El primer ministro italiano, Mario Draghi.

El primer ministro italiano, Mario Draghi. Ettore Ferrari / LaPresse

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La dimisión de Draghi, síntoma de algo más peligroso

19 julio, 2022 03:18

Normalmente, la dimisión de un primer ministro italiano no es una gran noticia. Es algo que ocurre cada X meses o X años y es parte del funcionamiento normal de la política italiana. Pero esta vez podríamos estar ante la excepción que confirma la regla.

La clave está en el motivo por el cual el líder del Movimiento Cinco Estrellas ha decidido retirarle su apoyo. Tras criticar como insuficientes las medidas para compensar el alza de la inflación, su líder (Conte) declaró que no quiere ser responsable de ese momento en el que “las familias italianas tendrán que decidir entre poner la calefacción o comer”.

La traducción sería que no quiere compartir el coste electoral de lo que puede ocurrir si Rusia corta el gas.

Las sanciones, que los líderes europeos esperaban que servirían para detener la invasión rusa, están teniendo resultados muy diferentes a lo esperado. Cada vez está más claro que no funcionan, o que en todo caso “funcionan” en Europa, donde la inflación está disparada, el euro por los suelos y la recesión a la vuelta de la esquina.

Mientras tanto, el impacto en Rusia está siendo mucho menor de lo esperado, probablemente porque Putin lleva años preparando esta invasión y, por lo tanto, se había preparado para las sanciones. Seguramente las visitas previas de alto nivel a China explican por qué el petróleo ruso -y otras materias primas- siguen vendiéndose sin problemas, ya sea en China, India u otros países que no aplican sanciones.

Pero mucho me temo que aquí no acaba la cosa. Hasta ahora hemos asistido al efecto rebote de las sanciones en la economía, pero no en la política. Y el problema es que el efecto político no es solo político, es que potencia el daño económico.

Hasta ahora hemos asistido al efecto rebote de las sanciones en la economía, pero no en la política

La opinión general es que la caída de Boris Johnson, la dimisión de Draghi, la pérdida de mayoría absoluta legislativa de Macron –y el avance de los dos extremos del arco político, Le Pen y Melenchon– o la derrota del partido socialista español en Andalucía, nada tiene que ver con el efecto rebote de las sanciones. Que son hechos aislados, vaya.

Pues aunque sea políticamente incorrecto decirlo, yo discrepo. Y que no solo tienen que ver y mucho, sino que avisan de un problema aún mayor que puede llegar: el momento en el que el efecto rebote de las sanciones afecte a la política, que generará un círculo vicioso de consecuencias muy graves.

En mi opinión, detrás de todas estas derrotas hay un elemento común: el alza del coste de la vida (“It´s the economy, stupid”). No estamos ante cuestiones ideológicas o técnicas que la mayoría del pueblo llano ni entiende ni le importan.

Ya en el Imperio romano, las grandes revueltas sociales tenían lugar como consecuencia del incremento del precio del pan. Ahora el pan es la gasolina, la factura de la luz y la cesta de la compra. Han cambiado los componentes, pero la situación es la misma: la carestía de la vida lleva a revoluciones, que en el caso de las democracias avanzadas toman la forma de crisis políticas y sociales.

La carestía de la vida lleva a revoluciones, que en el caso de las democracias avanzadas toman la forma de crisis políticas y sociales

Ciertamente las democracias europeas pueden aguantar crisis políticas, pero un entorno así perjudica enormemente su desarrollo económico. Pudiendo montar una fábrica en Estados Unidos, en Asia o incluso en el Reino Unido ¿porqué hacerlo en Europa, dónde la seguridad jurídica se puede ver amenazada por medidas populistas dirigidas a aplacar el descontento de la población?

Y si no se aplican esas medidas, la respuesta serán manifestaciones y huelgas. En el círculo vicioso al que hago referencia todos los escenarios son malos para empresarios e inversores.

Pero no acaba ahí la cosa. La respuesta de Putin a las sanciones es ir cortando poco a poco el gas a Europa, pero ¿y si lo corta del todo? ¿Qué sentido tiene montar una fábrica en un continente donde pueden pasar años hasta que se aseguren fuentes de energía a precios razonables?

¿Y qué sentido tiene invertir cuando la perspectiva de crecimiento económico se transforma no ya en recesión, sino directamente en depresión? (recesión larga y profunda). ¿O piensan que si al cierre unilateral europeo de la compra de petróleo y carbón ruso se une la decisión rusa de cortar el gas no vamos a caer en una depresión económica por falta de energía? Si lo piensan les admiro por su optimismo.

Y ya sé que no es políticamente correcto pensar en las empresas y en los empresarios, por eso todo el mundo habla de la bajada del consumo, pero el consumo tiene la ventaja de que, si las cosas mejoran, se recupera relativamente rápido. Por el contrario, la recuperación de la inversión es mucho más lenta y complicada.

Y si no hay inversión empresarial, tampoco se recupera el empleo. La solución de convertir en funcionarios a todos los ciudadanos, la preferida por muchos políticos europeos es, en la práctica, inviable.

Putin no va a permitir que Europa llene sus depósitos de cara al invierno

El consenso opina que el daño provocado por el efecto rebote de las sanciones ya ha producido todo su efecto. Los más políticamente correctos lo niegan directamente. Yo me atrevo a discrepar: si no se pone fin rápidamente a esta situación, lo peor está por llegar.

Putin no va a permitir que Europa llene sus depósitos de cara al invierno. Perdería su mayor elemento de presión. Y a más tiempo que pasa, más acumula reservas monetarias para cerrar el grifo, en la medida en que aumentan las vías alternativas por las que vende la producción que no vende directamente Europa, sea petróleo, materias primas o gas.

Y ganando dinero, ya que el petróleo ruso es muy barato de extraer y produce beneficios en cuanto se vende por encima de los 20 dólares por barril. Un petróleo -y gas y materias primas- que todos aquellos que no participan en el régimen de sanciones están encantados de comprar barato.

Y, aunque sea inconfesable, encantados de revenderlo más caro y bajo cuerda en los mercados internacionales. Vean si no por ejemplo los datos de transporte marítimo de petróleo a nivel mundial y verán que no ha disminuido.

Como diría Galileo ante los políticamente correctos de su época “aún así, se mueve”. La ventaja es que ahora, en lugar de quemarte en la hoguera pública por avisar de estas cosas, te bloquean en Twitter, que es mucho menos doloroso.

***Víctor Alvargonzález es socio fundador de la empresa de asesoramiento financiero independiente Nextep Finance.

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