Elizabeth Duval, en una imagen.

Elizabeth Duval, en una imagen.

Cultura

Elizabeth Duval:  "Nadie ha propuesto en la Ley Trans que se realicen operaciones quirúrgicas a niñas"

La escritora, un icono del activismo trans en España, protagonizará el apartado de poesía de la Noche de los Libros junto a Juan Carlos Mestre, Julieta Valero, Cobos Wilkins y Beatriz Ros.

24 septiembre, 2021 07:12
Málaga

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Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000) es a su corta edad un icono del activismo trans. Contó su historia en El Intermedio siendo muy joven y apareció después en un programa de First DatesMás allá de la divertida y astuta estrategia promocional, a la filósofa le espera un futuro prometedor como escritora. Basta con leer algunos de sus libros publicados en los últimos años para darse cuenta. 

En la novela experimental Reina (Caballo de Troya, 2020), Duval relata sus primeros años como estudiante de Filosofía y Filología francesa en La Sorbona de París inspirada por Simone de Beauvoir y Enrique Vila-Matas. Mientras, deconstruye la idea que se tiene hoy día de la autoficción. También ha dado el salto a la poesía con Excepción de la mano de la editorial malagueña Letralversal de Ángelo Nestoré.

Sin olvidar su visceral ensayo Después de lo trans donde la artista manifiesta estar hasta el coño de ser reducida a una etiqueta. Duval cuestiona sin caer en el panfleto o la autoficción las guerras culturales de nuestro siglo y analiza la conflictiva relación entre el transactivismo y el feminismo transexcluyente. Una obra que no titubea al ofrecer un horizonte colectivo donde quepan la justicia, el amor y los afectos.

Su primer poema, una oda a la primera, lo escribe siendo una niña. Más tarde, llena de versos varios cuadernos en su adolescencia y a los 16 años comienza un proyecto de novela, que nunca ha visto la luz. Escritora tardía, su curiosidad le debe mucho a internet y a las bibliotecas públicas. "He vivido en la periferia de Madrid y lo que tenía a mano era la biblioteca", señala en una conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.

Un libro de Harry Potter despertó bastante interés en su yo preadolescente. "Luego le tiré al ensayo político. Judith Butler ha sido una gran referente como figura filosófica. Soy una gran apasionada de Lacan y amo profundamente a Alejandra Pizarnik e Iris Murdoch", resume la novelista, que admira a compañeros de generación como Alejandro Pérez-Paredes y Ernesto Castro.

La autora, que vive a medio camino entre París y Madrid, nos atiende por teléfono desde la capital francesa antes de su desembarco en la Noche de los Libros este viernes. La escritora protagonizará el apartado de poesía del festival junto a Juan Carlos Mestre, Julieta Valero, Cobos Wilkins y Beatriz Ros.

"Estoy hasta el coño de lo trans", dice al inicio de su ensayo. ¿Cuál es la etiqueta que más le ha molestado que le cuelguen? ¿La de activista trans?

Especialmente esa. He tenido que sacar un libro sobre la cuestión trans para que dejaran en los medios de meter siempre la coletilla de "Elizabeth Duval, la activista trans por encima de cualquier otra cosa". Reina o Excepción son libros que no tienen nada que ver con esta cuestión. El título tiene que ver con pasar página. A partir de noviembre espero poder hacerlo. En esas fechas, si me proponen festivales, congresos o actividades que tengan que ver con lo trans diré que no. No quiero que se me reduzca a esa etiqueta, ese fetiche. No quiero formar parte de esa cuota de monos de feria o payasos dentro de la corte donde te dicen: "Juega tu rol de ser la diferente". A mí eso no me interesa.

¿A qué violencias, veladas o no, se ha visto expuesta en estos últimos años por ser la cara visible de la lucha trans?

Han ido en aumento desde que empezó el debate público en relación con la Ley Trans. Desde entonces, prácticamente todas las semanas se liaba. La mayoría de veces ni siquiera por cosas que decía. No molestaba tanto lo que yo pudiera decir sino que tuviera un altavoz público. Que yo pudiera hablar. He recibido de forma constante mensajes de odio. Antes de eso había un montón de comentarios en redes sociales y haters.

Tras la aprobación de la Ley Trans parece que no ha habido una avalancha de violaciones en baños de mujeres; ni los tíos se han cambiado de sexo para violar. ¿Se trata de puro odio o hay una estrategia más ambiciosa en el horizonte como borraros de la faz del planeta?

Janice Raymond dice en ensayo de los años 70 que "la solución al problema de la transexualidad es eliminarlo moralmente". Es decir, literalmente eliminar moralmente a las personas trans de la faz de la tierra. Hemos visto como ese discurso ha pasado de ahí a que la gente hable de derogar la ley de 2007. No criticar la reforma de la ley, sino derogarla. Ahora se ha publicado Un daño irreversible de Abigail Shrier. Lo más chocante de ese libro es que todo su argumento que es utilizado contra la Ley trans tiene que ver con cuestiones que no están reguladas. Por más que lo diga Abigail Shrier, nunca nadie ha propuesto que se realicen operaciones quirúrgicas a niñas de cinco, seis o siete años. No se les está hormonando como si fueran animales. La Ley Trans no regula los términos médicos porque eso ya lo hacen leyes autonómicas. Sin embargo, ese miedo, qué van a hacer con los niños y las niñas, ha sido la parte fundamental del libro.

¿No le parece un discurso paternalista?

Es un discurso muy paternalista y sobre todo falso. Se basa en grandes mentiras. Lees el libro de esta periodista y te encuentras que los casos que relata son de gente que transiciona a partir de los 16. Sin embargo, coloca en la portada una niña para transmitir ese miedo. A partir de los 16 se considera que tienes autonomía a nivel social y puedes tomar muchísimas decisiones. Se están transmitiendo una buena cantidad de mentiras y de bulos que enfangan el debate.

Hablemos de datos. He leído algo en su ensayo que me ha espantado: "el 85% de las personas trans está en el paro".

El paro de las personas trans es superior al de la media en España. Ese sí que es un dato real. Sabemos también por otros estudios científicos que si no se dan instrumentos para cambiar el nombre a efectos legales y que la persona sea tratada tal y como quiere, los intentos de suicidio son mucho mayores que si no se ofrece esa posibilidad. También me gustaría señalar que sólo un 2% de las personas dan marcha atrás de su proceso de transición. 

Usted habla en su libro sobre la serie dedicada a la Veneno: "El gran problema de Veneno es cómo, sistemáticamente, desplaza el foco de la violencia o lo difumina de maneras sutiles". ¿Qué hay de malo en tratar la cuestión con brilli brilli y a través de heroínas?

Entra dentro de una visión del mundo muy propia de los Javis porque beben mucho del discurso de autosuperación o autoayuda que viene de Estados Unidos. 'Con voluntad propia, echándole ganas e intentándolo mucho se consigue cualquier cosa'. Digamos que las decisiones del individuo son las que determinan su éxito. Uno de ejemplos más flagrantes lo señalo en el libro. Hay un momento en el que la Veneno va a la cárcel y acaba siendo destinada a un módulo de hombres. En la serie, cuando ocurre eso, parece que acaba allí por la decisión individual del responsable de prisiones o del psiquiatra del módulo. Sin embargo, si miramos cuál era la legalidad vigente nos damos cuenta de no había manera legal de que la Veneno fuera a una cárcel de mujeres. La responsabilidad recae en el individuo que lo decide así. Es que el estado no había legislado. Me parece profundamente peligroso porque no se le exige responsabilidad a las instituciones.

Muchas mujeres trans como Jedet se han operado. Algunas se ponen una vagina. ¿Las mujeres estamos absolutamente alienadas por el canon de belleza?

En el ensayo Un daño irreversible también se menciona la posibilidad de que la gente luego se arrepienta de alguna operación. Estadísticamente es mucho más probable que una persona se arrepienta de algún tipo de cirugía estética que de las cirugías de reasignación sexual. Se ve en terrenos más contemporáneos como los filtros de Instagram hacen que las chicas jóvenes o adolescentes tengan una visión diferente de sí mismas, llevándolas a unos estándares inalcanzables. Eso es un drama importante y un tema que hay que tratar. Cuando tienes a gente que va a clínicas de cirugía estética con la imagen de lo que un filtro su móvil hace a su cara. Eso sí que es un problema de salud pública. 

El Festival de San Sebastián tiene desde esta edición una sola categoría en los premios de mejor interpretación masculina y femenina. ¿Qué opina?

Estoy en contra. Me parece que suprimir la diferencia de géneros no tiene realmente un impacto positivo, ni es una medida que vaya a encaminar el festival hacia la igualdad. Es hipócrita aprobar esa presunta medida de igualdad de género y al mismo tiempo darle un premio a Johnny Depp, que ha hablado en la rueda de prensa sobre la cultura de la cancelación. Es una especie lavado de cara por parte del Festival de San Sebastián. 

Lo reaccionario está de moda. ¿Cómo asiste a esta sociedad que considera políticamente incorrecto asaltar el capitolio y negar la identidad de una persona?

Asistimos a una ola reaccionaria en la que el lenguaje que ha utilizado la extrema derecha está apareciendo en sectores de izquierdas. Se manifiesta en el lenguaje y en los debates públicos. Vox ha subido muchísimo en las encuestas. Guardo un poco de esperanza porque igual que vivimos un momento el que que crece mucho la ola reaccionaria, también tendrá que retroceder y venir otra cosa.

En los últimos años hemos observado como un sector del feminismo se ha vuelto tránsfobo. Basta con ver la reacción del PSOE a la Ley Trans o escuchar a Amelia Valcárcel hablar de "secta queer". ¿Sacan las uñas porque tienen miedo de perder su cuota de poder, no?

Sí. Hay una parte muy importante que es una lucha de poder. Otra que es generacional dentro del feminismo, de temor a la hegemonía de generaciones más jóvenes. También se trata de una lucha partidista que se da entre un sector socialista y Unidas Podemos. Con la aprobación de la Ley Trans, ese sector ya ha vivido una derrota. A veces en los medios dan una imagen sobre el conflicto de activistas trans contra las feministas. Y sin embargo hay una parte muy grande del movimiento feminista que desde el principio ha estado comprometido con los derechos de las personas trans. 

Lo que busca con este libro es entablar un diálogo. ¿Lo ha conseguido con personas ideológicamente opuestas a usted o en las antípodas de su pensamiento?

Creo que no y es triste. Desde que publiqué el libro ninguna de las feministas del ala transexcluyente se ha acercado a mí para decirme: "Lo he leído, podemos discutir sobre esto". El debate está enquistado. Hay tanto odio que se está vertiendo que para mucha gente es imposible mirar más allá. Aunque lo que tengas enfrente sea un muro hay que seguir intentando entablar dialogar.