Andreu Casanova, cómico de 'Tinder sorpresa'.

Andreu Casanova, cómico de 'Tinder sorpresa'.

Ocio

Andreu, de la hostelería a llevar 7 años en Madrid con su monólogo: "Nadie se la jugaría a rodar Torrente ahora"

El cómico de 'Tinder sorpresa', al que han visto ya 200.00 personas, empezó trabajando en ‘Cinc sentits’, restaurante con dos estrellas Michelin.  

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Andreu Casanova (Barcelona, 1985) no está en nómina en La Revuelta ni en El Hormiguero, tampoco es influencer —aunque, obviamente, cultive sus redes— y, así de primeras, prefiere mantener un perfil bajo. Sin embargo, con el teatro como único soporte de éxito, ha conseguido hacerse un hueco en la Gran Vía y lleva 7 temporadas llenando con su monólogo Tinder sorpresa, ahora en el Teatro Infanta Isabel.

Lo suyo, en realidad, es un ‘milagro’. Andreu Casanova ha entrado en el star system de la comedia madrileña después de trabajar varios años en el restaurante ‘Cinc sentits’ —con dos estrellas Michelin— y a la vieja usanza, de “bolo en bolo” y de garito en garito. Primero, dando el salto con su monólogo 50 sombras de Andreu y ahora compaginando su labor como cómico con la de hacer guiones para el cine.

El último, escrito a cuatro manos con Rubén Tejerina y con Juan Dávila como protagonista. "Durante la pandemia, nos pusimos a escribir un guión, lo vendimos a una productora y nos lo compraron. Ya se ha grabado y se estrenará enn breve", según avanza el humorista en conversación con EL ESPAÑOL.

P.—Para quien no le conozca. ¿Quién diría que es Andreu Casanova?

R.—Parece que tenga que responder algo muy profundo. Pero, bueno, básicamente, soy cómico, actor, improvisador y guionista. Eso en cuanto al trabajo. En lo personal, soy buena pareja, buen amigo... (risas).

Andreu Casanova, cómico de 'Tinder sorpresa', antes de la entrevista con EL ESPAÑOL.

Andreu Casanova, cómico de 'Tinder sorpresa', antes de la entrevista con EL ESPAÑOL. Rodrigo Mínguez

P.—Cuénteme un poco. ¿Quería ser cómico ya desde pequeño?

R.—Sí, ya de pequeño, con mi hermano, hacíamos parodias de programas de radio. Entonces, grabábamos cintas y estábamos todo el rato de cachondeo. Me gustaba mucho Goma Espuma y, a veces, cuando me echaban de clase, me sacaba el walkman, me conectaba a la radio y los escuchaba. También era muy de Martes y Trece. Así que sí, el humor siempre ha estado presente en mi vida.

Luego ya de más mayor trabajé en la hostelería unos años, pero llegó un momento en el que yo tenía la necesidad de expresarme a través de la comedia. Hice cursos de comedia por aquella época y un día, en el Teatreneu, había un compañero actuando y, cuando lo vi, pensé: ‘Ostras, yo quiero estar ahí, yo quiero hacer eso. Quiero hacer reír así’.

Entonces, mientras hacía cursos, empecé a escribir mis primeros cinco minutos. Ese fue el inicio, el arranque de mi vida como humorista.

P.—¿Estudió algo antes de ser cómico?

R.—Hostelería, tres años.

P.—¿Y trabajó en la hostelería?

R.—Sí, trabajé mucho tiempo en Cinc Sentits, nada más salir de la escuela de hostelería. Ahora tiene dos estrellas Michelin, pero cuando yo llegué acababa de abrir hace un año. Tenían un menú degustación y a mí me tocaba explicar los platos a todas las mesas. Eran 10 platos más dos postres por menú y 15 mesas. Imagínate repetir eso cada noche, muchísimas veces. Era aburrido. Así que empecé a meter chistes e hice mío aquello. Probabas con una broma, veías si hacía gracia.

P.—¿Cuándo hace su primer monólogo?

R.—Me apunté a un curso que daba Albert Boira que se hacía en septiembre u octubre y en enero ya me subí al escenario por primera vez. Y a los pocos meses ya estaba haciendo actuaciones a medias con otro compañero. Iba de garito en garito haciéndolo.

P.—Le pagarían una miseria. 

R.—Me daban 75 pavos con el IVA incluido. Allí te encontrabas a un borracho que te insultaba, a otro que tal... Y es verdad que por un lado puedes decir que estaba muy mal pagado, pero también aprendías mucho. Te curtía como cómico.

P.—¿Cuándo le llega el éxito?

R.—Depende. ¿Qué es tener éxito para ti?

P.—Poder dedicarte a ser cómico.

R.—Yo empecé a tener éxito el día que decidí empezar a hacer monólogos. Eso ya fue un éxito personal, aunque no viviera de ello. Y en 2012 ya dejé la hostelería y me puse a hacer bolos y a trabajar completamente en esto. Después, en 2015, ya fue cuando saqué un espectáculo que se llamaba 50 sombras de Andreu.

P.—¿Con ese monólogo es con el que da el ‘pelotazo’?

R.—Aquí ya lo peto en teatros, primero en Barcelona y después en el EDP de Gran Vía. Estábamos allí de jueves a domingo. Con ese monólogo estuve dos años y pico.

Andreu Casanova, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Andreu Casanova, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Rodrigo Mínguez

P.—Y luego ya estrena Tinder sorpresa, con el que lleva 7 años. ¿Cómo surge?

R.—Porque dentro de 50 sombras de Andreu metía un trocito que era de Tinder. Y, de vez en cuando, iba añadiendo cosas nuevas, renovando trozos... Entonces estaba empezando a estar de moda la aplicación y pensé: ‘Esto tiene identidad como para ser un espectáculo propio’. Así que fue un paso natural.

P.—¿Ha usado Tinder?

R.—Lo utilicé en su día, pero ahora estoy felizmente en pareja. Entonces, como puedes comprender, la aplicación no entra en mi móvil desde hace unos cuantos años (risas). Y en el espectáculo me nutro de experiencias propias, pero también de muchas cosas que me ha contado la gente.

P.—¿Hay una generación Tinder?

R.—Sí, cuando dices Tinder ya no defines a una aplicación concreta, sino a una generación que se define por ligar a través de aplicaciones. Es como cuando compras pan Bimbo para decir pan de molde. Pues esto es igual. Aunque estés en otra aplicación, dices que estás ligando por Tinder.

P.—¿Cuenta cuesta llegar a ser un cómico de éxito en España?

R.—A ver, para llegar a un teatro tienes que trabajar mucho, aunque es fácil que te den fecha para hacer tu actuación. El problema es meter gente y mantenerte, eso ya es más complicado. Porque en ciudades como Madrid o Barcelona, donde hay muchísimos espectáculos, la competencia es brutal.

Y para enganchar tienes que hacer las cosas bien. Desde luego, necesitas presentar un buen espectáculo, que enganche, que la gente lo disfrute y lo recomiende. Y luego hay que cuidar las redes sociales, que ayudan mucho.

P.—¿Tiene plan b por si un día deja de gustar? El humor siempre ha sido un poco así. De repente ya no le haces gracia a la gente y...

R.—Mi plan b es el siguiente espectáculo. No tengo otro.

P.—¿Cómo le ha ido a los cómicos que empezaron con usted?

R.—La mayoría de la gente se queda. Es verdad que si miras los que empezamos el curso, el primer año, pues muchos se han caído. Pero, ¿cuántos realmente querían ser cómicos o estaban probando si les gustaría hacer monólogos? Los que lo han querido de verdad, han llegado, más o menos.

P.—¿Está lo suficientemente valorada la comedia en España? Lo digo porque siempre se suele premiar más otros géneros.

R.—Yo creo que no. Es lo que más vende, lo que más aceptación tiene, lo que más se consume y, sin embargo, es lo menos valorado a nivel de reconocimiento. Y es una pena. El otro día hablaba con un compañero que me decía que los propios monologuistas estaban criticando a los que hacían improvisación. Es increíble. ¡Cómo no va a tener talento un tipo que puede estar hora y pico improvisando con el público! Al final, muchas veces, nos hacemos de menos entre nosotros. Y eso no pasa en otras profesiones. Un músico ve a unos tipos tocando jazz en un garito improvisando y dice: ‘¡Qué capacidad!’.

Y ser cómico lleva mucho trabajo, eh. Que te pasas años comiendo mierda, pensando en chistes, volviendo a pensarlos, mejorándolos. Entonces sí que me gustaría que se valorara y se premiara, la verdad.

Andreu Casanova.

Andreu Casanova. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

P.—¿Se tiende a valorar el humor con el tiempo? Lo digo, por ejemplo, por Torrente. Creo que ahora sí hay consenso para decir que era un tipo de humor que reflejaba una época, pero durante años ha sido muy criticada en muchos aspectos.

R.—Ha pasado ya tiempo y, evidentemente, causó un antes y un después en el tipo de comedia. Pero también entramos en otro terreno. ¿Se podría hacer ahora esa peli?

P.—¿Cree que no se podría hacer?

R.—Yo creo que nadie se la jugaría. Y ganó dos Goyas. Pero no el de guión. Para el de guión se mantienen duros.

P.—¿Usted se la juega? ¿Se censura mucho?

R.—Yo creo que no me censuro. El texto de Tinder lo tengo desde hace años y no lo cambio. Pero es verdad que yo no hago ese humor de meterme con colectivos. No he hablado nunca de religión, de fútbol y de política. Pero porque no me gusta el fútbol, no estoy muy metido en política y no estoy loco como para hacer chistes de religión.

Pero sí que hay gente que va alerta. Y eso está bien, porque si alguien se pasa...

P.—¿Dan siete años de monologo en la Gran Vía para comprarse un piso?

R.—Si ahorras, sí. A mí me ha dado. 

P.—¿O sea, que la comedía sí puede dar dinero?

R.—Sí, si te va bien. Pero como todo. Si te va bien alicatando baños, pues también. ¿Da esto para comer y comprarte un piso? Sí, si te va bien. Pero hay muchos cómicos que no pueden vivir de esto y se mueren de hambre.

P.—¿Su meta es llegar a estar el mismo tiempo en la Gran Vía que el Rey León, que lleva 13 años?

R.—Mi objetivo es llegar a hacer El cavernícola, que era un show de Nacho Novo, y estuvo más de 12 años en la Gran vía y seguía atrayendo gente al teatro.