El reportero Nacho Carretero, en una imagen.

El reportero Nacho Carretero, en una imagen. Miguel González

Cultura

Nacho Carretero: "El problema de Marbella con el crimen organizado no tiene comparación en Europa"

El Festival de Teatro de Málaga estrenará este jueves la satírica adaptación a las tablas de 'Fariña', uno de los últimos fenómenos editoriales donde el reportero cuenta la historia del contrabando y la droga en Galicia.

19 enero, 2022 05:00
Málaga

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El ansia por contar historia le condujo a Nacho Carretero (La Coruña, 1981) hasta el periodismo. En la familia del reportero gallego no había nadie que se dedicara al oficio ni a la escritura. "No fui un chaval con una vocación clara. De pequeño me gustaba mucho leer y escribir. Incluso hacía tiras cómicas. Contar historias es lo que me apasiona", reconoce durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.

El Festival de Teatro de Málaga estrenará este jueves la adaptación a las tablas de Fariña, uno de los últimos fenómenos editoriales españoles donde el periodista cuenta la historia del contrabando y la droga en Galicia. El espectáculo, adaptado por José L. Prieto y dirigido por Tito Asorey, se trata de un recorrido fiel y satírico por este oscuro capítulo de la historia de Galicia desde un punto de vista único.

Carretero ha escrito sobre el genocidio en Ruanda, sobre el ébola en África, sobre Siria, sobre su tía Chus y hasta sobre su amado Deportivo de La Coruña. El autor prepara ahora una serie con su productora Ailalelo, montada a pachas con el periodista Arturo Lezcano, y con Movistar+ sobre la red de bandas criminales que operan en la Costa del Sol. También está trabajando en un nuevo libro.

Contar la historia del narcotráfico gallego era uno de sus sueños. Lo hizo realidad en 2015 con la publicación de Fariña. ¿Qué fue lo más difícil a la hora de armar el libro?

El desafío sobre todo era sintetizar la cantidad ingente de historias y de personajes que quería que quedasen reflejados en el libro. El libro abarca un periodo muy amplio de años: desde que asoma el contrabando en Galicia de elementos esenciales en la posguerra hasta la actualidad del narcotráfico. Quería dibujar el recorrido del porqué en Galicia ha cuajado el narcotráfico y cómo es herencia de toda una tradición de contrabando. Hay muchos paralelismos con Andalucía. Intenté organizar mediante una amplia hemeroteca esta historia, poner en orden los capítulos y luego localizar a todos los personajes protagonistas: desde los narcos contrabandistas a la policía, jueces, vecinos, fiscales, asociaciones, etc. Una vez hablé con ellos y tuve clara la historia, empecé a escribirla. Fue más sencillo esto que el trabajo previo.

Manuel Rivas ha afirmado que "Galicia estuvo a punto de ser Sicilia". ¿Usted también lo cree?

No hay que tomársela al pie de la letra. Es incomparable el volumen de criminalidad organizada y de violencia de Sicilia con Galicia. Pero sirve para representar algo que estuvo a punto de ocurrir en Galicia: los clanes y las bandas de narcotraficantes estuvieron muy cerca de penetrar en las instituciones públicas y controlar la vida política, industrial y empresarial de esta comunidad autónoma. En cierta medida lo llegaron a conseguir y si no se logró del todo fue porque reaccionó un poco la sociedad gallega y las autoridades después de mucho tiempo de inacción. Si no llega a ser por esa reacción, sobre todo de las Madres de contra la droga, que empezaron una lucha solitaria y que acabaron arrastrando al resto de la sociedad, la criminalidad organizada hubiera entrado de lleno en las instituciones y en las redes de poder gallegas. Eso hubiera sido muy difícil de extirpar. 

En Fariña también habla de una sociedad gallega callada ante el fenómeno de la droga y las mafias. ¿Cree que ya no hay tanto tabú?

El narcotráfico en Galicia siempre fue un tabú muy grande. Primero por una negación de lo que estaba pasando. Segundo porque la gente en Galicia temía que eso alimentase el estereotipo. De hecho, cuando estaba escribiendo el libro decía: "Seguro que me critican por incidir en el estereotipo de Galicia como un sitio de narcotráfico". Todavía algunos se ponen a la defensiva con eso. A base de hablar de esto, de publicar libros como Fariña y de aproximarnos desde la cultura a este fenómeno mediante series o teatro, lo normalizamos y lo acercamos a la gente. De alguna manera lo convertimos en folclore. Y eso ayuda mucho a poner encima de la mesa los problemas. Mediante la sátira o la cultura podemos propiciar el debate y hacer que se hable del tema. Eso corresponde a una sociedad más moderna y madura, y más dispuesta a no esconder la cabeza, ni mirar hacia otro lado. Hablar más del tema le hace daño al narcotráfico. Sigue existiendo y en una gran dimensión. Pero ahora los narcotraficantes son vistos como criminales en la clandestinidad. Ya no existe la figura del cacique admirado y respetado por los vecinos. 

Acaba el libro recordando que "no se debe olvidar lo que todavía no ha terminado". ¿Cuánta vida le queda al narcotráfico gallego?

No existe un final. El narcotráfico gallego no es un elemento estanco que vive por sí mismo, sino un elemento más de una cadena global que incluye por supuesto Galicia y España. Este país tiene un problema grave de narcotráfico, especialmente Andalucía. En la costa gaditana y malagueña entran toneladas de droga cada año. Es absurdo pensar que España, Galicia o Andalucía por sí mismas pueden acabar con eso. El narcotráfico es un negocio que no ha dejado de crecer. Hoy día se mueve más cocaína y más hachís que nunca antes. Incluso más que en la época dorada con Pablo Escobar y Sito Miñanco. Hoy día se mueve bastante más droga que en aquellos años. La lucha contra él no parece estar dando resultados. No sé cuál es la solución. Si sé que cómo se está combatiendo ahora no funciona. 

Se me ha venido a la cabeza su artículo Marbella, sede global del crimen organizado. Habla en él de criptomonedas, kalashnikovs, drogas, lujo y ajustes de cuentas ¿Deberíamos estar preocupados?

Estoy muy sumergido en ese tema porque a raíz de ese reportaje que hicimos para El País estamos preparando una serie con Movistar+ sobre la problemática del crimen organizado en Marbella. Lo que está sucediendo en Marbella y en la provincia de Málaga es un problema de primerísimo orden que casi no tiene parangón en Europa. Hablamos de un lugar que alberga casi todas las bandas criminales que existen en Europa. En concreto, las principales bandas criminales de narcotraficantes provenientes de Holanda, Marruecos, Serbia, Inglaterra, Francia, Italia, Suecia e Irlanda están asentadas y operan en Marbella. Esto convierte la Costa del Sol en un lugar crítico. Es cierto que no existe una violencia de puertas para afuera que afecte al día a día de los vecinos, o que se perciba una inseguridad. Eso no quita que exista violencia y que eso esté afectando a la economía, la imagen y los recursos de toda esa zona. Hay una evidente falta de medios para combatir eso y cierto desinterés por terminar con algo que genera mucho dinero. 

Hay auténticos personajes como Sito Miñanco, que compró un equipo de fútbol al estilo de Pablo Escobar. ¿Ese perfil ya no se estila en absoluto, no?

Han aprendido que convertirse en un personaje mediático y popular va contra el negocio y contra sus intereses. La principal preocupación de la nueva generación de narcos es pasar desapercibidos y ser desconocidos. Y de hecho lo han logrado. Si te pregunto ahora quiénes son los principales narcos de Galicia, no me los vas a saber decir. Si te pregunto por los de hace 30 años y la mayoría sabe quién es Oubiña, Sito Miñanco, los Charlines. Ellos ya están fuera de eso. Es curioso cómo han aprendido a actuar bajo el radar y eso les ha permitido ser mucho más eficaces. Siguen movimiento más droga que antes. La mayoría ni siquiera tiene una sentencia por narcotráfico a sus espaldas.

Volviendo al tema del narcotráfico en Andalucía, ¿crees que uno de los obstáculos para frenar tanta criminalidad organizada es la falta de medios, no?

Cualquier conversación con miembros de la Policía Nacional o la Guardia Civil en Cádiz o en Málaga van a coincidir en señalarte que les faltan medios, recursos y gente para combatir la ola de criminalidad organizada. Ellos no tienen la culpa y hacen lo que pueden. Eso es una solución política para meter más recursos frente a un problema de dimensiones enormes. Ahora mismo es una pelea desigual: hay muchos malos y pocos policías que puedan enfrentarles. 

No sé si recuerda aquellas fotos de Feijóo con el narcotraficante Dorado. ¿Debería haber dimitido?

(Ríe). No sé lo que tendría que haber hecho. Esa foto hay que ponerla en un contexto político muy diferente al actual. En aquella época, por desgracia, había cierta normalidad en las relaciones entre los altos cargos políticos de Galicia, los contrabandistas y los narcotraficantes. Digamos que lo de Feijóo no estaba bien, pero no era un caso aislado. Existían muchas más relaciones de ese tipo. Él prosperó y llegó a ser presidente de la Xunta, y entonces aparecieron unas fotos cuando ya tenía una posición de poder grande y además en una sociedad mucho más avanzada donde eso ya se había convertido en algo intolerable. No me explicó cómo algo tan grave como aquello no le pasara una factura grande. Feijóo volvió a ganar las elecciones con mayoría absoluta después de la publicación de aquellas fotos. A mí eso me habla de que en Galicia existe todavía cierta tolerancia a según qué comportamientos y según qué relaciones. El capítulo de Feijóo es un problema importante de ello.

Su libro fue secuestrado y se desató una gran controversia. ¿Entiende que muchos autores busquen la polémica como método de promoción?

Puedo entenderlo porque del ruido siempre se saca beneficio. En mi caso, el secuestro del libro hizo que se vendieran más ejemplares. Imagino que habrá gente que intente buscar fenómenos parecidos para vender más. Desde luego hay que tener el carácter y el estómago de querer soportar una situación así. A mí no me compensa en absoluto. Haber vivido la prohibición de tu trabajo, que una jueza en este caso haya prohibido tu trabajo hecho a base de tanto esfuerzo, como periodista me frustró y me enfadó muchísimo. Al final lo que daban a entender es que el libro no era veraz. Los periodistas vivimos de nuestra credibilidad. Cuando el foco mediático se centró en mí, me hizo sentir incómodo. Si uno está cómodo en ese río revuelto y en ese ruido, igual entiendo que la estrategia le convenga. Una medida como la de prohibir un libro periodístico en pleno siglo XXI no tienen ningún efecto, sino hacerlo más visible y popular. 

¿Piensa a día de hoy que el mejor periodismo se lee en los libros?

Bueno, te contestaría a la gallega (ríe). Depende. Existe una asignatura pendiente del periodismo español con la crónica larga y reposada, y con los reportajes extensos. Hay poca apuesta sobre eso. Hace unos años hubo un amago. Muchos autores encuentran en el libro un formato idóneo para dar salida a investigaciones que no literalmente no caben en los medios. Es una pena. Algunos reportajes largos demuestran que a la gente le interesa ese tipo de lecturas y ese tipo de historias y son compatibles con otro tipo de periodismo más inmediato.