El domingo 3 de marzo de 1996 fue la noche de la sonrisa congelada. Todo estaba preparado en el balcón de la sede de Génova -la misma que ahora se va a alquilar o vender- para que el futuro presidente del Gobierno saludara a sus seguidores.

Los sucesivos escándalos del felipismo abrían paso a la victoria de la derecha española, que pudo derrotar por fin a un PSOE que llevaba 13 años en el poder, pero lo hizo por los pelos.

La ilusión por el cambio se percibía en la calle aquellas primeras semanas de 1996. El 29 de febrero, José María Aznar ya hizo historia con aquel mitin impensable en los tiempos actuales: llenó el estadio de Mestalla, en Valencia, un acto que ponía la guinda a una campaña electoral que parecía un paseo triunfal.

"El partido Popular ha ganado las elecciones" (Aznar, 1996)

"Había serias dudas de que fuera una buena idea, porque podíamos no llenar Mestalla y porque había quien pensaba que aquello podía llamar excesivamente la atención", recuerda Eduardo Zaplana, que un año antes había ganado las elecciones en la Comunidad Valenciana.

A Zaplana se le habían quedado grabadas unas palabras que Aznar le dijo cuando un año antes le acompañó en la campaña que le aupó a la Generalitat: "Vino al mitin de la Plaza de Toros, que siempre abarrotábamos. Al acabar, me comentó que ya no cabíamos allí, y que la próxima vez debíamos ir a Mestalla", rememora para EL ESPAÑOL.

El líder del PP lo había dicho en broma, pero a Zaplana se le quedó grabada la idea. Tres días antes de las votaciones, aquel mitin desbordó las mejores expectativas. "Estábamos comiendo, era mediodía cuando me llamó Miguel Ángel Rodríguez alucinado porque el estadio ya estaba lleno. ¡Quedaban dos horas y media para la apertura!", recuerda el ex ministro y ex presidente valenciano. 

Las crónicas de la jornada hablan de 55.000 personas en el estadio, donde actuaron Julio Iglesias y Raphael. "Hubo mucha más gente: no menos de 70.000. Las calles estaban abarrotadas, tanto que nos costó un buen rato poder entrar", asegura Zaplana.

"Mayoría limitada"

Felipe González llevaba una década larga en Moncloa, acosado por los escándalos de corrupción, y la sociedad española tenía hambre de cambio. Aquel ambiente de euforia en la calle provocó que las expectativas electorales del PP fueran mucho más altas que el resultado que finalmente obtuvo: 156 escaños, a veinte de la mayoría absoluta. Uno más de los que suman hoy PSOE (120) y Podemos (35).

"Fue una mayoría limitada", describe Jaime Mayor Oreja, estrecho colaborador de Aznar. El pensamiento que recorrió las siete plantas de Génova aquella misma noche fue: "Y ahora, ¿cómo vamos a constituir una mayoría de gobierno?".

Aquella noche, la del 3 de marzo de 1996, un José María Aznar de 43 años se asomó al famoso balcón de Génova acompañado de su mujer, Ana Botella, y de sus escuderos fieles: Rodrigo Rato, Francisco Álvarez-Cascos y Mariano Rajoy.

"Hubo una enorme alegría, pero no euforia: ganamos, pero si después no conseguíamos gobernar era pan para hoy y hambre para mañana", rememora 25 años después Álvarez-Cascos.

Aznar derrotó a González, pero solo le aventajó en 300.000 votos. Fue, como denominó Alfonso Guerra, una "amarga victoria" para el PP, que se tuvo que sentar a negociar con Jordi Pujol (CiU) y Xabier Arzalluz (PNV) para sacar adelante su investidura. 

Fueron Federico Trillo y Rodrigo Rato quienes escucharon en el coche las primeras valoraciones del líder del PNV: “Parece que el PP ha ganado las elecciones. No tiene mayoría, pero le toca a Aznar formar gobierno”. Aquella afirmación en boca de Arzalluz tenía mucho significado, y así se lo transmitieron a Aznar.  

En sus memorias, el propio José María Aznar recuerda que interpretaron el resultado de las elecciones de 1996 como "una oportunidad para vertebrar una relación distinta con los partidos nacionalistas; una relación que superase la dinámica de confrontación y fortaleciese un proyecto de convivencia beneficioso para todos los españoles".

Triángulo negociador

Aznar montó un triángulo negociador: a Rodrigo Rato le encargó convencer a CIU; a Jaime Mayor Oreja le tocó seducir al PNV y Rajoy habló con Coalición Canaria. "Rajoy fue el primero que consiguió el apoyo de los cuatro diputados de Coalición Canaria", rememora Cascos.

Los mayores esfuerzos del partido se concentraron en convencer a Jordi Pujol para que los 16 diputados de CiU pudieran sumarse a los 156 de Aznar: con los cuatro canarios alcanzaban los 176 votos necesarios para la investidura. 

Desde las filas del nacionalismo catalán, una de las personas que contribuyó a que se cerrara el acuerdo fue Josep Antoni Duran i Lleida, líder de Unió Democràtica, partido coaligado a la Convergència de Pujol.

Duran llevaba tiempo colaborando con los populares: "Le interesaba el acercamiento al PP, sobre todo después de nuestra integración en el Partido Popular Europeo y en la Internacional Demócrata Cristiana, de la que Unió también formaba parte", dejó escrito Aznar en sus memorias.

Pujol se tomó su tiempo. Venía de apoyar a los socialistas y se le presentaba la oportunidad de decantar la balanza hacia el PP. "Decidió prolongar la negociación, un poco por necesidad, otro poco por regodeo, para demostrar que era imprescindible", recordaría Aznar.

Aunque al principio Pujol era reacio a pactar con el PP, "fue más fácil que convencer a los vascos", con Iñaki Anasagasti y Juan José Ibarretxe como negociadores.

Los votos de CiU y de Coalición Canaria eran suficientes para sacar adelante la investidura de Aznar, pero el PP quería incluir al PNV en la ecuación: "Había que cerrar un acuerdo con el bloque nacionalista entero. Si no, sería una legislatura muy inestable. Y al final cumplimos los cuatro años de Gobierno", señala Cascos. 

El PP ofreció a los nacionalistas entrar en el Gobierno con algún ministerio. Lo rechazaron. El acuerdo se centró sobre todo en materia fiscal y nuevas transferencias.

Costó más convencer al PNV. Hubo una cena en casa de Aznar en la que estuvieron Ibarretxe, Arzalluz y Mayor Oreja. "Por parte de Aznar y Arzalluz parecía que el acuerdo estaba hecho, pero a la salida de la cena, se me acercó Ibarretxe y me dijo: Jaime, esto está muy mal", relata el ex ministro del Interior a EL ESPAÑOL. "Yo me quedé perplejo. Le dije: ¿Pero por qué no lo has dicho en la reunión?".

A los tres días, los nacionalistas vascos rompieron la comisión negociadora, pero Mayor Oreja quiso intentarlo por última vez.

El pacto

"Cuando Aznar se fue con Rato a Barcelona a firmar con Pujol el famoso pacto del Majestic, le pedí autorización para hacer una última intentona", recuerda el político donostiarra. Se citó con Ibarretxe en el hotel Landa, en Burgos, a mitad de camino entre Madrid y Vitoria.

"El tema de la política penitenciaria y ETA quedó excluido del acuerdo desde el principio, pero le permitimos ampliar la capacidad normativa de los conciertos", asegura.

Llegaron a los postres e Ibarretxe todavía no había dado su respuesta. "Encontré la fórmula mágica. Le dije: nos vamos a ir, tú a Vitoria y yo a Madrid. Si dentro de una hora y media no me has llamado, doy por hecho que hay acuerdo". El dirigente nacionalista aceptó, se fue y no descolgó el teléfono en el tiempo convenido.

"A las 00.00 horas anunciamos el acuerdo", que se escenificó el martes 30 de abril en la sede de Génova: Arzalluz y Aznar firmaron un documento.

Aznar llegó a la Moncloa dos meses y tres días después de las elecciones, el 6 de mayo. La legislatura la terminó con los mismos apoyos que la empezó y, ya en las elecciones del año 2000, entonces sí, pudo borrar el regusto amargo que le habían dejado las de 1996: sacó 183 escaños. Otra victoria histórica. 

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