El domingo, siguiendo una orden del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, TikTok desapareció de las tiendas de aplicaciones del país. Sin embargo, la aplicación no desapareció de los smartphones de los más de 170 millones de usuarios que la tenían instalada, que podrían haber seguido utilizándola sin ningún problema. 

Podrían, hipotéticamente… pero no pudieron, ¿Por qué no pudieron? Simplemente porque la propia TikTok decidió irse a negro y presentar un mensaje en el que informaban que esa ley había sido aprobada y que eso, desafortunadamente, impedía que los usuarios, por el momento, pudiesen utilizar la aplicación. 

Esa información era radicalmente falsa. Nada, salvo la propia voluntad de TikTok por “montar el numerito”, impedía que los usuarios accediesen a la aplicación que tenían instalada. La pantalla negra con el aviso era pura demagogia, un querer hacerse la víctima y llamar la atención sobre el tema. 

Pero lo que venía después en el texto era todavía más interesante: en el segundo párrafo, la compañía afirmaba que eran afortunados, porque el Presidente Trump había indicado que trabajaría con ellos en una solución para reactivar TikTok en cuanto llegase a la Casa Blanca, y que por favor se mantuviesen atentos a sus pantallas. 

Ese segundo párrafo es una auténtica vergüenza. Sobre todo porque es claramente posible y creo que muy probable que haya sido el propio presidente Trump el que haya solicitado a la compañía que ese párrafo estuviese ahí, en lo que supone un verdadero engaño a la ciudadanía: “vete a negro, deja de funcionar, y un poco después llego yo y me convierto en el héroe que salva TikTok y lo devuelve a sus usuarios”. 

Creo que muy probable que haya sido el propio presidente Trump el que haya solicitado a la compañía que ese párrafo estuviese ahí, en lo que supone un verdadero engaño a la ciudadanía

El final del párrafo, ese “manténganse atentos a su pantalla”, es un indicador claro de ello: han pactado con el presidente que emita una orden ejecutiva nada más llegar al despacho oval en la que concede a TikTok una prórroga de noventa días, y no quieren que sus usuarios, al ver que la aplicación no funciona, opten por eliminarla de sus terminales. Nos vamos a negro, pero poco, que si no, se nos caen los ingresos... 

Así funciona el populismo: generando situaciones falsas en las que el político de turno pueda aparecer como héroe, aunque la totalidad de la situación haya sido inventada. Si TikTok, como afirmó el parlamento norteamericano con la aprobación masiva de demócratas y republicanos, es un peligro para la ciudadanía por permitir, como obviamente hace, que los datos personales de millones de norteamericanos lleguen a un gobierno extranjero considerado enemigo —algo que el Tribunal Supremo ha ratificado posteriormente— conceder a la aplicación una prórroga de noventa días es, simplemente, una irresponsabilidad. 

En realidad, Donald Trump, como populista que es, ha encontrado una forma de retorcer una situación para convertirla en una oportunidad para aparecer como salvador de los más de 170 millones de usuarios de la aplicación, que darán saltos de alegría al ver como el presidente ha salvado la red social de sus amores. Además, ha conseguido, por muy poco, dejar como malo de la película a Joe Biden, algo fundamental que aparece en el manual del perfecto populista: no solo tienes que quedar como héroe, sino que, además, tienes que dejar a tu oponente como villano. 

En el universo maniqueo del populismo solo existen los buenos y los malos, no hay medias tintas. O conmigo, o contra mí. O el idiota que permitió que TikTok terminase yéndose a negro y sus usuarios no pudiesen utilizarla, o el genio que, en un acto valiente, arregla la situación otorgándole una prórroga. 

Da igual de qué estemos hablando, La administración anterior puede pasarse meses manteniendo conversaciones para conseguir una tregua en Palestina, que cuando ya está a punto de firmarse, Donald Trump manda enviados allí para asegurarse de que va a ser capaz de atribuirse el mérito, y poder decir eso de “empecé a ganar batallas ya antes de llegar a la Casa Blanca”. 

Donald Trump, como populista que es, ha encontrado una forma de retorcer una situación para convertirla en una oportunidad para aparecer como salvador de los más de 170 millones de usuarios de la aplicación

Durante los próximos cuatro años, nos vamos a hartar de ver este tipo de situaciones, destinadas no a obtener la mejor política ni los mejores resultados, sino pura y simplemente a dar espectáculo, a hacer eso que llaman “controlar la narrativa”. El populismo es el absoluto cáncer de la democracia, y se apoya no solo en los políticos que lo llevan a cabo, sino también en una población suficientemente adocenada e ignorante como para no reconocer sus maniobras y aplaudirlas a rabiar.

Una red social considerada peligrosa para la ciudadanía y para la seguridad nacional por el Parlamento y el Tribunal Supremo es prohibida, pero sus dueños pactan con el presidente entrante una pantomima en la que se van teatralmente a negro, provocan que sus usuarios se echen las manos a la cabeza y entren en pánico, para que inmediatamente llegue ese presidente entrante y lo arregle, mientras todos los usuarios se dedican a hacerle la ola enfervorecidos.

Simplemente, una vergüenza. Una forma patética de hacer política, de engañar a los ciudadanos y de hacerse el héroe cuando, en la práctica, no has hecho absolutamente nada. A Donald Trump le dan exactamente igual los datos de sus ciudadanos, la seguridad nacional y la voluntad del Parlamento o del Tribunal Supremo: todo eso se lo pasa exactamente por el forro de sus caprichos. Lo único que le importa es el aplauso, el gesto y la narrativa, y los ha conseguido.

¿Por qué los ha conseguido? Muy sencillo: porque ninguno o muy pocos de esos ciudadanos han entendido que, en realidad, Donald Trump es un simple payaso, que no ha hecho nada meritorio, y que simplemente ha generado la propia situación que después ha solucionado de manera supuestamente “heroica”. Y así se reescribe la historia y se redefine la democracia: de ciudadanos que deciden, a ciudadanos ignorantes a los que se engaña y manipula hasta el límite. Simplemente, patético.

***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.