La mecha prendió con Martín. Ochenta años, chaleco, camisa de manga corta y gorra granate, coloreó la acera frente a la sede del PP con decenas de pancartas. Llegó al caer las ocho, con una bolsa de plástico amarilla, enorme, capaz de engullir una habitación de Ikea. El hombre pancarta se acercaba a los manifestantes y les regalaba las antorchas de la reivindicación: un palito de madera que sostenía un folio plastificado. “Rajoy, corrupto y tirano”, “tu sobre, mi recorte” o “no es un partido, es una mafia” eran algunos de los lemas.

Vídeo cacerolada anti PP calle Génova

Varios centenares respondieron al “que se disuelvan y entreguen la pasta” que circuló este lunes en redes sociales tras el río de imputaciones de la Operación Lezo. Un grito tras otro durante casi dos horas frente a “la cueva de Alí Babá”. La Policía nacional, preparada, acordonaba Génova y se posicionaba frente a los manifestantes, a los que debía fichar dada la ilegalidad de la concentración. “No se nos ha comunicado”, decía a este periódico la delegación del Gobierno justo antes de empezar. Las multas a los impulsores podrían rondar los 600 euros.

Cacerolas, sartenes y garbanzos

El reclamo publicitario, que también compartieron dirigentes de Podemos e Izquierda Unida, pedía cacerolas. Y así fue. Frente a Génova, se daba cita una amplia gama de utensilios culinarios. Desde la olla a la sartén pasando por el tarro de garbanzos.

Uno de los retos que planteó el concierto de insultos fue distinguir el “ladrones” de “cabrones”. Se coreaban a la vez y era difícil ponerse de acuerdo. Daba igual la “l” que la “c”, todos pedían la disolución del PP y la entrega de lo robado.

Cacerolada contra la corrupción frente a la sede del Partido Popular./ Jorge Barreno

Cacerolada contra la corrupción frente a la sede del Partido Popular./ Jorge Barreno Jorge Barreno

Un hombre que logró hacerse hueco en la cuarta o quinta fila, aporreaba su sartén con un palo de madera. Verde, aunque ya casi sin color, abollada… “La tengo desde hace veinte años, ha sufrido muchas manifestaciones. Llevo en estas cosas desde la Transición, pero joder, había más libertad entonces que ahora. Que se vayan”, relata sin dejar de percutir. Detrás, pegadito, un señor le sigue el ritmo con su sartén, ésta sin fregar, con el aceite incrustado. Se puede clasificar a los manifestantes en función de la herramienta elegida. Otros, como Alejandra y sus amigas, fregaron la olla después de comer y volverán a utilizarla mañana.

"La dimisión de Aguirre no basta"

Entre los que piden la dimisión de Rajoy también había gallegos. “La trotona de Pontevedra tiene que salir del armario, me da igual, entiendan lo que quieran… Basta ya, la dimisión de Aguirre no vale. Tienen que dejar el Gobierno”, decía con el mismo acento que el presidente un tipo con polo negro de ribetes republicanos. La bandera tricolor tuvo su espacio. Había decenas de camisetas moradas, como la que se puso Pablo Iglesias para jugar aquel partido de fútbol. Lo más nostálgicos la lucían en forma de bufanda de lana.

Cacerolada frente a la sede del PP en Madrid.

Cacerolada frente a la sede del PP en Madrid. Jorge Barreno

Se habla de quinientos manifestantes, algunos estiraban hasta mil. El baile de las cifras que acompaña todas las concentraciones. En una esquina, María Dulce lucía chaleco amarillo con el escudo de las yayoflautas. “Salir a la calle nos mantiene vivas. Aguirre llamó a los del 15-M perroflautas, aquí nos tiene a nosotras”. Desde el cruce de calles que separaba el griterío del río, se mostraba contenta con la respuesta ciudadana, aunque pedía más. Un extremo que compartieron muchos, porque “para denunciar la corrupción del PP nunca es suficiente”.

Ignacio González, en la cárcel. Esperanza Aguirre ya ha dimitido. Pero aquellos que engrosaron la cacerolada quieren más: la marcha de Rajoy y la disolución del PP. El último y gran objetivo: “¡¡¡Que entreguen la pasta!!!”.