Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid durante los atentados del 11-M, fotografiado por este periódico en 2022.

Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid durante los atentados del 11-M, fotografiado por este periódico en 2022. Silvia P. Cabeza

Madrid Capital

El 11-M de Gallardón: "Fue durísimo oír las llamadas de los familiares que sonaban en las bolsas de los cadáveres"

"El fracaso de los terroristas fue no lograr en Madrid un sentimiento contra el Islam" / "La verdad sobre la autoría del atentado es la verdad judicial" / "Es lo más grave que me ha ocurrido en mi vida política y personal".

10 marzo, 2024 02:06

Hay una llamada que acompañará a Alberto Ruiz-Gallardón el resto de su vida. La recibió a primera hora de la mañana, mientras se afeitaba en su casa. Al otro lado del teléfono estaba Pedro Calvo, su concejal de Seguridad en el Ayuntamiento de Madrid: "Me llama para decirme que ha habido una explosión en Atocha o en las inmediaciones y que piensa, aunque todavía no me lo puede confirmar, que puede haber habido algún muerto".

Aquel día, 11 de marzo de 2004, entre las 7:37 y las 7:41 horas, 10 bombas estallaron en cuatro trenes de Cercanías. Un total de 191 personas perdieron la vida, hubo más de 1.880 heridos y la historia de la capital cambió para siempre. Aquel día, Alberto Ruiz-Gallardón, uno de los políticos con mayor proyección de las últimas décadas, era el alcalde de la ciudad que acababa de sufrir el atentado más mortífero en suelo español. 

Quien fuera alcalde de Madrid, presidente regional y ministro de Justicia del PP atiende a EL ESPAÑOL por teléfono. Lejos quedan los años en los que acaparaba los focos de la política madrileña. A sus 65 años, prefiere no hablar de asuntos que no tengan que ver con su profesión de abogado, que ejerce en un bufete que lleva sus apellidos. Pero con el aniversario del 11 de marzo ha hecho una excepción.

Aspecto de uno de los trenes tras el atentado del 11-M de 2004 en Madrid.

Aspecto de uno de los trenes tras el atentado del 11-M de 2004 en Madrid. EP

Este lunes se cumplen 20 años de la devastadora masacre de naturaleza yihadista. Gallardón vivió en primera línea las horas más críticas tras el ataque. Recuerda con precisión cómo se coordinaron aquella mañana los servicios de Emergencia, policiales y la Justicia. También fue testigo de imágenes trágicas en Ifema, que sirvió como solución de urgencia para alojar los cuerpos de las víctimas y atender a los familiares. 

Pese al inmenso número de fallecidos, pese a la conmoción de las primeras 24 horas, pese a los episodios dramáticos que vio con sus ojos, pese a todo el ruido que generó el atentado, el abogado y fiscal de carrera sostiene que el 11-M no cambió a Madrid como "querían los terroristas".

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"Que Madrid no tuviese a partir de ese momento un sentimiento en contra del Islam y del mundo musulmán, sino que Madrid fue beligerante en mantener la convivencia, a diferencia de otras ciudades europeas, creo que fue el gran fracaso de una de las intenciones que evidentemente tenía el atentado", argumenta. 

Respuesta sin precedentes: de Atocha a Ifema

Dice Alberto Ruiz-Gallardón que nunca se ha marchado de aquella primera llamada de Pedro Calvo: "Ni me iré. Me va a acompañar el resto de mi vida". El telefonazo le puso en aviso de una explosión grave y de un posible fallecido. Nada más. El entonces regidor supo desde el primer momento que se trataba de un atentado al haber ocurrido en uno de los trenes, "que son de tracción mecánica y no llevan ningún tipo de combustible acumulado". Aunque, en esos primeros compases, de modo alguno conocía la dimensión que alcanzó el ataque. 

Pregunta.- ¿Cuándo fuiste consciente de la magnitud del atentado? 

Respuesta.- A partir de la hora, hora y pico, sí éramos conscientes de que estábamos ante un número elevadísimo de víctimas. En el momento en el que llegué a la estación de Atocha, la Policía me advirtió de que nos encontrábamos ante el mayor atentado que nunca había ocurrido en la ciudad.

P.- ¿Qué pensaste cuando llegaste a Atocha y viste el escenario?

R.- Fue dramático. Yo estaba muy acostumbrado, desgraciadamente, a ver muertos como consecuencia de atentados terroristas [de ETA]. Nunca había visto morir a una persona. Cuando llego a Atocha, todos los efectivos del Samur están con los heridos y a algunos les consiguen salvar y a otros, no. Para mí no solamente es lo más grave que me ha ocurrido en mi vida política, sino que es lo más grave que me ha pasado en mi vida personal. Nunca había vivido un escenario de ese dramatismo.

"No fuimos capaces de advertir del riesgo que existía dentro del yihadismo radicalizado para cometer un atentado de esa naturaleza. Y eso también se corrigió después"

Lo que vino tras el atentado, como recuerda Gallardón, fueron momentos de "acción, de actuar, de ayudar, de facilitar y de coordinar". "La clave de todo es la coordinación", recalca el ex alcalde. Y añade: "Lo más importante siempre que hay un atentado de esta naturaleza es saber que quien está al frente es el Juzgado de Instrucción de la Audiencia Nacional y que nos tenemos que poner todos a las órdenes del juez". Y eso hizo. 

De hecho, el propio Baltasar Garzón le llamó al móvil para avisarle de que Juan del Olmo era el juez de guardia. "Me llamó para decirme: 'Lo que él necesite, te pido, por favor, que, como siempre, vayamos a la máxima coordinación'". Fue el inicio de un dispositivo sin precedentes liderado por la Policía Nacional, con la Municipal de coadyuvante y en coordinación con los hospitales madrileños.

Del Ayuntamiento, en este caso, dependía la primera atención a las víctimas y el traslado de los supervivientes y de los heridos. Suya fue también la idea de convertir Ifema en morgue provisional

P.- ¿Por qué se eligió el recinto?

R.- Nos dimos cuenta de que era necesario habilitar un espacio para la morgue porque el Instituto Anatómico Forense no tenía capacidad para recibir el número elevadísimo de cadáveres que se estaban levantando directamente de los escenarios de las bombas. Era una labor que era fundamental hacerla bien, llevase el tiempo que llevase: la identificación de los cadáveres. Teníamos todavía en la cabeza el dolor que había causado en su momento a las familias los errores de identificación de las víctimas del Yak 42, el avión que se estrelló en Turquía. Esa labor de identificación [la del 11-M] se hizo directamente con los técnicos, con las pruebas de ADN, para que resultase exacta en sus contenidos y que no tuviese ningún tipo de error.

Alberto Ruiz-Gallardón en su despacho de abogados, en una fotografía de 2022.

Alberto Ruiz-Gallardón en su despacho de abogados, en una fotografía de 2022. Silvia P. Cabeza

De aquellas horas en Ifema, Ruiz-Gallardón recuerda un episodio dramático: "Fue cuando entré a la nave donde se estaban depositando los cadáveres, que estaba cerrada y custodiada por la Policía. Dentro de las bolsas [donde se encontraban los cuerpos] empezaron a sonar los teléfonos móviles. Eran las llamadas que estaban haciendo los propios familiares que estaban en otro lado del pabellón de Ifema con la esperanza de que les contestasen y que les dijesen que no habían cogido ese tren. Eso fue durísimo". 

Aunque el momento "más duro" que vivió durante el día del atentado fue cuando veía a efectivos del Samur dar por perdido "su intento de salvar una vida en Atocha" y "rápidamente, sin poder ni siquiera vivir ese duelo", debían atender a otro herido. Una de las personas que falleció en la matanza fue la hermana de uno de los conductores del Ayuntamiento que cada semana se turnaba para transportar al propio Gallardón. 

P.- ¿Te costó descansar? ¿Cómo dormiste después de todo aquello?

R.- Mal, muy mal. Se tardó muchísimo en terminar la actuación de los distintos operativos. No puedo ni quiero recordar cuando volvió algún tiempo más de calma, pero son circunstancias que te marcan una vida entera. No lo he olvidado nunca, ni debo olvidarlo.

P.- ¿Llegaste a pensar 'cómo pudo sucederme a mí'?

R.- Tuvieron que pasar muchas horas antes de poder hacer una reflexión sobre eso. En aquel momento, era un tiempo de acción, de actuar, de ayudar, de facilitar y de coordinar.

P.- Y 20 años después, ¿qué reflexión saca del 11-M?

R.- En positivo, la profesionalidad y el buen hacer de los distintos operativos de seguridad, de sanidad y bomberos que intervinieron de la propia ciudadanía de Madrid. Sin duda ninguna. En el terreno de la reflexión crítica... Evidentemente, no fuimos capaces de advertir del riesgo que existía dentro del yihadismo radicalizado para cometer un atentado de esa naturaleza. Y eso también se corrigió después.

"La verdad es la verdad judicial"

Dos décadas después del 11-M, Alberto Ruiz-Gallardón tiene clara su posición sobre la autoría de los atentados. "Soy fiscal de carrera, ahora ejerzo como abogado y, por lo tanto, la verdad es la verdad judicial: lo que dijo la sentencia de la Audiencia Nacional y la del Tribunal Supremo. En un Estado de Derecho, a quien le corresponde fijar las responsabilidades y acreditar los hechos es al Poder Judicial. Y lo que dijo el Poder Judicial es la verdad".

P.- ¿Hubo alguna señal que hiciera pensar que Madrid podría sufrir alguna vez un atentado así?

R.- No, evidentemente no. Si hubiese habido algunas señales, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y los servicios de inteligencia hubiesen puesto medidas e intentado evitar que hubiese ocurrido. Pero sí creo que a raíz de aquellos atentados y a raíz de ver cuál era, no solamente la voluntad, sino la capacidad de actuación de yihadismo radical, se pusieron otras medidas y se intensificó la prevención. Y buena prueba de ello es que no ha vuelto a producirse un atentado de esas dimensiones.

P.- ¿Cree que se actuó lo mejor que se pudo?

R.- Con toda sinceridad, creo que sí. No fue mérito de los responsables políticos, sino de los profesionales, que tenían unos protocolos muy bien trabajados y preparados que les permitieron reaccionar ante esta catástrofe. Luego hubo una voluntad de cooperación extrema. Hubo una colaboración generosa por parte de todos los que, de alguna forma, participaron, como los taxistas de Madrid, que ese día de forma gratuita y desinteresada llevaron a los familiares a los distintos hospitales o al recinto de Ifema. Hubo una respuesta ejemplar de la ciudad, manteniendo la calma y la serenidad en esos momentos de pánico. 

P.- ¿El 11-M cambió a Madrid para siempre?

R.- No en el sentido que querían los terroristas. Una de las cosas que buscaron es esa confrontación con determinadas creencias religiosas o razas porque querían justificar su actitud de guerra y terrorista. No la consiguieron. En ese sentido, que Madrid no cambiase, que Madrid no tuviese a partir de ese momento un sentimiento en contra del Islam y del mundo musulmán, sino que Madrid fue beligerante en mantener la convivencia, a diferencia de otras ciudades europeas, creo que fue el gran fracaso de una de las intenciones que evidentemente tenía el atentado.

Sí cambió [valora el ex primer edil, por otro lado]. Cambiaron muchas cosas: mejoraron muchos protocolos, aprendimos mucho... Compartimos ese aprendizaje con otras muchas ciudades; no solamente de Europa, sino de muchas partes del mundo que después acudieron a nosotros para que les relatásemos como había reaccionado la ciudad. Ese durísimo aprendizaje se quedó para siempre en los nuevos protocolos de actuación de los servicios de seguridad y sanitarios de Madrid.

P.- ¿La marcó...?

R.- La ciudad no olvidó, pera era consciente de que tenía que seguir viviendo.

P.- ¿Cómo te cambiaron a ti los atentados del 11-M?

R.- Yo me di cuenta ese día de que la obligación de un político no consiste solamente en garantizar el funcionamiento de los servicios y la eficacia de las administraciones. Descubrí también que los políticos tienen otras obligaciones en situaciones como esta: identificar los sentimientos. En las horas inmediatas al atentado, la gente en Madrid tenía miedo a saber cuándo había terminado la criminal acción de los terroristas y también tenía miedo en ver qué podía haber hecho cambiar la convivencia que teníamos [antes de la masacre]. Ahí me di cuenta de que mi obligación era identificar el sentimiento de los madrileños, de dolor, de indignación, pero también el sentimiento de serenidad. Y lo intenté. Si lo conseguí... lo tendrán que juzgar los propios madrileños.