La caída de la FTX de Sam Bankman-Fried de la pasada semana ha vuelto a provocar, como anteriormente la de Mt. Gox en 2011 o la más reciente de Terraform Labs, caídas en el valor de las criptomonedas y comentarios sobre el riesgo que conlleva dedicarse a apostar por la reinvención del dinero. 

¿Cuál es el futuro de algo tan aparentemente intangible, escasamente regulado y arriesgado como las criptomonedas? Si alguien le dice que lo sabe, miente. En realidad, las criptomonedas son un intento de redefinir el concepto de dinero, con todas las dificultades y resistencias que ello conlleva, para llevarlo a la era digital: reinventar el dinero para que deje de depender de lo que quieran hacer los gobiernos y los bancos centrales, y dependa únicamente de un algoritmo. 

La idea, en principio, parece muy buena: que el concepto de dinero tal y como lo conocemos tiene un funcionamiento más bien arbitrario es algo evidente. ¿Por qué tenemos que aceptar que un gobierno, sea el que sea, pueda emitir la cantidad de moneda que estime oportuna? Y, ¿por qué tenemos que aceptar que la inflación, que destruye el valor del dinero que hemos obtenido anteriormente, es un fenómeno natural? 

O peor… ¿por qué algunos gobiernos pueden emitir prácticamente el dinero que les dé la real gana, como los Estados Unidos durante la pandemia, mientras otros no pueden hacerlo sin arriesgarse a una caída enorme de su valor? Expresado de manera cruda, si en el dólar pone "in God we trust", "confiamos en Dios"… ¿qué hacemos fiándonos de un Dios para una cosa así? ¿No será mejor, y sobre todo, más previsible, fiarse simplemente de las matemáticas, y que sean ellas, y no un Dios o el gobierno de turno, las que controlan algo como eso? 

"Las criptomonedas son, sin ninguna duda, el dinero del futuro"

Las criptomonedas son, sin ninguna duda, el dinero del futuro. Cuando una tecnología ofrece lo que ofrece esta, lo único que podemos esperar es que su proceso de adopción tenga lugar más rápido o más despacio, pero no podemos evitar que ocurra. En el futuro no muy lejano, las personas confiarán en las criptomonedas más que en la moneda emitida por su gobierno, por la simple razón de que retiramos de la ecuación los factores políticos o arbitrarios. ¿Cuánto vale una criptomoneda? Simplemente depende del número de personas que confíen en su uso. 

¿Qué debemos pensar, por tanto, al ver las variaciones del gráfico de cotización del bitcoin o del ether frente al euro o el dólar? ¿Un fenómeno especulativo? Obviamente, habrá especuladores, porque los hay siempre en todas las situaciones, y hasta habrá chalados que se endeuden para comprar activos con un riesgo intrínseco obviamente elevado, porque su valor depende de su proceso de adopción.

Habrá incluso irresponsables que construyen castillos de naipes y destruyen valor para muchos incautos, pero en el fondo, lo que estamos viviendo es un proceso de descubrimiento del valor de un activo,

Ni más, ni menos. Cuando tengamos más o menos claro cuántas personas confían en las criptomonedas para su uso habitual, empezaremos a ponerle un precio, correspondiente al total del volumen de transacciones que vayamos a efectuar con ellas. Por el momento, solo estamos explorando y tratando de ver cuánta gente entiende el concepto y la propuesta de valor. 

Dado que crear una criptomoneda es relativamente sencillo, ¿cuáles persistirán en el tiempo? El caso de bitcoin, pionera que lleva tiempo funcionando, que ha emitido ya más del 90% de la cantidad total que se va a emitir y que cuenta con numerosos adeptos, es interesante.

Se trata de una moneda prácticamente fosilizada, con sus reglas escritas poco menos que en piedra por ese desconocido Satoshi Nakamoto, y que prácticamente no cambian, porque obtener consenso para cambiarlas en ausencia de un líder visible es sumamente difícil. Ojo: los fanáticos de bitcoin afirman que esa inflexibilidad y ausencia de cambios es precisamente un valor fundamental del bitcoin. 

Frente a bitcoin, ethereum: un desarrollo liderado por Vitalik Buterin pero con participación de muchísimas más personas, todo en código abierto, y con reglas que evolucionan para adaptarse a la situación. ¿Que su uso gasta demasiada energía y emite mucho dióxido de carbono? Lo cambiamos sobre la marcha, y conseguimos que sea muchísimo más sencillo y económico.

¿Que hace falta alguna herramienta para que los exchanges puedan demostrar que son solventes y tienen reservas? La proponemos, la desarrollamos, y ya está. Una perspectiva dinámica, liderada por algunas de las mentes más brillantes de nuestro tiempo, que evoluciona, cambia cuando tiene que cambiar, y proporciona soluciones a los problemas. 

¿El resto? Muchas, muchísimas, con todo tipo de propuestas, algunas interesantes, otras de chiste, y todas ellas con un problema: su uso es por lo general muy minoritario, y por tanto, será difícil que lleguen a superar la prueba del tiempo. 

"Lo más interesante de poner algo de dinero, aunque sean veinte tristes euros, en criptomonedas"

¿Debemos invertir en criptomonedas? En este momento, lo más interesante de poner algo de dinero, aunque sean veinte tristes euros, en criptomonedas, es enterarse de cómo funcionan.

Comprarlas en un exchange conocido, como Coinbase o Binance, pasarlas a un wallet para entender cómo se usa y qué cuidados tenemos que tener con él, y entrar en la dinámica de la cadena de bloques, que va a estar pronto en todas partes.

La llamada Web3 funcionará con casi total seguridad incorporando la cadena de bloques a prácticamente todos los procesos, lo que hará que quienes cuenten con cierta idea sobre su funcionamiento tengan, en principio, cierta ventaja. Entender que "si no tienes tu clave, no son tus monedas", y que por eso es mejor, aunque suene más arriesgado, custodiar tú tus propias monedas de forma descentralizada en tu wallet que dejarlas en un sitio centralizado que puede ser vulnerable a cualquier evento o irresponsabilidad de un tercero. 

Que los árboles y las caídas de servicios centralizados no nos tapen el bosque. El futuro está lleno de cadenas de bloques por todas partes aplicadas a todo, y cuanto antes lo entendamos, mejor para todos. Calculemos los riesgos y seamos precavidos, pero juguemos, porque jugando es como se aprende. Y de que aprendamos depende, en muchos sentidos, nuestro futuro.