Si han tenido a bien pasear por la homepage de EL ESPAÑOL de Málaga recientemente, habrán podido comprobar que este periódico ha estado inmerso en la celebración de unas jornadas clave en la historia de la cabecera. El foro Málaga en la vanguardia del talento: educación, innovación y tecnología ha congregado a grandes nombres de la empresa, política, universidades y ciencia para dar respuesta a uno de los retos fundamentales a los que se enfrenta el presente: el desafío de la formación.

O lo que es lo mismo, cómo dar la cara ante un entorno cada vez más cambiante, sostenido bajo los cimientos del conflicto de intereses entre emisor, receptor y mensajero de la cadena social. 

Han pasado más de 20 años desde que Zygmunt Bauman acuñara aquello de la modernidad líquida. En el momento, una revolución; en el presente, algo demodé que se ha acabado transformando en el tercer estado de la materia: la modernidad gaseosa; tan frágil que no tiene ni forma ni volumen, solo una inmensa capacidad de expansión. 

Destacaba José del Río, miembro del gabinete técnico de CC.OO., la velocidad, amplitud y profundidad de esta cuarta revolución tecnológica. Una vorágine sin ecos comparables en ninguna de las otras tres anteriores.

La percepción temporal de la realidad es similar a aquella frase acuñada por el poeta: un segundo después del ahora ya es ayer. Se puede llegar afirmar entonces que, pese a habitar en un diagnóstico común, el futuro está conformado por grandes incógnitas, proyectadas sobre un camino sin pisar. 

Y en ese ecosistema virgen entra en juego la juventud. Decía Ana Iris Simón en Feria que la gente pone cara de extrañeza cuando asegura que le da envidia la vida que tenían sus padres: "No tenemos nada más que un iPhone y una estantería del Ikea de treinta euros porque no podemos tener más y ese es nuestro imperativo y es material­­. Pero nos autoconvencemos pensando que la libertad era prescindir de críos y casa y coche porque «quién sabe dónde estaré mañana»". 

Quizá es el momento de asumir que ese mañana es la única certeza que nos queda por descubrir (y a veces ni eso). Como reflexionaba el psicólogo Jordan Peterson, el balance solo es posible dentro de un orden habitable. Estable. Unas aguas suficientemente calmadas como para poder pararte durante unos minutos y decidir qué camino de la bifurcación tomar.

El objetivo está claro. El cometido de las empresas ante la generación más preparada de la historia, también. José María de la Vega, director general de recursos humanos de Unicaja Banco, lo destacó durante el congreso: ofrecer una oportunidad de desarrollo. "Si no es así, el talento se te va". 

Y eso implica que los aires vuelvan a revolotear igual que en aquella cita de Érase una vez en América: "Y lo más jóvenes y hermosos caerán bajo la espada". Sea cual sea la elección, estamos jodidos. ¡Como si hubiera posibilidad de desvincular el inicio de la vida adulta de la belleza!