Artur Mas y Francesc Homs, ante la Audiencia Nacional.

Artur Mas y Francesc Homs, ante la Audiencia Nacional. EFE

Política CATALUÑA

Homs, de inhabilitado por el 9-N a abogado en el 'procés': "Nada está escrito pero hay poca esperanza"

El ex mano derecha de Artur Mas coordina las defensas de los exconsejeros del PDeCAT Joaquim Forn, Josep Rull, Jordi Turull y Meritxell Borràs.

3 febrero, 2019 12:29

Es el único político independentista que hasta ahora se ha sentado en el banquillo de los acusados del Supremo. Cumplida su inhabilitación por el 9N, Quico Homs regresará al alto tribunal coordinando la defensa de los exconsellers del PDeCAT en el juicio al procés con una premisa clara: "Hay partido".

"No me resigno a entregar el partido de ida. Hay que plantar cara. Es verdad que hay un partido de vuelta, que se jugará en Europa, pero no me resigno. Todavía queda mucho por decidir. La decisión final no está escrita", asegura Homs, en declaraciones a Efe, a los pocos días del inicio al juicio a la cúpula del procés.

Tras asistir a las declaraciones en fase de instrucción, Homs participará en el juicio por el 1-O en el Supremo, donde ejercerá como abogado codefensor en apoyo de los exconsellers del PDeCAT Joaquim Forn, Josep Rull, Jordi Turull y Meritxell Borràs.

Miembro destacado del "pinyol" (núcleo duro) independentista de la antigua Convergència, Homs, uno de los pesos pesados del partido en la negociación del Estatut de 2006, ganó protagonismo y poder de la mano de Artur Mas, que le situó como escudero en su Govern, nombrándole conseller de Presidència del Ejecutivo que convocó la consulta del 9-N de 2014.

Fue el proceso participativo del 9-N, uno de los primeros momentos cumbre para el entonces incipiente proceso independentista, el que llevó a Homs al banquillo de los acusados en el Supremo.

Las condenas por el 9-N

Homs entró en el juicio en febrero de 2017 con una petición fiscal de 9 años de inhabilitación por prevaricación y desobediencia grave al Tribunal Constitucional y salió condenado a un año y un mes de inhabilitación, que ya ha cumplido, por desobediencia grave.

La condena que el Supremo impuso a Homs sirvió a la postre para rebajar la que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) había acordado para el expresidente de la Generalitat Artur Mas, que pasó de dos años a un año y un mes, y las exconselleras Joana Ortega, de un año y nueve meses a nueve meses, e Irene Rigau, de un año y seis meses a seis meses.

La experiencia que le dio su juicio en el Supremo la quiere exprimir ahora en la defensa de sus compañeros en la causa por rebelión y malversación a la cúpula del proceso unilateral a la independencia, en el que colabora en la defensa de los exconsellers del PDeCAT trazando la estrategia y ejerciendo de interlocutor entre las familias y el partido.

"Fue un aperitivo que me sirvió para entender que en el juicio hay que batallar, porque algún resquicio debe haber en alguna parte, pese a que la instrucción del juez Pablo Llarena y la respuesta a los recursos por parte de la sala, otorgándole acríticamente la razón, dan muy pocas esperanzas", indica Homs.

En este sentido, advierte de que el juicio será "necesariamente" una cosa distinta al proceso judicial vivido hasta ahora, porque existirá "la presión de Europa" y porque a última hora el tribunal acordó "contra todo pronóstico" aceptar parte de los planteamientos de las defensas y escindir de la causa a los miembros de la Mesa del Parlament, a excepción de Carme Forcadell, y a una exdiputada de la CUP, que serán juzgados en el TSJC acusados de desobediencia por la Fiscalía.

Según Homs, la decisión de dividir la causa, en contra de todas las resoluciones previas acordadas por el juez de instrucción y de la sala de apelaciones, puede ser el indicador de la existencia de un "fuerte debate" en el seno del tribunal: "Todavía queda mucho por decidir y discutir y la decisión final de la sentencia no está escrita", insiste.

Acostumbrado a la disputa política, los roces partidistas, las pugnas por el poder y los enfrentamientos internos, Homs resalta que se siente más cómodo coordinando las defensas que cuando le tocaba hacerlo con los políticos, porque con los abogados se habla de derecho y el debate es jurídico: "Es más sencillo, hay menos cálculo y es más profesional".