'La rendición de Bailén' 1864

'La rendición de Bailén' 1864 José Casado del Alisal Museo del Prado

Historia

La isla española que esconde miles de cadáveres del ejército de Napoleón Bonaparte

Unos 9.000 prisioneros franceses fueron enviados a la isla de Cabrera tras claudicar en la batalla de Bailén. Sin apenas agua y comida, la isla se convirtió en un cementerio.

26 octubre, 2023 01:59

El general Dupont y su sediento ejército se rindieron ante el general Castaños el 22 de julio de 1808 en la inesperada victoria española de Bailén. Una de las condiciones pactadas fue la repatriación del ejército cautivo, condición que solo se cumplió con el derrotado general y su séquito de 180 oficiales. La fortuna que sufrieron el resto de sus hombres fue dispar. 

En un primer momento, los miles de capturados fueron conducidos a Cádiz, aunque la Junta Central decidió dispersarlos ante el avance de Napoleón hacia el sur y la gran tensión que generaba tener a todo un ejército preso en retaguardia. Los que más suerte tuvieron fueron enviados a Inglaterra y Canarias, donde alguno incluso se mezcló con la población local. Sin embargo, unos 9.000 fueron enviados a las Baleares.

Los oficiales y suboficiales fueron encarcelados en Bellver y otras prisiones mallorquinas, mientras que los don nadie —soldados rasos, cantineros y demás— fueron enviados a un sepulcro a cielo abierto en la árida y deshabitada isla de Cabrera. No había donde refugiarse ni dónde huir, aunque alguno lo consiguió. Al final de la Guerra de la Independencia solo fueron repatriados unos 3.700 supervivientes

Puerto de Cabrera en la actualidad

Puerto de Cabrera en la actualidad Wikimedia Commons

El soldado alemán Johann Christian Mämpel tenía 16 años cuando fue reclutado en Sajonia por el ejército francés. Acababa de quedar huérfano y necesitaba comida. En aquel momento Napoleón Bonaparte guerreaba en media Europa y, para disgusto del joven, fue desplegado en España en 1808. Después de varios combates y escaramuzas cambió de bando y luchó junto a los ingleses. En 1816 se asentó en la Alemania de Weimar y se dedicó a escribir sobre sus vivencias.

En su obra Un joven soldado al servicio francés e inglés durante la guerra Peninsular de 1806-1816, prologada y elogiada por Goethe, destaca con gran dramatismo su historia y la de otros humildes veteranos. Uno de ellos es el soldado Philipp Schwein. Este formaba parte del ejército del general Dupont que fue derrotado en Andalucía. "Nos llevaron a un viejo cuartel, en cuyos muros vacíos se perdían nuestros suspiros sin llegar al oído de algún ser compasivo", relata en primera persona Mämpel, dando voz a su compatriota. Poco después, quedaron huérfanos de mando y fueron abandonados en Cabrera en 1809, no sin antes ser obligados a trabajar casi como esclavos en la construcción de baterías artilladas en Mallorca.

Arqueólogo francés investigando en las cuevas de Cabrera en 2022

Arqueólogo francés investigando en las cuevas de Cabrera en 2022 AASCAR

Locos y afortunados

"Nos echaron a tierra igual que un rebaño de cabras u ovejas", prosigue su desgarrador relato. Allí, los presos comenzaron a construir diminutos refugios con la magra vegetación isleña. Los suministros llegaban cada cuatro días y nunca eran suficientes. Un temporal azotó las Baleares impidiendo la llegada de su escaso socorro durante una semana en la que cundió la desesperación. Las siguientes remesas de presos fueron recibidos por el horror.

El hambre y las enfermedades mataron a cientos. En su desesperación, algunos comieron hierba y tierra para calmar el punzante y terrible dolor de sus entrañas vacías. Su situación fue tan desesperada que se conoce incluso algún caso de canibalismo. En 1812 fue fusilado por los guardias un anónimo preso polaco que, delirante y embrutecido, machacó la cabeza de un joven granadero francés, escondió su cadáver en una cueva y se alimentó con su carne durante tres días hasta ser descubierto.

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El caso escandalizó a varios vecinos baleares, publicándose en la prensa un incendiario artículo que denunciaba el inhumano trato que se dispensaba a los prisioneros de Cabrera. Las autoridades de Palma, ruborizadas por el bochornoso y primitivo suceso, mejoraron el suministro, que siguió siendo escaso. El hambre asolaba al país en guerra y los prisioneros eran los últimos de la lista.

A los extranjeros se les ofreció en varias ocasiones engrosar las filas de los regimientos españoles, y varios centenares aceptaron. A los franceses solo les podía consolar la llegada de la paz o soñar con la huida. Dos soldados galos no se contentaron con fantasear y se lanzaron al mar subidos a las maderas de un naufragio. Contra todo pronóstico llegaron a Barcelona y parece que no fueron devueltos a Cabrera.

Episodio de la batalla de Bailén. Un cuadro de Ricardo Balaca y Orejas

Episodio de la batalla de Bailén. Un cuadro de Ricardo Balaca y Orejas Museo del Prado

La colonia penal logró prosperar y crear clases sociales. Los que no sucumbieron al hambre ni a la locura buscaron ganarse la vida lo mejor que pudieron trapicheando con los guardias o con contrabandistas. "Cada uno mostró la habilidad de sus manos, haciendo una u otra cosa. Varios habitantes de Palma que se habían enterado venían y compraban y así secundaron nuestro esfuerzo", señala Mälmo en su relato sobre el soldado Schwein. Otros abandonaron toda razón y se diseminaron por la isla, completamente desquiciados y más muertos que vivos.

Los más prósperos consiguieron un puñado de semillas, arrancando a la dura roca algunos cultivos e incluso crearon un tosco mercado donde intercambiaban y vendían entre ellos la verdura y los utensilios sobrantes. Los que gozaban de mejor salud se aventuraron incluso a la isla Conejera, donde cazaban algún que otro conejo antes de volver a Cabrera.

Finalmente, el soldado Schwein abandonó Cabrera después de tres años al ser reclutado por la Armada británica —cada cierto tiempo buscaba nuevos marinos entre los presos no franceses—. Los últimos prisioneros tuvieron que esperar hasta 1815 para abandonar aquel inmenso cementerio.

La dura y áspera isla de Cabrera sigue deshabitada hasta el día de hoy. En 1847, el príncipe Joinville mandó construir una modesta estela funeraria en recuerdo de los presos que allí sufrieron, murieron y sobrevivieron. Varios equipos de arqueólogos franceses continúan estudiando la isla en busca de los restos del ejército napoleónico. En 2022 encontraron cientos de inscripciones en las cuevas de Cabrera; pero siguen sin hallar el rastro de los cuatro mil hombres que allí descansan para siempre.