Koldo García Izaguirre, exasesor de José Luis Ábalos.

Koldo García Izaguirre, exasesor de José Luis Ábalos. EE:Arte

Política CASO KOLDO

"Cuidado, viene la bestia": Koldo infundía temor en el ministerio cuando Ábalos le dejaba a sus anchas

El que fuera mano derecha del ministro de Transportes amenazaba con llamar a Pedro Sánchez si los funcionarios no se plegaban a sus exigencias. 

3 marzo, 2024 02:00

Koldo García Izaguirre "arrasaba" en el Ministerio de Transportes con todo lo que pillaba por delante. Se veía con unos y con otros, manejaba la cola de contratistas, despachaba con altos cargos, llamaba en nombre del ministro Ábalos y, sobre todo, infundía temor. Mucho temor. No sólo por su poder, también por sus "formas toscas". 

Unas maneras que contrastan con el ambiente de Nuevos Ministerios. Allí el silencio, la concentración y la corrección en las formas son la norma. Un espacio en el que los funcionarios están habituados a gestionar la presión sin perder la calma y la buena educación. Pero Koldo no era así. Para él los gritos, la gesticulación excesiva y los improperios eran la tónica general. 

Cómo sería la cosa que pocos meses después de llegar a Transportes, los rumores sobre las formas de Koldo, el cancerbero de José Luis Ábalos, empezaron a llegar a la Moncloa. Pero pese a las quejas y las advertencias, nada cambiaba. El miedo se apoderó de los funcionarios que cuando le veían entrar se decían unos a otros, casi en un susurro: "¡Cuidado, ya viene la bestia!".

[La mujer de Koldo pagó al menos 26.000 € a Ábalos y su expareja en viajes, gastos escolares o regalos]

Así lo relatan varios testigos de la época, que no pueden evitar sobrecogerse al recordar las escenas vividas. ¿Los peores momentos? Las tardes en las que el ministro Ábalos no estaba en Nuevos Ministerios o tenía la agenda llena. Llegaba a Nuevos Ministerios tras las comidas, copiosas recuerdan y bien regadas de cerveza y vino, y comenzaba el espectáculo

Koldo salía de la tercera planta (la del gabinete del ministro) y empezaba su recorrido por Transportes. Pedía reunirse urgentemente con responsables del ministerio, exigía documentos… Si alguien se interponía en su camino venían los gritos. "¡Lo exige el ministro! ¡Tendré que llamar al ministro!" eran dos de sus frases favoritas para doblegar voluntades. Ambas, eso sí, precedidas de improperios de todo tipo.

Una rudeza de la que "hacía gala", recuerdan quienes hablan con este diario. "Presumía de ser un hombre rudo, sin estudios, que había conseguido llegar a estar al lado de un ministro, a ser su mano derecha, que estaba ahí por y para el partido". Unos modos que contrastan con el recuerdo que tienen en el Partido Socialista de Navarra, donde lo recuerdan como un hombre voluntarioso y educado. 

Ese perfil ministerial recuerda más al de sus inicios profesionales como guardia de seguridad. Sus momentos como vigilante de seguridad en la puerta del Rosalex o en El Sadar. Fue condenado en dos ocasiones. Una, por agredir a un menor y otra, por dar una paliza a un hombre junto a otros compañeros. 

Koldo, vigilante de seguridad en El Sadar el día del ascenso. Año 2000.

Koldo, vigilante de seguridad en El Sadar el día del ascenso. Año 2000.

Entre 2018 y 2021, cambió la puerta del Rosalex por la del despacho del ministro de Transportes. Pero con poder y con permiso para ejercerlo. O, al menos, eso pensaba él. Este diario ya ha contado cómo ocupaba el despacho de Ábalos para sus reuniones con contratistas del Ministerio; pero también cómo el comisionista de la trama de las mascarillas, Víctor de Aldama, campaba junto a él a sus anchas por la tercera planta del Ministerio de Transportes. 

Allí, en el cuarto de secretarias, Koldo ejercía su papel de cancerbero de José Luis Ábalos. En él estaba también como ayudante de secretaria su mujer, Patricia Úriz. Junto a ellos, un pequeño carro de bebé en el que estaba su hija recién nacida. La misma a la que con dos años puso en piso en Benidorm pagado, presuntamente, con las mordidas de las mascarillas y en efectivo

Patricia Úriz (segunda por la izquierda) y María Chivite (primera a la derecha) el 1 de mayo de 2015

Patricia Úriz (segunda por la izquierda) y María Chivite (primera a la derecha) el 1 de mayo de 2015

Su hija era su debilidad. Su ojito derecho. Presumía de ella. Incluso, la utilizaba para acercarse a aquellos de quienes quería ganarse su confianza. Porque Koldo sabía que sus formas no eran bien vistas y que necesitaba ser confiable para todos y por todos en Transportes. Al menos, de primeras. Si no, siempre tendría la carta de "José", porque él en distancias cortas y en privado hablaba de "José", para referirse al ministro Ábalos.

Desde ese despacho de secretarias en el que su hija era el epicentro de atención, Koldo controlaba absolutamente todo. Allí organizaba la agenda de Ábalos, las reuniones de los contratistas… Pero también su propia agenda de encuentros con empresarios. Encuentros que se celebraban en transportes o en los bares cercanos, donde fue visto por funcionarios de su ministerio y los de Trabajo. 

Recreación de la planta donde estaba el Ministerio de Transportes.

Recreación de la planta donde estaba el Ministerio de Transportes.

Unas reuniones en las que ha participado algún empresario con el que este diario ha tenido ocasión de hablar. Un encuentro en el que detalla la "obsesión" de Koldo con la seguridad. Recuerda, divertido, cómo les obligaba a entregar su móvil antes de reunirse. Los observaba y se los guardaba, al tiempo que sacaba de su bolsillo tres teléfonos distintos y los tiraba encima de la mesa.

Las visitas de Koldo eran conocidas también por las empresas públicas dependientes del Ministerio. En una de ellas, el asesor de Koldo se presentó una tarde con su coche y aparcó en la puerta. Fue entonces cuando un miembro de seguridad se le acercó y le comunicó que no podía estacionar allí, pues no dejaba pasar. 

Koldo enloqueció. Comenzó a gritar que iba allí en "en nombre del ministro" y que si no le permitían aparcar y acceder al edificio "tendría que llamar a Pedro Sánchez!". Todo un espectáculo en la puerta de una empresa pública que abochornó a propios y extraños y que corrió como la pólvora entre los funcionarios del Ministerio. 

Reunión entre Ábalos y Koldo en La Chalana el 10 de enero de este año, captada por la UCO.

Reunión entre Ábalos y Koldo en La Chalana el 10 de enero de este año, captada por la UCO. EL ESPAÑOL

Los bedeles eran testigos de excepción de esas visitas furtivas a las empresas públicas. Eran ellos los encargados de anunciar la visita sorpresa de la mano derecha de Ábalos "en nombre del ministro". Citas en las que, muchas veces, iba acompañado de empresarios a los que quería reunir en un momento determinado con los responsables de esas compañías. 

¿Y por qué era recibido? Porque llamaba o se presentaba de parte de José Luis Ábalos. De otro modo, nunca le hubieran hecho caso. Sin embargo, él tenía patente de corso para usar el nombre del ministro en vano, porque llegó un momento en el que todo el mundo conocía y sabía que Koldo era un verso libre que actuaba por su cuenta con la aquiescencia de su jefe. 

De nuevo, el contraste. El Koldo más agresivo, más déspota, frente al Koldo más confiable, como el que se ve en las fotos del informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. En ellas se observa al asesor de Ábalos en su centro de operaciones, la marisquería madrileña de La Chalana departiendo con sus colegas de forma amena e, incluso, divertida, en ocasiones. 

Porque es cierto que quienes han tratado con él reconocen que cuando quiere, Koldo es un personaje afable y divertido.

Cigalas en La Chalana

Cigalas en La Chalana

 

Un personaje "inolvidable" en palabras de un empresario que tuvo ocasión de conocerlo en encuentros con Ábalos. "Normalmente, de los asesores no te acuerdas, pero de él sí", incide. ¿Y por qué? "Por su forma de ser, por su corpulencia física, por el desparpajo y la seguridad con la que se movía por el despacho, porque se le permitía interrumpir reuniones, porque le hablaba al oído al ministro...".

Razón no le falta. Koldo no era un asesor al uso. Era el cancerbero de Ábalos, el terror de Transportes, el guardián de las esencias, porque él "estaba por y para el partido", como él mismo se ocupaba de decir una y otra vez. Porque él sin que nadie (o casi nadie) lo supiera era el ejecutor y el epicentro de una trama que se lucró con la venta de mascarillas en plena pandemia de la Covid-19 y quién sabe, si como todo apunta, lo hizo extensivo a más departamentos del Ministerio.