Pedro Sánchez muestra orgulloso el huerto que cultiva él mismo, a los visitantes de Moncloa en un día de puertas abiertas.

Pedro Sánchez muestra orgulloso el huerto que cultiva él mismo, a los visitantes de Moncloa en un día de puertas abiertas. E.E.

Política MONCLOA

Pedro Sánchez cultiva un huerto en Moncloa y regala sus berenjenas a los líderes que lo visitan

El presidente suele llevar a sus visitas al huerto que ha levantado en palacio, y que deja atrás el pádel de Aznar, los bonsáis de Felipe y el basket de ZP.

24 julio, 2022 02:06

Se habla mucho estos días de la berenjena de Pedro Sánchez. La guarda en el Palacio de La Moncloa, concretamente detrás de la Secretaría de Estado de Comunicación (SEC) y enfrente del lugar donde se celebran los Consejos de Ministros.

No es nueva la vocación hortofrutícola de un gobernante. A lo largo de la Historia, generales y políticos han fantaseado con dejar el poder para estrenar los callos en las manos. La tez morena y la tierra en los pies.

El general Mola, ahora que estamos en tiempo de Memoria, soñaba con un jardincito lleno de libros en un pueblo de Navarra. Pero en lugar de acabar ahí, montó un golpe de Estado que acabó en Guerra Civil.

Cabe decir que los gobernantes de fantasía hortofrutícola casi nunca hacían realidad su deseo. Sánchez, que ha demostrado una pasmosa facilidad para adaptar el contorno del poder a su figura, ha lanzado su huerto sin necesidad de dejar nada.

Lo enseña orgulloso a quienes visitan Moncloa. A los ciudadanos que participan en los tours que de tanto en cuando se producen, pero también a líderes con los que mantiene reuniones.

El huerto de Pedro Sánchez en Moncloa.

El huerto de Pedro Sánchez en Moncloa.

Además, según fuentes autorizadísimas en la materia, el presidente del Gobierno suele obsequiar a sus interlocutores con "berenjenas, tomates y calabazas". Acto seguido, Sánchez cuenta que ha levantado el vegetal con sus propias manos. Convenientemente uniformado. Con pantalón de campo. Con las herramienta en las manos, soñando la "España en marcha" de Gabriel Celaya.

Podemos intuir que se trata de una afición sobrevenida. Muy acorde, por cierto, al programa electoral del nuevo PSOE y a las reivindicaciones ecologistas del Gobierno. Para Sánchez, desde el principio, ha sido tan importante parecer como ser.

Dijo González al conocer Moncloa que aquello parecía una "tarta de nata montada con toques de purpurina". Y Sánchez, que se halla empeñado en enmendar el felipismo, le ha aplicado a la tarta un régimen de caldo y verdura.

Hemos llamado a José Blanco, que fue uno de los grandes mentores del presidente. También a Trinidad Jiménez, su jefa en el Ayuntamiento cuando él era concejal. Sus respuestas han sido más o menos esta: "¿Un huerto? ¿Pedro Sánchez? Disculpe, ¿cómo dice? ¿Un huerto en La Moncloa?".

El huerto de Sánchez responde a la necesidad de trascendencia que asalta a todo presidente. Por lo menos desde la era González, que fue la más larga de todas las eras. Suárez se construyó una pista de tenis, a Calvo-Sotelo no había nada que le interesara más que su biblioteca. Acaba de publicarse, por cierto, un poemario suyo hasta ahora inédito. También recuperó una sala de música para tocar el piano.

Felipe González, en la inauguración de la exposición de sus bonsáis en el Jardín Botánico de Madrid.

Felipe González, en la inauguración de la exposición de sus bonsáis en el Jardín Botánico de Madrid. Efe

Felipe González, que gobernaría casi catorce años, montó un invernadero y lo inundó de bonsáis. No es nada fácil cuidar un bonsái. Por eso, ahora que las plantas atraviesan otro periodo de moda, casi nadie tiene bonsáis. Hay que recortarlos delicadamente. Cuando se fue, el presidente los dejó en herencia al Jardín Botánico, donde hoy pueden verse expuestos. Uno tras otro.

José María Aznar también encontró su edén en un sitio de color verde. Montó una pista de pádel y por allí pasaron, recurrentemente, periodistas, empresarios y políticos. Dicen que se la regaló Plácido Domingo. Si el tenor se la regala ahora, los echan del país. La colocó, más o menos, donde Suárez puso la pista de tenis. Sustituir el tenis por el pádel debería ser anticonstitucional.

La pista era desmontable, así que cuando se fue de Moncloa, se la llevó consigo a la urbanización donde se mudó. Tenía que seguir entrenando. Porque si Aznar es algo, es perseverante.

José Luis Rodríguez Zapatero mandó construir una cancha de baloncesto. Encestaba al mismo ritmo que subía la prima de riesgo. Todavía no se le ha aplicado esa Ley de Memoria Histórica que acaba con colchones y estanterías. Quizá porque la escribió él. Ahí sigue la cancha. Y Sánchez no la profanará. Porque Zapatero es hoy su máximo aliado y porque jugó [Sánchez, no Zapatero] en los Estudiantes hasta los veintiún años.

Es de noche. Sánchez prepara en el huerto los cambios que anunciará en el Comité Federal. Hay tierra para enterrar a un regimiento.