Rosa Díez y Albert Rivera, en una reunión exploratoria para una posible alianza en 2014, en la sede de UPyD.

Rosa Díez y Albert Rivera, en una reunión exploratoria para una posible alianza en 2014, en la sede de UPyD. Efe

Política LA RESACA DEL 10-N

El piropo de Rosa Díez a Rivera en la hora de la despedida: la enemistad que duró una década

La exlíder de UPyD elogia la "clase" de Albert Rivera tras dimitir y abandonar la política por los malos resultados electorales de Ciudadanos.  

16 noviembre, 2019 02:48

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¡Sorpresa! Rosa Díez defendiendo a Albert Rivera... ¡¿Cómo?! Sí, han leído bien. La antigua rival del ya expresidente de Ciudadanos ha tardado, pero acaba de destacar la "clase" de su némesis en el centro político y constitucionalista. Y, en parte, lo ha hecho de manera tangencial, todo hay que decirlo.

Cierto que es un aplauso a un árbol caído, y que hasta ese mismo momento la fundadora de UPyD no le había dado ni agua en lo político, pero la dimisión del presidente de Ciudadanos ha conmovido a Díez, que ha aprovechado la dignidad de Rivera para apalear a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias

Rosa Díez se involucró en la campaña del PP, anunciando su "voto nómada" por Pablo Casado porque en estas elecciones lo que estaba "en juego" no eran "las derechas y las izquierdas, sino la misma convivencia, la supervivencia de la libertad y la igualdad de los españoles". Y ha enfilado al "presuntamente socialista" y al "bolivariano". Tan a la contra está la política vasca que el expresidente de Cs era el bueno de su tuit crítico con Sánchez e Iglesias.

La gallina y el huevo

La ex dirigente socialista vasca y fundadora de UPyD había venido jalonando de desencuentros tanto públicos como privados su historia con Rivera.

La pelea entre Rosa y Albert viene de lejos. De muy lejos. Después de hacer lo posible en su momento por evitar la fusión de UPyD con los liberales allá por 2014 y 2015 -y lograrlo, a costa de morir con pureza... pero morir-, después de criticar con saña desde Twitter muchas de sus decisiones estos años y después de negarse a responder preguntas sobre los pelos que se quedaron en la gatera de esa guerra fratricida -con traiciones incluidas de quienes hoy integran las filas naranjas o incluso han acabado con altos sueldos públicos escribiendo al dictado de Pedro Sánchez-, la resaca del 10-N puede acercarles.

Y es que, en realidad, la relación personal siempre fue afable, y además ella también sabe lo que es irse de la política con dignidad.

La ocupación del centro político los ha enfrentado más de una década. Los magenta se adscribían más a la socialdemocracia y los naranja tenían una querencia liberal. Pero, como la gallina y el huevo, ambos pueden reivindicar -y lo han hecho- la legitimidad de haber sido los primeros que defendieron "la libertad y la igualdad" de todos los españoles frente a los nacionalismos.

Si Albert puede reclamar que desde la UCD ninguna formación centrista había alcanzado tan buenos resultados como Ciudadanos el 28-A, Rosa presume de que UPyD defendió antes que nadie ese ideario en el Congreso; y si Rivera puede esgrimir que en realidad Cs nació antes que UPyD, Díez tiene a su favor que, ya previamente, había sido esa "firmeza constitucionalista" la que la había señalado como apestada en el PSOE de Zapatero.

Rosa Díez abraza a Albert Rivera en la presentación de Ciutadans en Madrid, en mayo de 2006.

Rosa Díez abraza a Albert Rivera en la presentación de Ciutadans en Madrid, en mayo de 2006. Cs

Ambos partidos se han robado militantes, dirigentes y candidatos. Así ocurrió cuando Ciutadans se convirtió en Ciudadanos y dio el salto a la política nacional con las elecciones europeas de 2014 y robó casi listas completas a UPyD en las municipales y autonómicas de 2015. Pero lo mismo había pasado en sentido contrario entre 2009 y 2011. Entonces, los magentas crecían y los naranjas vivían sus peores horas, por aquella alianza contra natura con los ultras de Libertas que creó un cisma y ahuyentó a fundadores, militantes e incluso a algunas caras conocidas que se empezaban a acercar a Rivera, como la de Toni Cantó.

La historia oficial cuenta que las vidas de ambos partidos fueron paralelas hasta que las rencillas entre Rosa y Albert impidieron fusionarlos, y en 2015 una se hundió, cayendo de cinco a cero diputados, y el otro ocupó su espacio, ensanchándolo hasta los 40 desde la nada.

Ninguno de los dos quería la unión. Ella "por principios", decía -y aún sostiene-, porque "no somos lo mismo". Y él porque, viéndose ganador de la guerra no veía la necesidad de acordar un empate en la batalla definitiva. Y eso a pesar de ser consciente de que la firme estructura territorial de UPyD habría servido de muleta perfecta para su nuevo gigante que nacía con los pies de barro.

Díez en la presentación de Cs

Y es que la historia real ya hemos visto que estaba llena de coincidencias y trasvases entre una formación y la otra. Militantes, candidatos y apoyos intelectuales no sólo habían fluctuado de un lado al otro. Incluso habían propiciado otros encuentros entre Díez y Rivera para impulsarlos a la unión de fuerzas.

En mayo de 2006, todavía en el PSOE pero ya acosada por los suyos, la propia Rosa había participado en la presentación en Madrid de Ciutadans. Lo hizo como "ésa a la que llaman mala socialista" por decir que "Otegi no es un hombre al que dar las gracias". Y concluyó su discurso sugiriendo una asociación futura: "Ojalá que tengáis representación política, os tendremos como aliados"...

El salto nacional de Ciudadanos estuvo jalonado de reuniones exploratorias de una fusión con UPyD.

El salto nacional de Ciudadanos estuvo jalonado de reuniones exploratorias de una fusión con UPyD. Efe

Pero ahí terminaron las buenas palabras. Rosa no atendió a Fernando Savater cuando en el II Congreso de UPyD sostuvo que "no debemos huir, por personalismos, de unirnos con otros partidos". Tampoco Francesc de Carreras, ni Antonio Robles -contrarios a la operación Libertas- lograron acercarlos, juntarlos, asociarlos de verdad. "Ni me ha mirado, Rosa me ha despreciado", llegó a comentar Rivera tras una comida conjunta previa a unos cursos de verano en los que coincidieron.

"Qué lástima..."

Así, el guiño de la enemiga eterna aludiendo ahora a la "clase" de Rivera llega cuando nadie lo esperaba, cuando no parecía que le fuera a dar cuartel ni pasados ya tres años desde que en 2016 abandonó UPyD y reclamó "su disolución". Lleva desde el pacto del Comedor dando palos a Sánchez e Iglesias, pero no había dejado de acordarse (para mal) de Albert ni cuando éste hablaba de "la banda", la "habitación del pánico" y "el botín" que se iban a repartir el del PSOE "con populistas, golpistas y proetarras" ni ya en esta campaña.

Sus tuits contra Rivera denotaban hartazgo y algo de inquina por ver que quien se quedó con el espacio del centro político lo parecía estar dilapidando, según anticipaban las encuestas a la vuelta de verano.

Faltaba una semana para que se disolvieran las Cortes de manera automática y Albert Rivera convocó ese lunes 16 de septiembre a la prensa de buena mañana, pocas horas antes de mantener una larga reunión en las dependencias del Congreso con el líder del PP, Pablo Casado.

Tarde para muchos y sorpresivamente para todos, el Rivera daba un giro total a su "no es no" a Pedro Sánchez y proponía su abstención y la del PP para evitar la repetición electoral -y quizá salvarse del descalabro-. A cambio, pedía una mesa que estudiase el 155 en Cataluña, el fin del pacto del PSOE con los nacionalistas en Navarra y el compromiso de que los socialistas no subirían los impuestos a las clases medias.

Y no habían pasado ni dos minutos desde que los medios publicaron la noticia cuando su antigua rival sentenciaba con su enésimo desprecio al líder naranja: "Qué lástima, de veras..."

Del lamento ha pasado al reconocimiento. Pero ya en pasado, por haberse ido. Ahora, Rosa Díez mira adelante, sigue siendo "militante de sí misma", y como "defensora del constitucionalismo" se ha subido a los atriles azules de la gaviota. Para apoyar la "resistencia" en Cataluña y la España de "los libre e iguales", dice, hará su camino al lado de quien quiera "defender lo común" con ella. ¿Habrá reconciliación al final?