El interior de El Pimpi Florida
Un camarero con 26 años de experiencia, rotundo sobre el mundo de la hostelería: "Si no te gusta, no aguantas"
La hostelería pasa factura al cuerpo: la mayoría de quienes trabajan en ella sufren con el tiempo problemas en las rodillas y la espalda por las largas horas de pie y el esfuerzo físico diario.
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Pablo lleva más de la mitad de su vida tras una barra, en uno de esos bares donde cuando entras se respira la esencia Málaga, que es inexplicable, pero está ahí. Además, Pablo, en cuanto lo ves, sabes que es un ‘malaguita’ de los pies a la cabeza.
“Yo nací aquí, he echado los dientes aquí”, recuerda Pablo con una sonrisa y unos ojos húmedos de la emoción al recordar todos sus años tras la barra. De niño estar en el bar le parecía “un castigo”, pero a los 16 ya comenzó a arrimar el hombro y ayudar a su padre, quien lo dejó hace 11 años.
“Esto te tiene que gustar porque si no te gusta, no aguantas. A mí, con los años, me ha ido apasionando cada vez más, y ahí supe que esto era lo mío”, confiesa el camarero que regenta uno de los locales más emblemáticos de Málaga, El Pimpi Florida.
¿Cuál es el secreto para ser un buen camarero? “Ser camarero no es solo poner platos y cañas”, comenta. “Para mí ser un buen camarero es tener simpatía, ser cariñoso y tener una organización, no necesitas nada más”, afirma.
“Aquí la barra tiene algo que muy pocos reconocen: el trato súper personal con la gente. Al final, cuando hablas varias veces con las mismas personas durante un servicio tan personal como el mío, ya los tomas como amigos”, comenta con una sonrisa de oreja a oreja.
Interior de El Pimpi Florida
La hostelería también es exigente para la salud. “Tengo las rodillas reventadas de estar siempre de pie. Y la espalda sufre más de todas las vueltas que doy”, recalca. La hostelería sobre todo es el trabajo que no se ve. La limpieza, el mirar siempre por el bienestar del cliente, esas son también claves muy importantes.
“Yo siempre llego el primero y me voy el último. Aun así, para mí esto no es un trabajo, es una forma de vida, un despeje. Me encanta mi trabajo”, dice con un brillo en los ojos propio de alguien que ha mamado esto desde pequeño.
Cada tarde, mientras abre la barra y coloca las últimas tapas, vuelve a sentir lo mismo que cuando tenía dieciséis años: la emoción de empezar una noche más. Con la misma actitud de siempre, Pablo sigue escribiendo la historia del Pimpi Florida, convencido de que ser camarero en Málaga no es un simple oficio, sino una auténtica forma de vida.