Una vez más, Elon Musk, esa especie de troll que disfruta con su influencia en Twitter y que resulta ser nada menos que el hombre más rico del mundo, ha vuelto a liarla parda: el pasado día 8, saltó a los medios a través de una nota de la Securities and Exchange Commission (SEC) norteamericana que una de sus compañías, Tesla, había tomado la decisión de adquirir 1,500 millones de dólares en bitcoins, con el fin de disponer de más flexibilidad para diversificar y maximizar los rendimientos de sus reservas de efectivo. 

¿Cuál es el efecto combinado de una compra de 1,500 millones de dólares en bitcoins, mientras Elon Musk se dedica a ensalzar la criptomoneda en su cuenta de Twitter? Lógicamente, el esperado: la volátil cotización del bitcoin pasó de aproximadamente 38,000 dólares, a rozar los 50,000. Para Musk y para Tesla, una jugada maestra que debería pasar a la antología del trolling: el hombre que fue sancionado por la SEC por alterar artificialmente la cotización de las acciones de Tesla, ahora lleva a cabo una maniobra que la SEC tiene complicado sancionar, pero que hace que su compañía gane más dinero en un día comprando bitcoins que en todo el trimestre anterior vendiendo automóviles. 

El hombre que fue sancionado por la SEC por alterar artificialmente la cotización de Tesla, ahora lleva a cabo una maniobra que es complicado sancionar

Pero por otro lado, Musk también consigue otro interesantísimo efecto: que miles de directivos de compañías y millones de inversores normalicen el tema y se planteen si vale la pena invertir en bitcoin, una criptomoneda que lleva funcionando desde el año 2009 y postulándose como la base de la próxima economía electrónica, pero que muchos aún ven demasiado arriesgada como para invertir parte de la tesorería de una compañía o de sus ahorros personales. 

¿Es bitcoin una burbuja? En primer lugar, pretender que algo que lleva funcionando ya más de 12 años sea una burbuja suena ya bastante peregrino: desde sus inicios, la evolución de bitcoin está siguiendo el patrón esperado.

Se siguen produciendo bitcoins - aunque ya nos acercamos al 90% de los que serán producidos hasta llegar a los veintiún millones, el número previsto en el algoritmo - y su valor sigue creciendo. Debido a esa fase de crecimiento en su uso, que se produce de manera bastante volátil, el bitcoin no funciona aún como moneda transaccional, porque pocos se atreven a pagar hoy algo en bitcoin para encontrarse, dentro de poco tiempo, con que han pagado una cifra elevadísima por ello. En su lugar, funciona principalmente como reserva de valor, precisamente el uso que Musk ha planteado para la tesorería de su compañía. 

Por otro lado, las previsiones para el bitcoin son impresionantes: algunos esperan que la criptomoneda alcance los 100.000 dólares durante el año 2021 y que pueda llegar al medio millón de dólares en el futuro, a medida que su valor vaya estabilizándose en función de la mecánica de su algoritmo.

Pretender que algo que lleva funcionando ya más de 12 años sea una burbuja suena ya bastante peregrino

A partir de ahí, dispondremos, en efecto, de todo un sistema monetario a escala mundial cuyo valor no dependerá de ningún actor en concreto, de ningún gobierno ni de ninguna influencia artificial, más que de la matemática. ¿Gasta mucha electricidad? ¿Comparado con qué? ¿Cuántos recursos consume el actual sistema monetario? 

En la práctica, el bitcoin se parece mucho a la evolución de una 'startup': los que entran en el proyecto al principio asumen un nivel de riesgo muy importante, pero pueden obtener ganancias muy elevadas.

A medida que el proyecto va probando su valor con la adopción y la experiencia, los siguientes inversores adquieren menos participación con su dinero, asumen menos riesgo, pero sus posibilidades de obtener multiplicadores muy elevados por su inversión también van disminuyendo.

Finalmente, cuando la compañía sale a bolsa, cualquier inversor puede entrar, pero generalmente la bolsa habrá estimado su valor en torno a una cifra determinada, el riesgo será mucho menor, y las ganancias también serán más moderadas.

Con el bitcoin está ocurriendo algo similar: quienes confiaron en el proyecto cuando era poco más que un paper académico, hoy son en muchos casos los llamados bitcoin whales, que atesoran grandes cantidades en bitcoins y podrían convertirse en los multimillonarios del futuro.

A medida que bitcoin va probando su funcionamiento y su adopción masiva, más personas deciden adquirir bitcoins porque van percibiendo un riesgo cada vez más bajo, lo que influye en su valor. Pero con esa disminución del riesgo, disminuye también la posibilidad de obtener una plusvalía relevante. 

¿Tiene sentido invertir en bitcoins? Depende. Plantear que el bitcoin es una burbuja cuando lleva ya funcionando según lo previsto desde el año 2009 es un poco absurdo y ultraconservador, casi como aquellos que pretendían que internet también era una burbuja.

Que bitcoin es el futuro es algo que podemos dar como seguro. Pero su cotización inestable y dependiente de las medidas que los distintos gobiernos del mundo puedan ir tomando para intentar ponerlo bajo control - infructuosamente, porque su condición de descentralizado hace que sea imposible controlarlo o limitarlo - hacen que, en realidad, quien tienda a invertir en bitcoin sea quien pueda hacerlo únicamente con dinero que pueda arriesgar y del que pueda plantearse prescindir cierto tiempo, algo que, en la actual coyuntura, queda fuera del alcance de muchos. 

Lo que sí parece claro es que el 2021 parece estar siendo, finalmente, el año del bitcoin. Entre otras cosas, porque el hombre más rico del mundo, Elon Musk, se ha encargado de que lo sea. A partir de aquí, que cada uno se lo plantee como quiera.