Armada española
¿Está España preparada para afrontar el reto de la defensa europea?
En términos estrictamente políticos, España sigue adoleciendo de enfoque estratégico, con un populismo parlamentario dominado por la polarización ideológica y el cortoplacismo electoral. En el ámbito militar y empresarial, sin embargo. nuestro país parte bien posicionado para contribuir al rearme de la industria europea de la defensa, con firmas como Airbus, Navantia o Indra.
El orden mundial hegemónico tras la II Guerra Mundial se derrumba. La geopolítica parece abocada a verse dominada por una serie de “hombres fuertes”, con ínfulas imperialistas, sin gran apego por la democracia, el multilateralismo o el derecho internacional, que creen no tener límite para abrazar sus objetivos y visión del mundo (Trump, Putin, Xi Jinping, Erdogan, Netanyahu...). Es el retorno a puro fuego de la ley del más fuerte y el reparto a placer del tablero internacional.
El giro de guion de EEUU en su relación con la UE tras la vuelta de Trump al poder, sus amenazas, cada vez más tangibles, de abandonar la OTAN o de renunciar a la defensa de los países europeos frente a las amenazas históricamente compartidas, así como el acercamiento de Washington a Moscú en las negociaciones por la paz en Ucrania así lo evidencian.
Una situación que se agrava por la guerra arancelaria emprendida por el líder norteamericano contra países aliados y enemigos, que pondrá a prueba las costuras del comercio y la economía mundial en los próximos meses.
Este contexto obliga a repensar el paraguas de la seguridad y la defensa europeos. Tras semanas de deliberación, la posición en el último Consejo Europeo fue casi unánime: el apoyo a Ucrania debe continuar y la inversión masiva en defensa debe acelerarse a velocidad de crucero. La Comisión Europea estima en unos 800.000 millones de euros el gasto necesario para el rearme, con el enfoque puesto en la producción propia y la progresiva reducción de las dependencias estratégicas de la todopoderosa industria militar estadounidense.
Los datos a este respecto son bastante reveladores: según el Instituto francés de Relaciones Estratégicas e Internacionales (IRIS), cerca del 80% de las compras realizadas en materia de defensa entre 2022 y 2024 por parte de los países europeos se realizaron a Estados Unidos e Israel.
La Comisión Europea estima en unos 800.000 millones de euros el gasto necesario para el rearme
Asimismo, Rusia destinó en 2024 más de 460.000 millones de dólares a reforzar sus capacidades defensivas, una cifra superior a la de la UE y el Reino Unido conjuntamente, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) y el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).
¿Cuál es la situación y posición de España ante esta coyuntura? Cabe recordar que nuestro país se sitúa a la cola de la OTAN en gasto en defensa, con un ínfimo 1,24% del PIB, sólo por delante de Bélgica y Luxemburgo, y muy por debajo del 2% acordado en el seno de la Alianza Atlántica hace ahora más de una década, bajo la presidencia de Barack Obama.
Un 2% que, a la luz de los nuevos acontecimientos, muchos, entre ellos el nuevo secretario general de la OTAN Mark Rutte, ya tildan de insuficiente. Trump ha llegado a exigir hasta un 5% del PIB en las últimas semanas. Un debate que cobrará aún más entidad en la cumbre de la Alianza prevista en La Haya para junio de 2025.
Ahora bien, España dispone de un ecosistema de cinco grandes compañías contratistas del Ministerio de Defensa (Airbus, Indra, Navantia, General Dynamics-Santa Bárbara e ITP Aero) que, a su vez, trabajan con multitud de proveedores y pymes especializadas en munición, componentes militares, tecnología especial o navegación por satélite, regando una cadena de valor de más de 390 empresas. Un ecosistema con una notable influencia internacional, pues cerca del 80% exportan a más de 70 países, lo que mantiene a nuestro país como el octavo exportador militar con más volumen de negocio del mundo y, por ende, un gran activo a considerar en los planes de rearme de la industria armamentística europea.
Airbus es, además, una de las pocas empresas en el mundo con la capacidad de llevar a cabo el ciclo completo de construcción de aviones militares, desde el diseño hasta el mantenimiento. España también dispone de un amplio abanico de pequeñas empresas de ingeniería punteras (Aertec, CT Ingenieros, Anzen Engineering, entre otras) o de ciberseguridad (Tecnobic, TRC o el destacado papel de Telefónica en este ámbito).
Cabe recordar que nuestro país se sitúa a la cola de la OTAN en gasto en defensa, con un ínfimo 1,24% del PIB
El último Eurobarómetro revela que los españoles son los europeos menos preocupados por la seguridad y defensa, lo que evidencia que una mayoría sigue percibiendo lo ocurrido en Ucrania como una guerra ajena. Lo más inquietante estriba, sin embargo, en la puerilidad, inconsistencia y dogmatismo ideológico ciego que puebla este debate en amplios espectros del arco parlamentario.
Vox, por ejemplo, en su deriva incendiaria y antieuropeísta habitual, alega que “el rearme cede el poder militar a burócratas extranjeros que nadie ha elegido” (algo palmariamente falso, ya que el conjunto del colegio de comisarios europeos es ratificado por el Parlamento Europeo que, a su vez, responde al resultado de las urnas de los comicios europeos del pasado mes de junio).
Podemos y Sumar, por su parte, defienden vehementemente que se trata de una estocada al Estado de bienestar y exigen a Sánchez una enmienda a la totalidad al plan de rearme europeo, obviando, por impopular que resulte, que una parte de ese estado de bienestar se ha financiado hasta ahora mediante la externalización de nuestra seguridad y defensa en EEUU.
En consecuencia, en plena redefinición del orden mundial, la lógica es la inversa. Invertir masivamente en seguridad y defensa no significa necesariamente avivar la escalada bélica, sino enviar un sólido mensaje de disuasión que, junto con la diplomacia y las alianzas estratégicas, nos permita trabajar por la preservación de la paz, nuestros valores y modo de vida y la defensa de la democracia en un mundo crecientemente hostil, volátil e imprevisible.
Todo ello por no hablar de la posición del PP que, en su estrategia de desgaste al Ejecutivo, se ha afanado en evidenciar la soledad del Gobierno exigiéndole que presente su plan de defensa en el Congreso de los Diputados (si lo tiene), un borrador de Presupuestos Generales del Estado y la convocatoria inmediata del debate sobre el estado de la nación.
Ante esta situación, el propio Sánchez no deja de jugar al ajedrez y, en aras de salvaguardar su supervivencia política, ha pedido ahora a la Comisión que aparque el término “rearme” y maneje un léxico más potable y aceptable para la opinión pública (un movimiento de ficha que no conforma a Díaz), al tiempo que reclama acercarse a China para contrarrestar las embestidas comerciales de Trump. Una estrategia, ésta última, nada desdeñable en términos bilaterales, pero con pocos acólitos entre sus homólogos comunitarios.
Así las cosas, mientras en Alemania, con elecciones hace pocas semanas, populares, socialistas y verdes han apoyado ya una reforma constitucional para afrontar el rearme, Spain is different y, como en casi cualquier otro ámbito de relevancia en nuestro país, la división es la tónica dominante y, por ende, la inacción. Es el eterno día de la marmota.
*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.