Julia Navarro juega con 'Barbie', su perra.

Julia Navarro juega con 'Barbie', su perra. Nieves Díaz EL ESPAÑOL

Ocio Ruta por el Madrid de...

Julia Navarro: "Hace años, iba a los toros. Pero no me divierten y me horroriza pensar que me he divertido yendo"

"Juan Carlos no ha estado a la altura del enorme privilegio que significa ser Rey de España" // "Las nuevas generaciones tienen un gran desconocimiento del pasado porque el sistema educativo es un desastre". 

Más información: David Uclés, autor de la novela más vendida del año: "Hace 30 años, con este libro, ya me habría asegurado una carrera de por vida; ahora, no"

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Julia Navarro detesta la grandilocuencia, el juicio sumarísimo, lo categórico. Es hija de la Transición y del pacto. Quizás por eso habla sin histrionismos, apurando los matices. Excepto cuando la conversación versa sobre los derechos de los animales. Entonces, no titubea: “El grado de civilización de un país se mide por cómo los tratamos. Y en eso, España suspende”, lanza, contundente, en la entrevista con este periódico.

Acaba de publicar Cuando ellos se van, un libro en homenaje a los perros con los que ha compartido su vida y en recuerdo a Argos, su “generoso” pastor alemán, con el que convivió durante 13 años. Con él no sólo ha compartido innumerables paseos, sino también confidencias, dudas e historias que han acabado formando parte de su mundo literario.

Ahora, es el turno de Barbie —su última perra—, con la que presentó el libro el pasado viernes. Con ella, la escritora y periodista se ‘atrevió’ a dar un paseo con EL ESPAÑOL en esta nueva subsección de entrevistas de Madrid Total bautizada como ‘La ruta por el Madrid de...’.

Para la ocasión, Julia Navarro ha elegido los Jardines de Sabatini. Allí llega con Barbie, a la que mima, abraza y quiere como a nadie. “¡Mira qué buena es!”, repite, una y otra vez, durante esta entrevista.

P.—Dígame. ¿Por dónde vamos a pasear con su perrita ‘Barbie’? ¿Cuál es el Madrid de Julia Navarro?

R.— Por el Madrid de los Austrias, que es el corazón de la ciudad. Además, esta parte es un pulmón para Madrid con los jardines de Sabatini y el Parque del Oeste.

Aquí la gente viene a pasear, es un lugar de ocio donde siempre hay familias, aunque ahora, eso sí, es excesivamente turístico.

P.—Usted lleva toda la vida paseando por aquí.

R.—Sí, yo nací en este barrio. Y para un país está muy bien el turismo porque es fuente de riqueza, pero...

P.—Está un poco desbordado.

R.—Sí, aquí vivían familias, pero poco a poco se ha ido despoblando por los pisos turísticos, así la ciudad termina desnaturalizándose y acaba convirtiéndose en algo temático.

P.—¿Le da pena eso?

R.—Sí, porque estamos perdiendo el alma de las ciudades. Vas a cualquier sitio y ves que los edificios se parecen porque los arquitectos han ido desarrollando el mismo patrón, que las cadenas de restaurantes son las mismas, que las tiendas son las mismas... Entonces, se produce una pérdida de la identidad.

P.—¿Está contra la modernidad?

R.—No, yo creo que todo es compatible, que el alma de las ciudades puede convivir con estas nuevas realidades. Hay un montón de barrios nuevos donde sí encajan esas manifestaciones arquitectónicas y culturales de ahora. La connivencia entre las dos cosas no sólo es necesaria, sino que nos enriquece a todos.

P.—¿Este paseo con Barbie lo suele hacer sola o con amigas?

R.— Compartir la vida con un perro significa ir encontrándose a otra gente que también pasea con perretes, así que irremediablemente hablas con desconocidos. Te paras con ellos, los saludas y terminan convirtiéndose en una parte de tu realidad y de tu vida. Barbie tiene muchos amigos.

P.—Murakami cuenta que escribe las novelas en su cabeza mientras corre. ¿Usted lo hace caminando?

R.—A mí andar me sirve para pensar, para sustraerme de lo cotidiano. Sí que las voy escribiendo mientras ando, pero depende de la dirección que tome, me encuentro con gente... o no. Pero al final, Barbie tiene que jugar. Igual que antes lo hacían Argos y Tifis.

Julia Navarro besa a 'Barbie', su perra.

Julia Navarro besa a 'Barbie', su perra. Nieves Díaz EL ESPAÑOL

P.—¿En qué piensa ahora cuando pasea?

R.—En la novela que estoy escribiendo, que no se la cuento a nadie. Sólo Barbie sabe cosas. A los perros son a los únicos que les desvelo estas cosas. Si me he atascado, si no...

P.—Sería maravilloso poder entrevistar a Barbie.

R.—¿Quieres hacerle una entrevista?

P.—Estoy seguro que se haría famosa.

R.—Es que ella es influencer (bromea).

P.—¿Qué le enseña Barbie y qué le han enseñado el resto de sus perros?

R.—Yo he convivido con perros a lo largo de toda mi vida y lo que me han enseñado es que no hay ser más leal e incondicional que ellos. Te puede abandonar todo el mundo, pero nunca te abandonará un perro.

P.—¿Los perros son mejores que los seres humanos?

R.—Que algunos seres humanos, desde luego. Los que yo he conocido han sido un dechado de bondad, lealtad e inteligencia. Ellos te lo dan todo a cambio de nada. Es la diferencia con los seres humanos.

P.—¿Duele ahora mismo el paseo —por haber perdido a Argos— o es feliz —por tener a Barbie a su lado—?

R.—Nadie puede sustituir a nadie. Argos ha formado parte de mi vida y siempre me acordaré de él, pero ahora mi realidad es Barbie. Eso no significa que lo olvide. Argos es insustituible, como lo era Tifis. Cada perro ha tenido un lugar en mi vida.

P.—¿Cómo gestionó la pérdida de Argos?

R.—Me costó mucho porque nunca había visto morir a ninguno de mis perros, y estar con él abrazada mientras se moría... No sabía cómo gestionarlo y de ahí nació este libro.

P.—¿El amor es consustancial al dolor?

R.—Si no quieres a alguien, obviamente, no vas a sufrir. Pero cuando has tenido una relación de afecto con alguien, en ese caso, queda un vacío, un dolor.

P.—¿Qué es para usted el dolor?

R.—La ausencia de alguien a quien quieres.

P.—¿Y el amor?

R.—Es alegría y compartir esa sensación de bienestar, de confort, de estar al lado de alguien que te quiere y al que tú quieres. Si no es recíproco, se convierte en sufrimiento.

P.—¿Se cura el dolor?

R.—El paso del tiempo va apaciguando el dolor, pero eso no implica que te olvides de la persona, o del perro, o de lo que sea. Hay muchos perretes que han formado parte de mi vida y que sigo recordando.

P.—Cambiando de tercio. ¿España le duele?

R.—Qué frase. No, España no me duele, pero me preocupan las cosas que pasan en mi país. No me van las afirmaciones grandilocuentes.

P.—Dicho de otra forma. ¿Qué le preocupa?

R.—Muchas cosas. La situación política, en general; la forma en que se está gobernando. Y luego que la alternativa sea tan endeble, tan floja, tan poco apetecible. Pero me preocupa lo mismo que a todo el mundo. Hay muchas cosas en los periódicos que leo todos los días que no me gustan, pero es que si miro al otro lado me gustan menos.

P.—¿Le duele más la derecha o la izquierda?

R.—No me duele nada. Me preocupa cómo está gobernando la izquierda y no confío en absoluto en cómo puede gobernar la derecha. Pero a mí no me duele, qué horror.

Julia Navarro pasea con 'Barbie' por los Jardines de Sabatini.

Julia Navarro pasea con 'Barbie' por los Jardines de Sabatini. Nieves Díaz EL ESPAÑOL

P.—Hablando de políticas de animales. Usted en su libro habla de la Declaración Universal de los Derechos del Animal y aquí Podemos, con su Ley de Bienestar Animal, hizo por reconocer esos derechos. ¿Quedó contenta con la intentona o le pareció insuficiente?

R.—Yo creo que la base del respeto a los animales está en la educación. Se debería educar a los niños desde la guardería para que respeten no sólo a los seres humanos, sino también a los animales. Es uno de los déficits que tiene nuestro sistema educativo que, por otro lado, está lleno de agujeros.

Entonces, ves a niños que son capaces de maltratar a un perro o a un gatito o a cualquier animal. Esto deja en evidencia que hay una falta de educación.

P.—Igual que en su momento se planteó una asignatura de Educación sobre la Ciudadanía, ¿tendría que haber una más concreta sobre los derechos de los animales?

R.—Dentro de esa asignatura debería haber un apartado para respetar y comprender a los animales. La ley que hizo Podemos me parece insuficiente, pero al menos ellos dieron un paso. En algunos apartados me parece que está bien, y en otros no la termino de entender. Pero se ha intentado.

Por otro lado, también creo que el grado de civilización de un país se mide en cómo trata a sus animales. Y en eso nosotros suspendemos.

P.—¿Está en contra de los toros?

R.— No es que esté en contra, es que estoy en contra de que se cause daño a un animal. A mí me gustaban. Hace años, iba. Pero no me divierten y me horroriza pensar que me ha divertido ir a los toros. Lo que pasa es que ahora se ha politizado todo y mi postura no tiene nada que ver con eso.

P.—Ir a los toros, ahora, es ser de derechas. Y si eres de izquierdas, ojo si te gustan.

R.—Eso es una solemne majadería. Hace años era muy común ver a dirigentes socialistas en Las Ventas o en la Feria de Sevilla. Entonces, de qué estamos hablando. Lo que pasa es que hay una parte de la ciudadanía que ha decidido que ellos quieren tener su propia fiesta nacional y entonces arremeten contra la fiesta nacional de España.

Pero les importan un bledo los derechos y el sufrimiento de los animales. Y la prueba es que en esas zonas del territorio tienen costumbres, como la de los toros embolados, que son una salvajada. Hay un sector del nacionalismo catalán que dice: vamos a acabar con los toros, pero vamos a seguir prendiendo las astas de los toros. Pues oiga, se lo tiene que hacer mirar.

P.—¿Se debería desligar la ideología del debate del sufrimiento animal?

R.—Sí que hay una posición ideológica y ética sobre el sufrimiento de los animales. Lo que pasa es que puedes abordar eso desde un punto de vista objetivo o puedes hacer política de andar por casa con eso. A mí esa política de andar por casa no me interesa; me importa el sufrimiento de los animales.

P.—¿Le regalaría a algún político un perro para que aprendieran de los animales?

R.—No, yo no le regalaría ninguno. Que se lo regalen ellos. Pero los animales te enseñan muchas cosas. Tener un perro no es un juego, no es para que aprendas algo o para que te distraigan. Son seres vivos y necesitan cuidados y cariño, y ellos te dan mucho más de lo que les das tú.

P.—La que sí tiene una perrita es Margarita Robles, que presentó contigo el libro este viernes.

R.—Sí, tiene una perrita llamada Luna. Ella me presenta todos los libros y yo se lo agradezco porque, de momento, me ha dado mucha suerte. Se ha convertido en una especie de talismán.

P.—¿Le vendría bien a Felipe VI tener un perro para concienciar o mejorar la imagen de la Monarquía?

R.—No tengo ni idea, pero si vas al Pardo te encontrarás cuadros realmente extraordinarios en los que los Reyes están al lado de un perro, incluso en las meninas. La presencia de los canes en la vida de los hombres es tan vieja como la historia de la humanidad. Y la presencia de los perros en la vida de los Reyes era importante.

Para mí, la imagen de Felipe VI es buena, pero no me dedico a darle consejos a nadie y no creo que uno deba tener un perro para mejorar la imagen. Un perro es un compañero de vida, no un instrumento.

P.—Al que no le mejoraría la imagen ni con un perro es a Juan Carlos. He leído que no tiene muy buena concepción de él.

R.—Yo creo que ser Rey de España es un privilegio y hay que estar a la altura de ese privilegio. Y Juan Carlos no ha estado a la altura. Es verdad que tuvo un papel destacadísimo y su apuesta fue una España democrática. Esa labor no se puede dejar de reconocer, pero eso no quiere decir que tuviera después barra libre para hacer lo que quisiera. Hay que ser justos con su obra, pero no hay que tolerarle algunas cosas que ha hecho. No ha estado a la altura del enorme privilegio que significa ser Rey de España.

Por otro lado, los presidentes del Gobierno tenían que haberle puesto freno. Y luego hay cierta hipocresía en la sociedad. Las historias de Juan Carlos estaban ahí, en la conversación cotidiana, y ahora todo el mundo se echa las manos a la cabeza. Pero eso no exculpa todo lo que ha hecho.

Dicho esto, también creo una cosa: el tiempo nos dirá la verdadera dimensión del Rey Juan Carlos. Igual cuando pasen tres o cuatro generaciones, entonces habrá algún historiador inglés que estudie su figura, escriba sobre la España de los 70 a los 90 y sea capaz de ver con distancia todo lo que ha hecho.

Mi generación, la de la Transición, como sabe de dónde veníamos y lo difícil que fue todo, tiene tendencia a darle reconocimiento a esa primera parte de la labor de Juan Carlos, pero entiendo que las nuevas generaciones sean más exigentes y más críticas. No tienen que sentirse en la obligación de comprender nada ni de exculpar nada.

P.—¿Tienen poco respeto por el pasado las nuevas generaciones?

R.—Lo que creo es que tienen un gran desconocimiento del pasado, del inmediato y del más pasado. Y eso es porque el sistema de estudios es un auténtico desastre. El ninguneo que se le ha hecho al sistema educativo por parte de todos los ministros de educación, de un lado y de otro, ha sido...

No se puede entender el presente si no sabes de dónde vienes. Al negar ese conocimiento histórico a los niños, provoca que no conozcan el presente y no sepan dónde quieren ir en el futuro. La filosofía te ayuda a pensar, y la literatura te abre la puerta a conocer otras formas de vivir, de pensar y de entender el mundo. Ese ninguneo a las humanidades está teniendo consecuencias.

Por eso, hace poco, en una encuesta que se les hizo a los más jóvenes, muchos de ellos decían que no les importaría vivir en un régimen totalitario. Pues claro, cómo no, si no saben lo que es un régimen totalitario. Nadie se lo ha contado, nadie se lo ha explicado... Los culpables no son ellos, sino los mayores, los que crean los sistemas de estudio. Hay una responsabilidad por parte de los poderes públicos en todo esto.

P.—A ese sistema educativo se le suma que cada vez es más difícil estar informado. Antes, al menos, la gente leía periódicos.

R.—Por un lado, a mí me parece que el conocimiento te da herramientas para tratar de entender el presente. Si no tienes esas herramientas, es más difícil que entiendas la sociedad en la que vives.

Y por otro lado, las nuevas tecnologías han cambiado los paradigmas de la sociedad, pero está bien que sea así. Es como ha sido a lo largo de la historia, aunque quizá no de forma tan brusca.

Julia Navarro posa junto a su perra con el Palacio Real de fondo.

Julia Navarro posa junto a su perra con el Palacio Real de fondo. Nieves Díaz EL ESPAÑOL

Los jóvenes tenéis derecho a interpretar el mundo como os dé la gana y a equivocaos. Yo no voy a defender que cualquier tiempo pasado fue mejor. Cada tiempo es cada tiempo. No podemos juzgar el pasado cuando somos del presente y no podemos juzgar el presente cuando somos del pasado. No se puede poner uno en modo de abuelo cebolleta.

¿Qué pasa con las nuevas tecnologías? El hábito de leer los periódicos ya no está ahí, pero el problema no es que la gente se informe a través de los periódicos digitales; el problema es que la gente se informa por un amigo de un amigo de un amigo que me lo cuenta en la red. Al final, alguien termina asumiendo que es una verdad indiscutible y, sin embargo, nadie sabe de dónde ha salido eso.

Pero que la gente lea periódicos digitales no es un problema. Es lo que le corresponde a esta generación. El problema es que ya no se lee ni eso.

P.—Pero si es cierto que el periódico tradicional te obligaba, aunque sólo quisieras leer los deportes, a ojear el resto de secciones. Ahora ya no.

R.—En las sociedades se producen desajustes y luego ajustes, y habrá un momento en el que se ajustará todo porque las nuevas generaciones estarán menos informadas a pesar de tener más medios que nunca. De lo contrario, acabarán asumiendo noticias faltas. Por eso es importante que alguien tenga herramientas de humanidades para distinguir una noticia falsa de otra verdadera.

P.—No sé si es creyente. ¿En qué cree y en qué no cree?

R.—Yo tengo un sentido trascendente de la vida. No quiero creer que somos un conjunto de células organizadas para pagar la hipoteca. Si es así, apaga y vámonos. Pero las creencias pertenecen a la intimidad de cada persona.

P.—¿Y cree en la sociedad actual?

R.—Hay cosas que me gustan y otras que no.