Monedas y billetes de euros
A primera vista el buen comportamiento de la economía española en el último trienio procede de los pilares tradicionales del crecimiento, particularmente el consumo, la construcción y el turismo, factores todos ellos alentados por la inmigración. Es tentador concluir que, en el fondo, todo seguiría igual.
Y sin embargo un análisis de la evolución del sector exterior evidencia algunos cambios estructurales de gran relevancia para la política económica.
Los mercados internacionales sufren el golpe de la ola proteccionista y del estancamiento de socios comerciales como Alemania. Además, sucesivos shocks han impactado sobre dos elementos clave en la cuenta corriente de la economía española: el turismo y la energía.
La pandemia y las restricciones internacionales al turismo afectaron negativamente al saldo de nuestra balanza de servicios, y la crisis energética y el alza de los precios del gas y los carburantes también deterioró la balanza energética de la economía española.
Pese a ello, las exportaciones de bienes capean la tormenta, con niveles que se sitúan ligeramente por encima de la prepandemia. Los servicios, por su parte, superan ampliamente ese umbral, particularmente en lo que atañe a los servicios no turísticos.
Como las importaciones han tendido a crecer menos que las exportaciones, el sector exterior se ha mantenido como un pilar de la expansión. Con todo, en el segundo trimestre de 2025, el PIB se situaba ya un 8,8% por encima del nivel pre-Covid, habiéndose recuperado la demanda nacional y sobre todo la demanda externa.
Uno de los aspectos más relevantes es precisamente el auge de los servicios no turísticos y el despliegue de las energías renovables, que aportan solidez al superávit exterior, y a la vez atraen capital extranjero. Es el reflejo de una diversificación de nuestro modelo productivo, que permite una mayor capacidad de resistencia ante las crisis que se han ido sucediendo. El nuevo modelo más diversificado también contribuye a reducir la volatilidad del empleo en comparación con épocas anteriores.
En el actual modelo productivo cada vez cobran más protagonismo los servicios empresariales e informáticos. Irrumpen además con una gran capacidad exportadora -desde 2019 ha habido un aumento continuado y de elevada magnitud en estos servicios-. Esta evolución se debe al impulso de la digitalización, que permite explotar las ventajas competitivas en servicios que con anterioridad no eran comercializables con el exterior.
Así, las ganancias de competitividad generadas en los últimos años permiten generar a España un superávit en servicios empresariales e informáticos frente a países con mayores tensiones de oferta, como Alemania.
Las exportaciones de bienes también han evidenciado una cierta resiliencia frente a los vientos contrarios como la crisis energética generada por la guerra en Ucrania, la competencia de las manufacturas chinas, y la debilidad de la industria en general.
La positiva evolución de la economía española frente a sus principales competidores se explica por la eficacia del conjunto de medidas adoptadas y, en particular, la “solución ibérica” para desacoplar los precios mayoristas de la electricidad del coste internacional del gas.
Esta red de seguridad, junto con la menor exposición a Rusia, han contribuido a generar un diferencial de precios energéticos positivo para España desde la segunda mitad de 2022, lo cual ha mejorado la competitividad precio frente al resto de la zona euro.
Destaca el superávit en el sector de alimentación, bebidas y tabaco, seguido por el sector del automóvil y las semimanufacturas no químicas. En el pasado mes de junio las exportaciones de bienes continuaron su tendencia ascendente, creciendo un 2,4% interanual.
El desempeño de las exportaciones españolas supera al de grandes economías europeas como Alemania (0,1%) y Francia (-1,1%), y se mantiene en línea con el de Estados Unidos (3,4%). De hecho, la cuota de exportaciones españolas dentro de la UE sigue aumentando en detrimento de otros socios europeos como Francia, Italia o Alemania.
En suma, el auge de las exportaciones se está consolidando como un motor económico clave, evidenciando un cambio estructural en el sector exterior de nuestra economía. España es una de las pocas economías de la zona euro que ha logrado mantener su cuota exportadora, a pesar de la llegada de nuevos competidores y los shocks económicos sufridos.
De hecho, en un contexto internacional particularmente adverso, el favorable comportamiento de la cuenta corriente registrado desde 2019 certifica el cambio estructural, reflejo de una mejora en la competitividad de la oferta de bienes y servicios españoles y de la entrada de inversión directa extranjera.
El saldo por cuenta corriente ha sufrido un menor deterioro en España que en el resto de los principales países de la zona euro a partir de 2020. Las exportaciones de servicios no turísticos y de bienes han permitido compensar el impacto de las crisis pandémica y energética.
Nuestro modelo productivo se ha diversificado, pero queda camino por recorrer para generar una transformación más profunda y asentar las bases de una prosperidad compartida. El programa Next Generation ha aportado recursos para la inversión en sectores clave, pero no ha cubierto las expectativas del cambio de paradigma que se anunciaba.
Ahora que se encuentra en su tramo final, esperemos continúe el impulso transformador hacia una industria 4.0 en la que las tecnologías de la información y comunicaciones y los servicios profesionales e informáticos cobran un papel fundamental.
Para el veredicto final, habrá que ver si las señales incipientes de elevación de la productividad se consolidan, o si se trata solo de un repunte coyuntural. Ante la duda, conviene redoblar los esfuerzos.
*** Mónica Melle Hernández es profesora de Economía de la UCM.