La generación X, los nacidos entre mediados de los ’60 y finales de los ’70, se encuentra, a medida que pasa la cincuentena y se aproxima o alcanza ya los sesenta años, con un problema cada vez más acuciante: la gran mayoría de las habilidades que desarrollaron a lo largo de su formación y de su vida profesional están convirtiéndose en obsoletas.
El problema se hace todavía mayor considerando que, en muchos casos, esa vida profesional ni siquiera les ha dado para generar unos ahorros suficientes como para plantearse una jubilación cómoda o mínimamente desahogada, sobre todo considerando un incremento cada vez mayor del coste de la vida. La idea de una jubilación basada únicamente en una pensión supone, en muchos casos, una pérdida significativa de calidad de vida que no resulta fácil de aceptar.
En muchos sentidos, además, esa obsolescencia se deriva del desarrollo de tecnologías que tuvieron lugar durante su vida productiva: la inteligencia artificial comenzó su desarrollo hace ya unas cuantas décadas, y los frutos de aquellos desarrollos iniciales son los que ahora permiten que sus trabajos sean o bien cada vez más automatizables, o desarrollados por profesionales más jóvenes con herramientas que escapan a su entendimiento.
Si eres un profesional creativo, la cosa está complicada. Los que antes vivían del arte, la fotografía, la escritura, etc. se encuentran con que, cada vez más, ese tipo de actividades las llevan a cabo profesionales generalmente más jóvenes empuñando herramientas como algoritmos generativos, con resultados que, además, cualquier persona con cierto nivel y experiencia abomina completamente.
Ya no es que no seas capaz de utilizar esas herramientas… es que por puros estándares de calidad personales, te niegas a hacerlo. Si trabajas en publicidad, aparte de ver cómo la industria va diezmando sus filas debido a una creciente automatización, te encuentras con que tu trabajo ahora se hace con personas con cuentas en redes sociales, con unas habilidades que te parecen absurdas e imposibles de entender… pero no porque sean complicadas, sino por lo absurdas que resultan.
Si eres un profesional creativo, la cosa está complicada
Pero si la Generación X tiene problemas de ese tipo, lo que le ocurre a las generaciones más jóvenes como la Z, que está entrando en el mercado de trabajo, es todavía más impresionante: cada vez son más las compañías que no quieren incorporar profesionales de esa edad, porque el tipo de trabajo que realizaban para terminar de formarse es algo que, ahora, ya no es necesario.
En el entorno del trabajo denominado como “de cuello blanco”, un profesional con cierta experiencia y un algoritmo generativo utilizado como asistente deja prácticamente de necesitar la manida figura del “becario”, que por tanto se encuentra con un verdadero problema a la hora de adquirir esas habilidades. Es el llamado “colapso de los juniors”, que hace pensar a muchos en el modelo de “aprendiz” de la Edad Media, en cómo lograr una experiencia relevante que de verdad les sirva para algo.
Acceder a esos trabajos de formación en el puesto de trabajo y adquisición de experiencia se está convirtiendo en algo cada vez más complicado, y peor aún: muchos de los jóvenes de la Generación Z que finalmente consiguen incorporarse a las compañías como profesionales, son puestos de patitas en la calle en cuestión de pocos meses, antes siquiera de consolidar un mínimo aprendizaje o experiencia.
¿Qué está fallando con estos recién graduados? Según sus empleadores, el problema está básicamente en su falta de motivación o iniciativa: el 50% de los líderes encuestados cita esta razón para justificar qué falló con sus nuevas incorporaciones. Además, esos jefes señalaron también la falta de profesionalismo, la desorganización, las actitudes derrotistas y las malas habilidades de comunicación de la Generación Z como razones principales para decir a esos graduados que se buscasen otro empleo.
Según los empleadores, los jóvenes de la Generación Z llegan tarde a trabajar o a reuniones de manera recurrente, no se visten de forma adecuada para el tipo de trabajo que pretenden desempeñar, y no utilizan un lenguaje apropiado para el espacio de trabajo. Según más de la mitad de esos empleadores, los graduados universitarios actuales no están preparados para desarrollarse en el mundo laboral. Y de hecho, más del 20% de ellos afirma no ser capaces de gestionar su carga de trabajo.
Muchos de los jóvenes de la Generación Z que finalmente consiguen incorporarse a las compañías como profesionales, son puestos de patitas en la calle en cuestión de pocos meses, antes siquiera de consolidar un mínimo aprendizaje o experiencia
Por supuesto, las instituciones educativas, o al menos las que se preocupan por sus alumnos —que desgraciadamente no son todas— son conscientes de ese tipo de limitaciones y actitudes, y están intentando trabajar para desarrollar en sus alumnos las habilidades que el mercado demanda.
Pero con una inteligencia artificial en rápido desarrollo y con la llamada AGI, inteligencia artificial general, a la vuelta de la esquina según muchos, esos problemas no van más que a agudizarse, tanto para los más jóvenes de la Generación Z, como para sus mayores de la Generación X.
¿Cómo reaccionar ante una tecnología que amenaza a toda la estructura de la sociedad? Prohibirla o interrumpir su desarrollo, como decían algunos, ya sabemos claramente que no es una opción. ¿Mi opinión? Como bien dijo Marshall McLuhan nada menos que en 1967, “cuando inventamos una nueva tecnología, nos convertimos en caníbales. Nos devoramos vivos, ya que estas tecnologías son meras extensiones de nosotros mismos. El nuevo entorno moldeado por la tecnología eléctrica es caníbal y se come a la gente. Para sobrevivir, hay que estudiar los hábitos de los caníbales.”
O como dijo John Brooks en su libro “Business Adventures”, “no hay protección posible contra la tecnología, excepto mediante la tecnología”.
Así que… Bon appétit!
***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.