Existe un ejemplar de los Diarios robados de Azaña firmado por Aznar en la biblioteca pública de Muskiz.

Existe un ejemplar de los "Diarios robados" de Azaña firmado por Aznar en la biblioteca pública de Muskiz. Sara Fernández

Política MEMORIA

Aznar une su nombre al de Manuel Azaña en un feudo del PNV: la biblioteca pública de Muskiz

El ejemplar de las memorias de Azaña firmado por el expresidente popular está en la biblioteca de este pueblo de Vizcaya gobernado por el PNV.

28 agosto, 2022 02:11

Es verano y José María Aznar está en la balconada del Palacio de La Magdalena (Santander). También Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Un cóctel. Debe de ser el calor, pero se produce una situación difícilmente replicable: el ciudadano se puede acercar a los expresidentes con inusitada facilidad.

Dos de ellos –hombres de mediana edad– se aproximan a Aznar armados con unos cuantos libros. Destacan un par: los Diarios robados de Manuel Azaña y A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales.

Resulta paradójico porque hay un presidente de izquierdas –Zapatero– a unos pocos metros, pero se acercan a Aznar, probablemente conocedores de su furor azañista, que comenzó cuando Ana Botella, todavía novia, le regaló una edición de las obras completas que compró en la Cuesta de Moyano.

Felipe González ha alegado compromisos profesionales ante la Menéndez Pelayo y no se ha presentado a la foto conjunta ni al cóctel. La escena ocurrió el pasado 5 de julio.

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Uno de los dos hombres se lanza y le pide una dedicatoria a Aznar... en el libro de Azaña. El expresidente acepta el envite. Con el boli en la mano, se da cuenta de que el tomo, bien grueso, tiene una signatura blanca y plastificada en el lomo. Entonces, interroga a su interlocutor, que le cuenta lo siguiente.

El ejemplar pertenece a la biblioteca pública de Muskiz, un pueblo de Vizcaya de poco más de 7.000 habitantes donde (casi) siempre gobierna el PNV. Aznar escribe: "Este libro es una parte importante de una historia de España que ya pasó y no debe volver. Azaña era hombre de gran talento, pero de mucha soberbia. Un creyente en España".

Según ha contrastado este periódico, el libro está todavía prestado y regresará a las estanterías de la biblioteca en septiembre. Los vecinos de Muskiz que se hagan con los Diarios robados de Azaña se encontrarán con este prologuista inesperado.

La frase de Aznar sobre el presidente republicano encapsula lo que diría en su entrevista con EL ESPAÑOL apenas una semana después: "Es la historia de la exclusión y la confrontación. Azaña fue un hombre de una gran inteligencia y de un gran talento, pero enormemente sectario. Su talento literario era difícil, porque se decía que era un escritor sin lectores. Pero tenía una idea de España".

Luego añadiría: "Siendo el más brillante de su generación, su ejercicio político resultó negativo. Hay que conocer la Historia, hay que leerla, pero no reescribirla. Los hechos históricos no deben ser maleables ni los Parlamentos deben pronunciarse sobre cuestiones de pasado histórico. Eso es cosa de los historiadores, los científicos y los intelectuales".

El extracto de los diarios de Azaña que firmó Aznar tiene su peculiaridad. Corresponde a los años 1932 y 1933. Se llamaron así, Diarios robados, porque un espía del régimen los hurtó en Suiza y se los entregó al propio Franco. De hecho, no fue hasta diciembre de 1997 cuando Carmen, la hija del dictador, se los entregó a la entonces ministra de Educación, Esperanza Aguirre. Dijo haberlos encontrado en una biblioteca familiar que no había revisado antes.

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Azaña escribió con fruición. Decía Unamuno –y de ahí el apunte de Aznar– que el prohombre republicano era un escritor sin lectores capaz de llevar a cabo una revolución para conseguirlos. Efectivamente, comenzó a cosecharlos cuando ostentó cargos de alta responsabilidad.

Minucioso, de buena pluma, su testimonio resulta imprescindible para comprender la España de los años treinta; ese camino del entusiasmo a la decepción. Aznar dedicó buena parte de su vida a esa lectura. Pero mientras fue presidente no llevó un diario. Sostiene que un gobernante en activo con un diario en marcha "es un gobernante débil".

Aznar forma parte de esa nómina de españoles que se definen monárquicos de una manera pragmática. Sin demasiado entusiasmo, pero como "garantía de continuidad de la nación". Esas fueron las palabras que empleó, por ejemplo, en su última entrevista con este diario.

El interés de Aznar por Azaña llegó hasta el punto de exigir a Felipe González en el traspaso de poderes que dejara en Moncloa la última gran bandera de la República, aquella que estuvo en el escritorio del expresidente en tiempos del exilio y con la que decidió amortajarse. Hasta que la Gestapo la interceptó junto al archivo personal del líder de Izquierda Republicana.

A lo largo de las dos legislaturas en que presidió España, Aznar invitaba a escritores a Moncloa y, en una especie de ritual, les mostraba la bandera, que tenía cuidadosamente doblada en un armario. Hoy, esa enseña, tal y como desveló EL ESPAÑOL, se encuentra en el Museo del Ejército, en Toledo.