Miguel Sánchez / Pablo Lolaso en el patio del colegio donde es profesor.

Miguel Sánchez / Pablo Lolaso en el patio del colegio donde es profesor. Nieves Díaz EL ESPAÑOL

Sociedad

Miguel es Pablo Lolaso, profesor y superventas de novela infantil: "Hay padres que le dan el móvil al niño en plan: 'Toma, déjame'"

"Decimos que las nuevas generaciones son más tontas; pero si fuera así, sería responsabilidad nuestra" // "Se lo digo a mis alumnos: 'No es obligatorio llevarse bien con todo el mundo'".

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Miguel Sánchez Pérez —o Pablo Lolaso, como ustedes prefieran—, por las mañanas, se levanta temprano, despierta a sus hijos —una niña de dos años y un jovenzuelo de siete— y dedica sus primeros esfuerzos a hacer coletas. “Estoy aprendiendo. A mí hija le ha empezado a crecer el pelo y...”, explica, entre risas. Después, deja “a la pequeña” en la guardería y “al mayor” en el colegio.

A las nueve entra en clase y se pone la ‘capa’ de profesor para dar Educación Física, Tecnología y Ciencia hasta las tres. Y, por la tarde, va cambiando: unos días le toca llevar a su hijo a música, otras a baloncesto y últimamente a kick-boxing. “Es que ha visto Karate Kid y... No soy muy fan de apuntar a tu hijo a mil extraescolares, pero es que nos lo pide él”, cuenta.

Hasta aquí, el bueno de Miguel, un tipo absolutamente normal, que podría ser su vecino o jugar con usted al baloncesto. Ocurre, sin embargo, que el bueno de Miguel es también Pablo Lolaso. Por eso, los profesores de su colegio ya tienen asumido que los lunes por la tarde acude a Colgados del aro, que tiene mucho peligro cuando tuitea o que últimamente le ha dado por escribir.

En concreto, entre 2021 y 2022, publicó dos novelas para adultos y ahora se ha estrenado con una infantil: Enzo Brown, loco por el basket. Un jugón nuevo en el patio (B de Blok). “No había nada similar y pensé que había alguien que tenía que llenar ese hueco”, reconoce. Y bien que lo ha hecho. Con el primero vendiéndose “muy bien”, ya tiene la segunda parte (Un destino en juego) en las librerías y en febrero presentará una tercera.

P.—¿Le llamo Miguel o Pablo?

R.—Depende si quieres hablar con el personaje que escribe libros, sale en programas, presenta galas... Si es así, Pablo. Si es con el padre y maestro de Primaria, Miguel.

P.—¿Le cuesta desdoblarse?

R.—No. Estoy acostumbrado. De las nueve a las tres de la tarde soy Miguel, el maestro y el papa; y cuando tengo que escribir o salir con Toñín e Iturriaga a decir tonterías, pues lo hago. Me desdoblo fácil.

P.—Entiendo que sus hijos le llaman Miguel.

R.—Sí, Miguel o papá (risas).

P.—Cuénteme: ¿quién era Miguel antes de convertirse en el 'tuitstar' Pablo Lolaso?

R.—Miguel es un chaval nacido en Madrid, criado en Móstoles, de escuela, instituto y universidad pública, y con una conciencia de clase adquirida porque no ha salido de ahí en toda su vida. Estudié Magisterio de Educación Física, me saqué las oposiciones y soy profe de un colegio público desde hace 15 años.

Y bueno, sigo siendo Miguel durante la mayor parte del día. Mi vida siempre ha estado muy relacionada con el baloncesto. Llevo jugando desde los 6 años.

Miguel Sánchez / Pablo Lolaso a lo Enzo Brown en el patio del colegio.

Miguel Sánchez / Pablo Lolaso a lo Enzo Brown en el patio del colegio. Nieves Díaz EL ESPAÑOL

P.—¿Cómo está el patio educativamente?

R.—Pues mira, soy un gran defensor de esta generación y de la que viene. Los adultos los criticamos mucho. Decimos que son más tontos, que están estupidizados, que les falta calle, que están más atontaos... Y si eso fuera así, la responsabilidad sería nuestra, que somos los padres.

Pero yo creo que no es así. Si coges la historia de la humanidad, los niños hasta los 12 años siempre han tenido un comportamiento similar, con conflictos fáciles de interpretar. Pero sí que es verdad que cuando empiezan a crecer sus problemas son el reflejo de los problemas que tenemos los adultos. Por ejemplo, a los 3 años nadie es racista ni machista. No se concibe. Eso son cosas que les introducimos nosotros.

Así que, ¿cómo está el patio? Está bien, normal. Al final, es nuestra mirada, la mirada del adulto, la que lo cambia. Y lo que pasa es que como tenemos la perspectiva de que la sociedad está regular, miramos a los niños y pensamos que están regular, pero lo que tenemos que hacer es echarnos un ojo a nosotros mismos. Si nosotros cambiamos, el horizonte de los chavales será mejor.

P.—¿Saben sus alumnos que es Pablo Lolaso en su tiempo libre?

R.— Sí, los mayores sí. Porque siempre hay algún padre que me conoce y que ha visto el vídeo del bocata de Paco Roncero o lo que sea. Y cuando salió el libro, algún niño vino para que se lo firmara y entonces se empezó a correr la voz. Aquí (en el colegio) todo el mundo conoce mi otra existencia, salvo los más pequeñitos, que están a otra cosa.

P.—¿Cómo les explica a los chavales que tienen que utilizar bien las redes siendo usted Pablo Lolaso?

R.—El mensaje es más para los padres. A ellos sí les he recordado, cuando he sido tutor y he tenido reuniones con ellos, que sus hijos menores de 14 años no pueden utilizar las redes sociales porque está prohibido hasta esa edad. Y si tú aceptas, deberías hacer que tus hijos tuvieran una serie de restricciones de tiempo, en el que vigiles lo que hacen, para que los vayas orientando para el futuro.

Si ese escalón lo perdemos, porque hay padres que hacen dejación de funciones y le dan el móvil a los niños en plan: ‘Toma, niño, déjame un ratito tranquilo’. Si se lo tuviera que decir a ellos, que piensen que lo que ponen en las redes sociales deja huella para siempre, que es fácilmente rastreable, y que tienen que tener cuidado con lo que dicen y con lo que reciben. Es un tema peliagudo, pero el trabajo hay que hacerlo con los padres.

P.—¿Cómo llevan los otros profesores su transformación en Pablo Lolaso?

R.—En el colegio todo el mundo lo sabe desde hace mucho. Hubo un tiempo en el que traté de preservar al personaje y no salía mi cara. Me daba pena romper la magia de que la gente no supiera quién estaba detrás. Pero en 2019, empecé a dar la cara y se corrió la voz. Y bueno, en la vida real me pasa como en las redes: hay gente a la que le caigo muy bien y otros que no me soportan.

P.—Pero como me dijo una vez Paco Jémez: ‘A veces hay que caerle mal a alguien y no tiene porque ser necesariamente algo malo’.

R.—Se lo digo mucho a mis alumnos: no es obligatorio llevarse bien con todo el mundo, pero sí es obligatorio tratarnos todos con respeto.

P.—¿Cómo llega a ser autor de novelas infantiles?

R.—Primero escribí dos para adultos durante la pandemia. Se publicaron en el 2021 y el 2022: Antes todo esto era campo atrás y Cualquier tiempo muerto pasado. Lo hice mezclando ficción y baloncesto porque no había nada parecido —al menos, que yo supiera—. Funcionaron, descubrí que lo hacía aceptablemente bien y que había gente a la que le gustaba lo que escribía.

Entonces me quedé con la espinita clavada de que no había nada de literatura infantil relacionada con el baloncesto como eje vertebrador. Así que un día me senté, me inventé un personaje, lo llevé a un colegio y me inventé un conflicto: que los futboleros invadían la pista y el chaval, Enzo Brown, tenía que recuperarla por su cuenta. Me puse a escribir y quedó guay. A la gente le está gustando mucho la saga, de momento.

P.—¿Qué le han dicho sus hijos?

R.—La pequeña no lo ha leído, por lo obvio: tiene dos años. Y el mayor está en el límite: tiene 7 años y hace el esfuerzo. Pero se lo estoy leyendo yo a él por las noches y se queda dormido. No sé si eso es bueno o es malo, pero intenta seguir mi carrera literaria. Tengo ganas de que crezca un poquito, los pueda entender y me dé su opinión.

Miguel Sánchez / Pablo Lolaso en el patio del colegio.

Miguel Sánchez / Pablo Lolaso en el patio del colegio. Nieves Díaz EL ESPAÑOL

P.—¿Su pretensión ha sido crear el Futbolísimos de Roberto Santiago en versión baloncesto?

R.—-En su día se lo vendí así a la editorial. Porque yo lo veía y decía: ‘¡Este cabrón ha escrito 26 libros!’. Y dije: vale que no vamos a vender lo mismo porque el baloncesto no tiene tanto tirón, pero al menos podemos llenar ese hueco. Al final, lo que hago es contar una historia donde el baloncesto sea la excusa para que a un grupo de jóvenes les pasen cosas. Y luego para incluir determinados mensajes con un pelín de enjundia. De momento, llevo dos escritos y saco el tercero en febrero. Y seguiré escribiendo hasta que me digan que no les interesa.

P.—¿Enzo Brown (el personaje principal en el libro) tiene más de Pablo Lolaso o de Miguel?

R.—No hay mucha inspiración en el Miguel niño porque mi vida a esa edad era bastante plana. No me pasaron grandes cosas de pequeño. Igual que ahora me ves en Internet o como personaje y puede parecer lo contrario, lo cierto es que yo de enano pasaba desapercibido, era extremadamente tímido, hacía los deberes y no llamaba la atención ni para bien ni para mal. Si acaso, para bien, porque era bueno, casi tonto.
Entonces, sí, tiró más de Pablo Lolaso-Enzo en el sentido de que este tiene que luchar contra las injusticias y hace algún chascarrillo —adecuado a la edad, por supuesto—. Pero, sobre todo, la principal inspiración son mis alumnos.

P.—¿Es el baloncesto la resistencia al fútbol?

R.—En mi cabeza es así. No sólo porque uno se hace con las manos y otro con los pies, porque en uno se mete gol en un rectángulo grande y en otro en uno pequeñito. No, no sólo por eso, sino porque tengo la convicción de que los del baloncesto somos diferentes. Y es verdad que la realidad a veces te deja mal, porque siempre hay alguna trifulca en pabellones o en la grada y eso no me mola. Pero sigo pensando que en el baloncesto somos diferentes.

Esto no quiere decir que mire por encima del hombro al fútbol. Al final, lo que me da verdadera envidia del fútbol es lo que mueve, a veces para bien y otras para mal. Por ejemplo, para bien, creo que el fútbol hace de elemento integrador en los colegios. Al final, viene un chaval de no sé sabe dónde y se pone a jugar en el recreo y tiene su hueco ahí.

Aunque también pasa lo contrario: si no te gusta el fútbol, te van excluyendo poco a poco.

P.—En cualquier caso, los comportamientos suelen ser peores en el fútbol. Escribes en el libro, más o menos: “Se tiran. Será porque lo han visto en la tele”.

R.—Es verdad que la gente puede decir que en el baloncesto también está el flopping (forma de exagerar las faltas). Y yo soy un poco así cuando juego. Aunque siempre digo que es para ayudarle al árbitro para que sepa que ha sido falta (risas). Pero lo que no hacemos es revolcarnos y levantarnos como si nada después de dar mil vueltas. Eso no lo hacemos. Pero los niños, en el colegio, lo hacen. Y les digo: un día os va a pasar algo y os vamos a ignorar. Estamos tan acostumbrados a que mientan, que el día que sea cierto...

Luego hay un problema que es más social, y es que los padres se comportan mal, da igual el deporte en el que estén. En ese sentido, creo que a nivel porcentual los padres del baloncesto se comportan mejor que los del fútbol.

P.—Muchos además piensan que su hijo va a ser Cristiano Ronaldo.

R.—Eso pasa. Creo que menos en baloncesto que en fútbol. Pero sí, hay padres que están demasiado metidos en que su hijo va a tener que ser el mejor, y son muy intensos y muy pesados. Yo soy partidario, como padre —y es lo que hago—, de que nosotros tenemos que ser meros acompañadores y el que debe mandar es el entrenador.

P.—¿Cómo se lleva con los padres de sus alumnos?

R.—A ver cómo digo esto. Me llevo bien y presumo de no haber tenido problemas con ellos. Pero hay una cosa que debemos tener en cuenta los profesores: ellos demandan mucha información que no les damos.

Tú piensa que al final los niños están entre cinco y ocho horas en el colegio. A nosotros nos ceden la custodia de sus hijos durante todo ese tiempo y luego no se enteran ni del 5% de lo que pasa en el colegio. Entonces, hay padres que son intensos y, ante eso, lo que tenemos que hacer es contarles lo que hacemos y las cosas que pasan. Así se genera un clima de mayor confianza y hay menos malentendidos.

P.—Ahora que todos saben que usted es Pablo Lolaso. ¿Su gran éxito fue desenmascararlo?

R.—Creo que fue buena idea desenmascararlo. Lo decidimos en el programa el día que Mirotic dijo que había fichado por el Barça. Y, paradójicamente, al mostrar la cara, me solté más. Y luego a mí como persona se me abrió un horizonte para participar en otras cosas. Por ejemplo, este último mes he presentado la gala de la U22 y también participé en la presentación de la Liga Femenina Endesa.

Miguel Sánchez / Pablo Lolaso lee la segunda parte de su libro 'Enzo Brown, loco por el basket'.

Miguel Sánchez / Pablo Lolaso lee la segunda parte de su libro 'Enzo Brown, loco por el basket'.

P.—¿Ha hablado alguna vez con Pablo estos años?

R.—Sí, no nos hemos visto demasiadas veces, pero siempre me ha saludado con cariño. Él daba su beneplácito a mi existencia y, aunque en ocasiones algo le sentara mal, seguro que le ha servido para reírse. Hemos tenido buena relación.

P.—Este año la ACB se va a poder ver en la televisión pública. ¿Va a servir eso para ‘salvar’ la liga?

R.—Cualquier cosa que hagamos para que llegue a más gente le viene bien a la liga, ya sea para salvarla o para mantenerla a flote, porque ahora mismo es café para muy cafeteros. El problema este año es que para seguir todas las competiciones necesitas pagar varias plataformas, porque la ACB se ve en un sitio, la Euroliga en otro y la NBA en otro. Pero bueno, yo creo que el baloncesto mola. Y creo que es una buena noticia que la ACB se pueda ver por la pública.

P.—Ya la última. Como profesor, recomiende tres libros a los chavales.

R.—Al margen de Enzo Brown, que es el mejor libro que pueden leer (risas), recomiendo Manolito Gafotas. Es un clásico y viene bien para saber cómo hablaban los niños entonces. Porque sí, los niños son siempre son iguales, pero cambia la forma en la que hablan. Y luego, Amanda Black, de Juan Gómez Jurado y Bárbara Montes. Me encantaría que Enzo Brown y Amanda se casaran cuando fueran mayores.