El actor y payaso Pepe Viyuela, en el papel deTartufo.

El actor y payaso Pepe Viyuela, en el papel deTartufo.

Cultura

Pepe Viyuela: "No soy el Toni Cantó de la izquierda, entre otras cosas, porque no quiero ocupar un cargo"

"Twitter es un nido de francotiradores donde disparar desde el anonimato con la idea de hacer daño" / "Llevamos en nuestro bolsillo el gran controlador" / "El metaverso de Zuckerberg me asusta muchísimo"

5 diciembre, 2021 05:00
Málaga

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Muchos recuerdan a Pepe Viyuela (Logroño, 1963) por su papel de Chema en Aída o películas como Mortadelo y Filemón. Otros por la polémica protagonizada por el actor este verano a raíz de la publicación de una columna suya en Público donde hablaba del "cáncer" de Vox. Sin embargo, más allá del lodo, Viyuela es uno de los humoristas e intérpretes con más talento de nuestro país.

El artista estudió Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y arte dramático. Su primera aparición en la televisión no fue ni más ni menos que en Un, dos, tres... responda otra vez como humorista donde preguntaba su famosa frase "Pero, ¿esto qué es?". Este amante del cine y poeta es también vicepresidente de la oenegé Payasos Sin Fronteras y socio honorífico de las ONG Amigos de la Tierra.

También inició una fructífera carrera en el teatro donde ha interpretado a grandes clásicos. El actor estará está este domingo al frente del Tartufo que verá en el Teatro Cervantes, una adaptación de Ernesto Caballero de la sátira con la que Molière pone sobre el tapete la hipocresía y la obstinada e irracional resistencia para reconocer la evidencia de los hechos.

La intención del autor de El misántropo con esta obra es, en sus propias palabras, "la crítica de los falsos devotos, de los hipócritas que se presentan bajo la apariencia de personas con fuertes valores cristianos y que esconden otros intereses". Junto a Viyuela en el papel del embaucador Tartufo están en escena Paco Déniz como el buen burgués Orgón, Silvia Espigado en el rol de Elmira, Germán Torres como Cleanto, María Rivera como Dorina, Estíbaliz Racionero en el papel de Mariana, Javier Mira como Valerio y Jorge Machín encarnando a Damis y el alcalde de Corte.

¿Qué tal han ido esos casi dos años de pandemia?

No me puedo quejar. Desde el punto de vista personal ha ido muy bien. No he dejado de estar envuelto en una situación tremenda. Me he visto afectado por la cercanía de mucha gente que ha enfermado. Yo lo pasé de una forma leve. Han pasado muchas cosas malas alrededor: muchos perdieron su empleo. En nuestra profesión muchos dejaron de trabajar cuando empezó la pandemia y todavía no han encontrado curro. Intento ser bastante optimista. Pero ha sido y sigue siendo muy duro. Últimamente hablamos como si todo hubiera pasado. El virus no deja de darnos sustos con las nuevas variantes. 

La cultura se convirtió en un gran refugio para muchos. ¿De qué le ha podido salvar a usted la cultura?

A mí me ha salvado de tener una vida más triste y oscura. Llevo casi toda la vida dedicándome a esto. Estudié la carrera de actor y filosofía, y cuando terminé enseguida empecé a trabajar en el teatro. He vivido siempre dentro de esa atmósfera de luz que te proporciona todo lo que tiene que ver con la cultura, la literatura, el teatro, el cine y la televisión. La cultura me ha estado salvando la vida desde que nací y en esta época de pandemia se ha intensificado mucho más. A través de los libros, la música o el cine hemos conseguido que nuestras salas no se murieran del todo.

Aterriza en Málaga para interpretar a Tartufo, un personaje sin escrúpulos capaz de embaucar a cualquiera. Imagino que le habrán inspirado bastantes en la política española actual...

No solamente en la española. Nos encontramos ante un panorama internacional bastante triste y hasta peligroso. Hay corrientes reaccionarias haciendo mucho daño a la convivencia bajo una apariencia de beatitud. Como si ellos fueran el centro de la moral y de la ética y los demás tuviéramos que avergonzarnos de no pensar como ellos. No me he inspirado directamente en nadie, pero sí en partidos políticos y en el panorama desolador de las redes sociales. La revolución digital nos está llevando a convertirnos en presas fáciles de muchos engaños, mentiras y bulos. Ha eliminando el sentido crítico de nosotros. Hay muchos Tartufos muy nocivos y peligrosos. 

Me han dicho que le pregunte si se considera el Toni Cantó de la izquierda…

(Carcajada). No, no, no. Porque yo entre otras cosas no tengo ambiciones políticas en el sentido de ocupar un cargo. Tengo mi idea de las cosas y mi ideología, pero no tengo la intención de desempeñar un cargo político de concejal o de consejero. Me considero una persona con un cierto sentido crítico que cultiva su forma de ver las cosas y que se informa de la mejor forma posible de todo aquello de lo que vaya a opinar. Otra cosa es que tenga simpatía por algún partido. No sería capaz de soportar que mi presencia generara discordia o violencia.

Muchos recuerdan aquella columna suya en Público sobre Vox. A causa del linchamiento en las redes sociales se despidió de ellas por un tiempo.

Sigo pensando y diciendo lo mismo. Las redes se han convertido un lugar muy violento, especialmente proclive a las opiniones facilonas y al anonimato. Tampoco es un lugar para el debate, ni un espacio propicio para discutir. Me di cuenta de que no era un lugar para dar tu opinión. Es un nido de francotiradores donde disparar desde el anonimato con la idea de hacer daño y no de aportar ideas nuevas. Hay mucho odio. No es un lugar apacible para pensar y opinar. Me fui y estoy muy contento. Vivo mejor. Invito a todos aquellos que quieran tener una vida más tranquila a que dejan sus redes sociales.

En Tartufo hay metateatro. ¿Qué opina del metaverso que propone Mark Zuckerberg?

(Ríe). De este hombre me fío poco. Es un gran Tartufo. Ha sabido disfrazarse durante años con una especie de aura de santidad, de ser alguien que estaba trabajando para construir un mundo mejor y para que las comunicaciones mejoraran. Al final se ha descubierto que Facebook es una empresa dedicada a hacer dinero y a ser capaz de comerciar con la vida privada y los datos de todos y cada uno de los usuarios, y de provocar cataclismos como el Brexit e influenciar en el voto de muchas personas. El metaverso me asusta muchísimo. Sobre todo si se le ha ocurrido a este señor. Si quiere convertirse en un gran gurú de ese universo virtual debería pasar previamente pasar un control mental. Llega un momento en que se te debe ir la cabeza cuando tienes tanto poder sobre el devenir de naciones y del mundo entero. Zuckerberg podría representar al diablo, que va más allá de Tartufo.

Hace unos meses, me dijo un escritor que "el teléfono móvil es el gran ejercicio de esclavitud de nuestro tiempo". ¿Está de acuerdo?

Ya Umberto Eco dijo hace muchos años que el hombre libre del futuro sería aquel que no llevara teléfono en el bolsillo. No entendimos muy bien qué es lo que quería decir, pero ahora tiene sentido. Llevamos en nuestro bolsillo el gran controlador, el espía que sabe mucho más de nosotros que nosotros mismos. Me he ido de las redes, pero quizá dejar de lado eso que llamamos smartphone. Ha dejado de ser un teléfono para convertirse en un órgano de nuestro cuerpo. Lo llevamos a todas partes y no podemos vivir sin él. Si nos lo dejamos en algún sitio cunde el pánico y volvemos a por él. Llevamos dentro de él una información valiosísima: nuestras cuentas bancarias, nuestro correo electrónico, nuestros mensajes privados, fotografías. No es un arma de doble filo, sino que tiene una solo y va contra nosotros. Nos ha solucionado muchas cosas y nos ha hecho la vida muy diferente, pero ha contribuido a hacerla peor y a que nos sintamos más vigilados y controlados.

Me recuerda eso a la obra Esperando a Godot, que ha tenido la suerte de interpretar. ¿Hay esperanza para este mundo?

Sí. Empiezo el día pensando que hay posibilidades de mejorar las cosas, sino no, no me levantaría de la cama. Hay muchas causas por las que merece la pena luchar y mucha gente maravillosa a nuestra alrededor. El ser humano tiene posibilidades de encontrar un sitio un poco más vivible y digno, y de generar relaciones menos nocivas. La esperanza no hay que perderla nunca. Y el día que se pierde hay que bajar la persiana. Hay que defender la esperanza y se puede hacer sin demasiado esfuerzo.

La vigencia de los clásicos es infinita. También las de algunas películas como El pisito. Usted la llevó al teatro junto a Teté Delgado y Asunción Balaguer. En España sigue habiendo un problema terrible con la vivienda…

Tardamos en aprender. Diría que en lo fundamental, lo espiritual o lo psicológico hemos cambiado poco. Desde que salimos de las cavernas y hemos empezado a considerarnos seres humanos pensantes e 'inteligentes' hemos cambiado poco. Tecnológicamente hemos evolucionado mucho. Se están viviendo revoluciones en el siglo XX y en el XXI que han cambiado nuestra vida por completo. Pero interiormente seguimos siendo los mismos: seguimos teniendo la misma mezquindad, seguimos enamorándonos de la misma forma tan maravillosa, seguimos dejándonos engañar, seguimos necesitando la esperanza permanentemente, seguimos tenemos los mismos miedos. Los clásicos nunca pasan de moda. Lo que escribió Beckett sigue siendo vigente al igual que los textos de Moliere, Sófocles, Esquilo y Eurípides. Siguen todavía pudiendo ser leídos hoy más que como un ejercicio de arqueología, sino de introspección. ¡Madre mía, si seguimos siendo iguales que hace miles de años!

Ahora han anunciado que estará en el proyecto de la Filmoteca Española, que llevará al teatro pasajes de cintas de Berlanga. ¿Hemos cambiado mucho los españoles desde entonces?

Tampoco. Berlanga es otro gran genio del cine. Sabe llevarse a sus historias y los guiones la esencia del ser humano. Y con unas dosis de humor que demuestran una gran inteligencia. Se aleja de la amargura y nos permite mirarnos a nosotros mismos con una sonrisa puesta. ¡Madre mía, no se nos caerá la cara de vergüenza de ser así! Lo de Berlanga un proyecto bonito. Son dos días de lectura en la Filmoteca, el 16 y el 17 de diciembre. Son escenas de sus películas llevadas a una especie de radioteatro en directo y visual. 

Pienso mucho en el desgraciado de Plácido…

(Carcajada). Son iconos de nuestro cine. A cualquier que le oigo decir: "A mí el cine español no me interesa". Dentro de nuestro cine hay tantas cosas. No me extraña que haya cosas que no interesen porque son malas. Pero es que eso pasa en el cine de cualquier país. La historia de nuestro cine está llena de genios. ¿No te interesa Buñuel? ¿Berlanga? ¿Saura? ¿Erice? Si habla muy a la ligera y volvemos a esos términos categóricos que se vierten en las redes sociales. Quien dice que no le gusta español quizá no sabe quiénes son esas personas. Pura ignorancia...

Su primera aparición en televisión fue en el Un, dos, tres… responda otra vez. ¿Qué le debe España a Chicho Ibáñez Serrador?

(Se lo piensa). Sobre todo era una persona muy inteligente, trabajador y con un gran sentido del humor. Cuida al máximo el detalle. Era muy cuidadoso con todo lo que hacía. Es historia de la televisión española. Tenía mucho respeto al público y no nos trataba como si fuéramos tontos. El público notaba inconscientemente que no lo trataba como un producto o como un consumidor, sino como alguien que tiene muchas ganas de pasárselo bien o de pensar o sentir miedo. Chicho era absolutamente un enamorado de su trabajo y una persona con una capacidad para entender la realidad y hacerla brotar en su obra, difícilmente irrepetible. Hoy en día con el panorama televisivo que vivimos sería muy diferente. En aquella España tan oscura del franquismo supo hablarnos desde la televisión.