. Alba Rosado

Si bien, Rafael padre, que tiene un enorme sentido del humor, bromea al tocar con sus manos el panel accesible a personas con problemas de visibilidad que tiene Fusionadas junto a la capilla de su Cristo. "Los puntitos del braille están desgastados y casi no leo lo que pone, habría que darle un repasillo con el punzón", dice con gracia. En esta estructura hay un mensaje en braille, pero también el rostro del Señor en relieve, para acercarlo a las personas invidentes.

Cuando son cuestionados sobre lo que más disfrutan de su recorrido un día como hoy, Miércoles Santo, la respuesta de Rafael padre enmudece al corazón: "El momento de la salida, porque noto algo que aparentemente es tan sencillo como que me da el aire en la cara y me lo tomo como un 'Comenzamos'. Ojalá pudiera vivir en un Miércoles Santo eterno".