El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, tras una rueda de prensa.

El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, tras una rueda de prensa. Evelyn Hockstein Reuters

OPINIÓN MERCADOS BLUE MONDAYS

Ganadores y perdedores de 2022 (II)

19 diciembre, 2022 03:07

Esta semana toca hablar de los bancos centrales, no tanto por los acontecimientos de la pasada semana sino con la conveniente retrospectiva de lo acontecido a lo largo de todo el año. ¿Por qué los bancos centrales suspenden en 2022?

Digamos que su cometido fundamental a lo largo de todo el año ha sido modular las expectativas de tipos de interés más que luchar de forma efectiva contra la inflación. Esto es muy importante. Sabemos por el excelente barómetro que son los mercados que el deseo generalizado es no tener el precio del dinero en niveles demasiado altos. El motivo es que en un mundo excesivamente apalancado se prefiere vivir con una inflación mayor en relación con unos elevados costes financieros.

Siempre he defendido que tener los tipos en negativo, especialmente los nominales, es una aberración financiera. Entre muchos motivos porque el riesgo de inflación es algo que los bancos centrales han menospreciado reiteradamente los últimos doce años.

Tener los tipos en negativo, especialmente los nominales, es una aberración financiera

Por eso, cuando les explotó la burbuja allá por el verano de 2021, los instigadores de políticas extremadamente laxas se han visto sometidos a una enorme presión, últimamente más mediática que económica, algo que les crea un sesgo que no pasa desapercibido.

Bajo mi punto de vista, si el objetivo de verdad hubiera sido evitar niveles de IPC creciendo a doble dígito y un empobrecimiento generalizado de la población -trabajadores, pensionistas, perceptores de subsidios, familias en general- los tipos tendrían que haber subido de forma más contundente de como lo han hecho.

Los presidentes del Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), Christine Lagarde y Jerome Powell, respectivamente, pueden argumentar que los riesgos han estado en la posibilidad de desestabilizar las economías con una velocidad inusitada. Pero es que la situación ha sido tan crítica que justo eso es lo que se requería; una actuación tan rápida como firme.

¿Cómo ha sido el curso de sus decisiones? Empezar con algo de tibieza. Dar paso a un discurso más agresivo. Y desde ahí, recular con el mensaje para acabar dando una imagen comprometida, pero sin la contundencia deseable. Lo curioso ha sido la forma en la que se ha puesto en precio la dirección de su política.

Aquí puntualizo que una de las funciones más relevantes del mercado es precisamente descontar expectativas, como demuestra el hecho de que en doce meses se estima que la Fed bajará tipos. No está tan clara la decisión futura del BCE, pero intuitivamente se puede apostar sin mucho temor a error que el diferencial no se va a acortar en exceso.

Los miembros de los respectivos comités, por supuesto hablo siempre de los dos bancos centrales más representativos, se han dedicado todo el año a telegrafiar qué iban a hacer. Los halcones más agresivos han ido modulando su mensaje con comparecencias que han llegado a ser abusivas para mi gusto. Todo para evitar caer en el mismo error de 2021, cuando se negó una burbuja mientras se insistía en hacer crecer ilimitadamente el crédito en la economía.

Los miembros de los respectivos comités han dedicado todo el año a telegrafiar qué iban a hacer

El suspenso es doble, por el timing de la política monetaria pero también por la política de comunicación. Tengo que reconocer que no me gustan nada sus continuadas comparecencias en medios donde parecen ir justificando sus decisiones. Es una práctica que además de distraer confunde.

Y, por si fuera poco, siempre van rodeadas de un perverso halo de misterio que les hace sonar falsos, pero esto es una valoración personal. Lo que es indudable es que han fallado sistemáticamente. Especialmente Lagarde, quien me sigue pareciendo una burócrata con una imagen vinculada más a la de un político que a la función económica propia de su cargo.

Cuando la inflación ha superado el 8% se tarda entre 6 y 20 años en bajar hasta el 3%

Termina el año y no somos pocos los que nos encontramos perdidos. Sobre todo, los que seguimos siendo escépticos con el papel que juegan los bancos centrales. Es complicado encontrar el nivel justo de unos tipos de interés equilibrados para el funcionamiento de una economía, que permitan una tasa estable de desempleo y un nivel pausado de precios.

¿Vamos a ver fuerte caída de la inflación en 2023? Honestamente no lo pienso. Son muchas las señales que me hacen ver que no va a suceder, en especial si tenemos en cuenta que cuando la inflación ha superado el 8% se tarda entre 6 y 20 años en bajar hasta el 3%. No en vano, el mercado estima que será como pronto en 2025 cuando la inflación llegue al objetivo del 2%. Si los objetivos están muy lejos de alcanzarse, en mi opinión, el suspenso es merecido.

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