Una persona sujeta un cartel de protesta durante una manifestación contra el modelo turístico en Gran Canaria.

Una persona sujeta un cartel de protesta durante una manifestación contra el modelo turístico en Gran Canaria. EP

La tribuna

El retorno de la ley de hierro de los salarios

26 abril, 2024 02:14

Las dos Españas existen: son el País Vasco y Canarias; entre ellas, algo más cerca de la una o de la otra, quedamos todos los demás. Estos días, esas dos Españas se han asomado a las portadas de la prensa nacional e incluso de la internacional. Una, la rica, porque se ha manifestado en las urnas; otra, la pobre, porque se ha manifestado en las calles. Por lo demás, el que la Península Ibérica oriente su destino a convertirse en un territorio homologable al de la Europa desarrollada, por un lado, o que termine deviniendo en algo así como el tercer mundo del primer mundo, por el otro, dependerá de cuál de los modelos opuestos que encarnan esas dos España se imponga. 

Empatada con Extremadura y Andalucía, Canarias lidera hoy la tasa de desempleo en el país con mayor tasa de desempleo de la OCDE, España por más señas, con un 16% de ociosos involuntarios; en sus antípodas, el 6% de paro que presenta el País Vasco supone el menor porcentaje, y con diferencia, entre las 17 comunidades autónomas. Un liderazgo en los niveles de desempleo, ese de Canarias, compatible con la desconcertante paradoja de que también Canarias encabece la lista de las regiones españolas que más puestos de trabajo crean anualmente. 

Así, el Archipiélago cerró el pasado mes de febrero con 35.493 cotizantes más a la Seguridad Social que el año pasado. Lo cual no supone óbice alguno, sino más bien justo lo contrario, para que las siete islas sigan, año tras año, incrementando sus cifras absolutas de demandantes de empleo. Sin ir más lejos, en 2023 su número de desempleados pasó de 179.200 a 196.400, un incremento de 17.200 personas. Porque en Canarias, al igual que sucede desde hace tiempo en Baleares y en otros territorios volcados en el monocultivo turístico, el incremento del empleo local no es sinónimo de disminución del paro, sino de aumentos de la población activa procedente de la inmigración. 

Y de ahí el absurdo lógico de que más puestos de trabajo nuevos impliquen como consecuencia directa e inmediata más desempleo. Un absurdo lógico que solo la demografía resulta capaz de explicar. Canarias ha sufrido, que no otro sería el verbo adecuado, un incremento de su población superior al 30% en lo que llevamos del siglo XXI, habiéndo incrementado en más de medio millón el censo de habitantes permanentes desde el cambio de centuria. Durante idéntico periodo temporal, el País Vasco apenas ha visto modificado su cifra de residentes en 80.000 personas, solo un 3,76% en veintitrés años; o sea, un incremento ocho veces menor que el canario. 

Pero si se toma como referencia el año 1990, puede observarse que el padrón isleño ha subido un espectacular 52%, frente al escaso 2,9% del vasco. Huelga decir que de ese gran estirón demográfico, 530.000 almas, el crecimiento vegetativo de los autóctonos representa una porción menor, solo 70.000 efectivos; el resto del contingente -la gran mayoría- procede de fuera de Canarias, resultando oriundo del extranjero de modo muy predominante. Y llegados al capítulo de los salarios medios, la asimetría extrema entre las dos Españas se vuelve a reproducir: los sueldos que se pagan en el País Vasco encabezan el ranking nacional (2.545 euros brutos), mientras que los de Canarias se sitúan en el penúltimo lugar ( 1.845 euros brutos), solo por delante de los de Extremadura. 

En Canarias el incremento del empleo local no es sinónimo de disminución del paro, sino de aumentos de la población activa procedente de la inmigración 

Por lo demás, como ya se ha apuntado, poco importa que crezca la economía si las cifras referidas a la población lo hacen a un ritmo mucho más rápido. Y de ahí que la situación relativa de Canarias resulte ahora mismo significativamente peor que hace un cuarto de siglo. De hecho, hacia 1999, el Archipiélago casi había logrado equiparar su renta per cápita al promedio español. Pero los últimos cuatro lustros han supuesto un retroceso constante en ese terreno. Al punto de que la Comisión Europea ya prevé autorizar en este 2024 las ayudas especiales que se reservan para los territorios más pobres y subdesarrollados de la Unión, prácticamente todos ubicados en los antiguos países comunistas del Este. Y ello ante la previsión oficial de que la renta per cápita de Canarias caiga hasta niveles del 65% de la media europea. Un perfecto desastre.

Al tiempo, la correspondiente al País Vasco se sitúa, junto a las de Madrid y Navarra, por encima del promedio europeo; en concreto, la de los vascos es un 9% más alta. Una nación, dos mundos. La suprema paradoja del siglo XXI, si bien únicamente observable en el hemisferio occidental del planeta, es que el capitalismo posmoderno ha vuelto a adoptar rasgos estructurales que recuerdan mucho más al primero, aquel arcaico y primitivo de los orígenes -el de los siglos XVIII y XIX-, que al que caracrerizó la mejor época histórica del desarrollo humano -la segunda parte de la centuria del XX-, con sus avances espectaculares en equidad y justicia distributiva, a su vez compatibles con elevadas tasas de crecimiento mantenidas en el tiempo. 

Un retroceso colectivo al que no resulta ajeno, sino lo contrario, el fenómeno de las migraciones masivas de mano de obra poco cualificada desde los países subdesarrollados hacia Europa y Estados Unidos. Cualquier economista de la Escuela Clásica, ya fuese Malthus, Marx, Ricardo, Stuart Mill u otro, nos habría explicado el actual viaje a ninguna parte de la economía canaria con solo tres palabras: Ley de Hierro de los Salarios. Porque el genuino problema de Canarias, ese mismo que no tienen (de momento) en el País Vasco, no reside ni en el famoso modelo productivo ni tampoco en el manido modelo turístico, sino en el “modelo” migratorio. Justo lo que nadie lo quiere ver.

*** José García Domínguez es economista.

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